Opinión
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Forbes y la educación media superior
L

a educación, especialmente la media superior y superior, es para las y los jóvenes mexicanos una de las primeras vivencias concretas de la sesgada diferenciación social que establece el arreglo social que en el seno del Estado mexicano, pese a momentos de fuerte cuestionamiento, han construido sobre todo las fuerzas empresariales a la enseñanza. En contraste, López Obrador y ahora Sheinbaum han logrado despertar una enorme e importante fuerza social desde abajo, que se ha traducido en un nuevo arreglo al interior del Estado. Nada radicalmente diferente, pero como ocurre en épocas de escasez, cualquier diferencia se vuelve notable e importante, y ésta no es nada despreciable. Tiene al Legislativo casi completo de su lado, tiene al sector empresarial feliz porque les ha dado enormes ganancias y el Plan México le promete todavía más. Tiene a los militares ahora como actores de primera fila y tiene un predominio –mientras sepa conservarlo– político-electoral sin paralelo.

Pero, a diferencia de momentos anteriores, como el de Lázaro Cárdenas, cuya huella educativa todavía permea regiones importantes del sistema educativo, no ha aprovechado toda esta coyuntura para construir a mediano y largo plazos la enorme fuerza que ofrece la enseñanza, y ahora también la ciencia. Es más, se puede argumentar que, increíblemente, ha cedido ese estratégico espacio a la derecha (dejando, por ejemplo, que el PAN diseñe la reforma del tercero constitucional y las leyes secundarias en educación 2019-2021) y que ha reprimido a la izquierda que no es Morena; que ha ahogado en cemento los espacios desde donde con otras visiones puede crecer y cambiar al país. Ha clausurado el ciclo histórico de apoyo y creación de universidades públicas, autónomas, democráticas y críticas; no respeta derechos laborales de maestras y maestros de todos los niveles; no reconoce expresiones formativas cruciales (como en Chiapas y Oaxaca); no fortalece a las normales, especialmente a las rurales; mantiene subordinada a la Universidad Pedagógica Nacional; legalmente, reprime movimientos de transformación en las universidades de la ciudad y el campo y, al contrario, favorece a sus élites burocráticas.

Ahora, con su sesgada propuesta para la educación media superior, reitera –porque no las toca ni modifica– las políticas de maltrato a las y los jóvenes, a los que son estudiantes y a los que quieren ingresar o tener un empleo, pues no trae justicia ni paz al anunciar una escueta y administrativa reforma a la educación media, después de 30 años de lucha por la gratuidad (real, no la de ahora), por el derecho a la educación también en estos niveles (real, no reservada a la voluntad de directivos) y para los millones de jóvenes que siguen sin escuela (y no sólo para 40 mil, 0.5 por ciento más), por la creación de más y mejores espacios de educación significativa y no segmentada en clases sociales (formación general para la clase media y técnica para los pobres), por el acceso irrestricto y sin sesgos de género y clase social a las instituciones (sin exámenes de selección), así como por el apoyo económico y político a las y los jóvenes que viven el rechazo, la informalidad, el suicidio, la escasez de trabajos dignos y la precariedad laboral, especialmente en las universidades.

No se trata de demandar lo imposible para las y los jóvenes –y también, por supuesto, para niños y adultos–, sino de ver de manera realista y con claridad que todo lo anterior, desde abundantes lugares en espacios de acceso libre a la educación significativa hasta el trabajo digno para todos, es algo perfectamente posible en el actual favorable balance de fuerzas sociales y políticas y, además, con una economía que hoy en el planeta es la decimocuarta en riqueza (y se promete que con el Plan México será la décima). Si todo esto no se aprovecha, entonces la época de Morena y de la 4T, el sexenio de López Obrador, el de Sheibaum ahora y los que sigan serán recordados –como hoy los de PRI y de PAN– los del monumental daño y desperdicio del potencial enorme de una juventud críticamente educada, del que traen consigo las y los migrantes y de los que genera una sociedad pujante que vive una realidad en la que el trabajo es digno y bien pagado, y donde la salud, el bienestar, la educación y la participación decisiva son de todos y para todos.

Con un pueblo así, la fortaleza política que se proyecta como alternativa a la violencia que sufrimos y, más necesario ahora, la amenaza del exterior podrá ser significativamente disuasiva.

Seguir escuchando a Forbes, al BM, a la OCDE y sus frivolidades elitistas no. Más bien, oír e interpretar las voces de las y los jóvenes y sus luchas.

* UAM-X