Opinión
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Mis privilegios
N

o nos hemos equivocado cuando, a lo largo de nuestras vidas, quienes lo hicimos, hemos peleado por todos los derechos que nos corresponden. No nos equivocamos cuando apelamos a la justicia, cuando enfrentamos las adversidades para llegar a nuestra meta. Así han sido estos últimos 60 años de organización, de peligros, de búsqueda de la mejor vía para lograrlo. Y, así, los privilegios están más claros que nunca.

Hoy, la suerte me ha alcanzado. Sufrí uno de esos eventos que oscurecen el panorama. Mi familia y yo enfrentamos momentos de incertidumbre que, aunque de alguna forma los vislumbramos, los esperamos y, cotidianamente cruzamos los dedos de las dos manos, con el ánimo de que nunca sucedan, finalmente, somos víctimas de esos pequeños descuidos que nos cambian la vida.

Nos referimos a aquellos eventos como los accidentes, las enfermedades inesperadas o situaciones inexplicables que detienen, momentáneamente, la dinámica de nuestras vidas. Sin embargo, solamente hasta que suceden volvemos la mirada a la realidad real, no la que se describe en infinidad de gráficas, porcentajes, estadísticas, etcétera.

Y, lamentablemente, en todo el mundo tenemos la misma situación. Somos la población vieja la que resentirá esta verdad que, de hecho, es abrumadora. Entonces, nos preguntamos ¿por qué va en incremento un padecimiento tan peligroso como las fracturas?

No queremos especular, pero si la epidemiología, la prevención desde la salud pública, la educación temprana dirigida a la disminución de lesiones del sistema óseo y el aumento en los cuidados en esta etapa vulnerable ha seguido avanzando, ¿por qué las altas tasas de traumas como las fracturas óseas? ¿Qué programas se están diseñando para una transición de la población de jóvenes hacia la adultez y, posteriormente, a la ancianidad?

No bastan las campañas para prevenir situaciones patológicas, en su conjunto. Si, en caso de que ya se hayan puesto en práctica aquellas para la educación a adultos mayores que persigan la disminución de accidentes que inmovilicen a las personas, creemos que faltan las campañas para que las familias que cuentan con miembros de la tercera edad, como seguramente es la gran mayoría de las mexicanas, logren adiestrar, si así podemos decirlo, a los miembros más jóvenes para saber qué es lo que se tiene que hacer en el caso de que su familiar de la tercera edad se accidente.

Es muy importante y sumamente necesario contar con accesorios, aparatos y, sobre todo, técnicas de asistencia que puedan evitar algún problema colateral por causa de una caída que ponga en riesgo la integridad física de la persona accidentada.

Pero, además, conocer, más o menos, aquella tramitología insoportable y muchas veces confusas para las personas que asisten con su familiar a algún centro de salud. Este paso administrativo, en la mayoría de las ocasiones, es increíblemente complicado.

Y, desgraciadamente, en los centros hospitalarios es difícil que el personal médico y paramédico tenga la paciencia de explicar con precisión cuál es el trámite que debe realizarse, sin perder tiempo.

A decir verdad, es el personal paramédico, por lo general, el más consciente de la situación de cada paciente.

Recordemos que la población mundial está envejeciendo a gran velocidad. El aumento de la esperanza de vida, trae consigo situaciones de salud pública que deben atenderse de manera urgente. Y, en nuestro país, ese panorama todavía no es muy claro.

Requerimos mejores especialistas, gente capacitada para resistir la tentación de omitir las necesidades complejas de cada paciente. Eso lamentablemente aún no sucede en nuestro sistema de salud. Pocos son los casos en que las coordinaciones de las especialidades hacen su trabajo verdaderamente a fondo y sin dar por entendido ninguna situación. Por lo general, el culpable es el paciente y la impunidad es un derecho del personal médico. La nueva generación de especialistas, en nuestra opinión, y porque así lo hemos experimentado, carecen de un verdadero sentido ético para su profesión. ¿Por qué podría suceder esto? En principio, revisemos las condiciones en las que ejercen su profesión. Incluso en los centros de salud y en los hospitales privados o públicos las jornadas son abrumadoras.

En los últimos seis años, en el mundo se han producido más de 180 millones de fracturas. De acuerdo con la OMS, esta cifra fue aumentando, desde 1990, en un porcentaje de 33.4 puntos. A nuestro juicio, una cifra muy alta, considerando el avance de la tecnología global y el aumento de, como decíamos anteriormente, la cantidad de profesionales que buscan la especialidad de traumatología, de ortopedia y rehabilitación.

Veamos otro aspecto, las mujeres continúan siendo la población más afectada. Un alto porcentaje de este género, de 65 años en adelante, han sufrido por lo menos una caída, y lo más grave es que no acuden al médico para contrarrestar los efectos más nocivos, como la reducción de fisuras bajo el control de especialistas.

Las cifras de las fuentes de información del sistema de salud nacional nos indican que son las mujeres mayores de 79 años las principales afectadas. Esperemos que los estudios para generar programas de prevención de traumas sigan avanzando hasta reducir las cifras que tenemos hasta el momento.

Los estilos de vida, son uno de los objetivos principales para generar la cultura del cuidado masivo para la población adulta mayor. El respeto a los derechos laborales es otro punto que debe observarse, sin omitir ninguno de ellos.

Somos la ciudadanía la que exige, y tendrá que seguir haciéndolo, cuando se trata de hacer valer nuestros privilegios, es decir, nuestros derechos humanos.

* Colaboró Ruxi Mendieta