Opinión
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Incertidumbres
T

res flashazos del presente que nos atosiga. En medio del genocidio dirigido por el criminal de Tel Aviv y sus secuaces de la extrema derecha religiosa, un débil rayo de esperanza. En Ucrania las cosas parecen encaminarse a un equilibrio inestable. Así parecían desenvolverse las cosas en Siria antes del desmoronamiento del régimen de otro criminal: Assad. En México una popularidad sólida de la Presidenta no logra empero calmar los fuertes barruntos en la economía, en la seguridad y en nuestras relaciones con próximo residente de la Casa Blanca, Donaldus Primus Trumpiano, magánimo (de MAGA) imperatore. A pesar de todo, gran acierto el Plan México, dirigido no sólo a las 15 familias de los grandes concesionarios mexicanos, sino más allá y más acá. Recapitulemos desde el pasado reciente para entender el momento actual.

Del éxtasis al abatimiento. 1968, la gran fisura social y cultural en el mundo, la gran insurrección de las nuevas clases medias, incluyendo los trabajadores especializados. Ejemplos notorios: el mayo francés, el movimiento estudiantil en Polonia, la lucha por los derechos civiles y las movilizaciones contra la guerra en Vietnam, en Estados Unidos y el movimiento estudiantil mexicano. Aunque por doquier soplaban vientos de cambio y sin duda un parteaguas cultural, en el terreno político las consecuencias inmediatas tanto en Francia como en Estados Unidos, Polonia y México fueron la consolidación electoral de los partidos conservadores.

Socialdemocracia neoliberal. Sólo unos años después comenzó a despuntar una ola de gobiernos que se reclamaban socialdemócratas, a partir de la llegada al poder en Francia de François Mitterrand y luego Felipe González (España), Tony Blair (Reino Unido) y desde luego Bill Clinton (Estados Unidos). Excluyo de esta lista al gran Willy Brandt (Alemania) a quien me referiré en otra entrega. Pero los demás, liderados por Clinton, adoptaron un enfoque de una socialdemocracia fuertemente condicionada por los parámetros económicos del neoliberalismo. No en balde la señora Margaret Thatcher consideraba como su más importante legado a Tony Blair. El caso es que cuando comienza a agrietarse el bloque comunista ya se ha deslavado el contenido socialdemócrata de los gobiernos de Gran Bretaña, España, Francia y Estados Unidos bajo el peso de las incongruencias doctrinaria, la escasa atención a las necesidades de los trabajadores y los contubernios con las oligarquías económicas.

El reformismo soviético. La llegada de Gorbachov a la Unión Soviética y sus siete años en el poder se encuentran marcados por el gran dilema de todo intento reformista: ¿qué va primero, la reforma económica o la política, Perestroika o Glasnost? El dilema como se descubrió más tarde estaba mal planteado; era más bien qué tanta reforma económica para una determinada reforma política, qué coalición de fuerzas para una batería de reformas económicas. Eso sólo se entendió con el despliegue del neoliberalismo como consecuencia no de sus éxitos, sino de sus fracasos. La caída del muro de Berlín y luego la desaparición de la Unión Soviética a fines de los años 80 selló el destino de la visión marxista. La masacre de la plaza de Tiananmen en 1989 le puso el clavo final a la pretensión hegemónica de la narrativa marxista. Desde principios de los 90 las izquierdas en el mundo se encuentra huérfanas de una narrativa que les permita aglutinar fuerzas y aspirar a gobernar.

La resistencia. Se ha escrito mucho sobre nuestro 68; sugiero que definitivamente se lea el texto de Carlos Monsiváis, que escribió con motivo de los 40 años del movimiento, La tradición de la resistencia (Ed. Era, 2008). El mayor impacto del movimiento estudiantil lo podemos encontrar en las movilizaciones sociales de campesinos, obreros, maestros, colonos y estudiantes en los 70 y 80 a lo largo y ancho del país, y en las elecciones de 1988 como la argamasa que articula las luchas a favor de los derechos laborales y económicos con las luchas a favor de los derechos ciudadanos.