a Corte Suprema de Estados Unidos avaló este viernes por unanimidad una ley que obliga a la compañía china ByteDance a vender la versión local de su red social TikTok o a cerrarla a más tardar mañana. El gobierno de Joe Biden, impulsor de la ley, ha dicho que se abstendrá de hacerla cumplir y dejará su implementación en manos de su sucesor, Donald Trump, quien también ha manifestado su intención de dejarla vigente, pero sin efecto, para dar tiempo a nuevas negociaciones. El desarrollo de los acontecimientos indica que el verdadero propósito de la clase política estadunidense no es desaparecer la plataforma que cuenta con 170 millones de usuarios en ese país, sino forzar su venta a empresarios nacionales. Aunque hasta ahora ByteDance se ha rehusado a enajenar su filial, si se concreta el traspaso el 100 por ciento de las redes sociales de importancia global volvería a quedar en manos de Estados Unidos, consolidando el control ideológico planetario que es, junto a su poderío militar sin parangón y su dominio del sistema financiero, uno de los principales pilares de la hegemonía estadunidense.
Desde tiempos de la primera Presidencia de Trump, Washington ha acosado a TikTok con la muletilla de que representa un riesgo para la seguridad nacional y de que, en tanto compañía china, podría estar filtrando datos de sus usuarios a Pekín. Aunque nunca se han presentado pruebas el respecto, en 2022 ByteDance se asoció con Oracle, del actual cuarto hombre más rico del mundo, Larry Ellison, para que su compañía almacene y custodie en servidores ubicados en Estados Unidos todos los datos de los clientes estadunidenses de TikTok. Esta medida dejó sin fundamento las presuntas amenazas de violación de la privacidad, pero no detuvo la determinación de demócratas y republicanos de acometer una de las mayores extorsiones de la historia. La embestida contra la plataforma virtual más popular entre los jóvenes se inscribe también en un patrón de Washington para eliminar por medios políticos a las firmas chinas que triunfan gracias a sus innovaciones: de la misma manera que ocurre ahora, antes se descarriló a Huawei para evitar su supremacía entre los fabricantes de teléfonos inteligentes, así como se impusieron aranceles absurdos a los autos eléctricos chinos, cuya superioridad tecnológica se ha mostrado aplastante.
Al violar de esta manera las libertades de expresión e información, Washington vuelve a exhibir su doble rasero en lo tocante a la defensa de los derechos humanos y ahonda su descrédito internacional. Además, la supuesta preocupación por el uso indebido de datos personales resulta de un cinismo inaudito cuando viene de las mismas autoridades que exigen y reciben todo tipo de información confidencial de manos de las empresas de redes sociales asentadas en su territorio.
Más allá de las fundadas razones para desconfiar del uso que todas las compañías de redes sociales hacen de la información que sus usuarios vuelcan en perfiles públicos y conversaciones privadas, es un hecho que en la actualidad estas plataformas han pasado a constituir auténticos espacios públicos, en los que los ciudadanos intercambian opiniones, expresan sus inquietudes, forjan contactos tanto personales como profesionales y, también, sirven como fuente de ingresos para millones de personas que explotan sus habilidades y su popularidad para ganar seguidores
y atraer patrocinios. En el caso de TikTok, la preferencia de que goza entre los jóvenes convierte su cierre en un ataque directo contra dicho grupo etario que muchas veces ha expresado su frustración al ver que las decisiones más trascendentales para sus vidas son tomadas por individuos de edad avanzada, carentes de sensibilidad y entendimiento del contexto en que se desenvuelven las nuevas generaciones.