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La Philharmonie de Paris festeja 150 años de Ravel con exposición
 
Periódico La Jornada
Sábado 11 de enero de 2025, p. 3

La Philharmonie de Paris conmemora el sesquicentenario natal del compositor galo Maurice Ravel (1875-1937) con una exposición basada en su obra emblemática: Bolero, escrita en 1928. Por medio de una amplia gama de objetos y medios, la muestra ofrece un retrato caleidoscópico del artista.

El recorrido propone una experiencia audiovisual sobrecogedora, al mismo tiempo que reúne una serie de objetos patrimoniales salidos de las colecciones francesas más prestigiadas, en particular la casa-museo Ravel en Montfort-l’Amaury, donde fue compuesta Bolero.

Desde la primera sala, el visitante podrá experimentar de manera total aquel crescendo orquestal envolvente gracias a un dispositivo cinematográfico único dedicado a la interpretación de Bolero por la Orquesta de París y su director musical Klaus Mäkelä. Más adelante, las múltiples reinterpretaciones musicales y coreográficas de la obra –como las de Maurice Béjart, d’Aurél Milloss o de Thierry Malandain– se despliegan en forma audiovisual para mostrar que, después de 1928, Bolero no ha cesado de fascinar a los intérpretes.

La obra, titulada en primera instancia Fandango, se inscribe dentro de toda una línea de composiciones ravelianas inspiradas en España, desde Habanera (1895), de su juventud, hasta su última obra, Don Quijote y Dulcinea, pasando por la ópera La hora española.

Nacido en Ciboure, a 10 kilómetros de la frontera con España, Ravel heredó de su madre, de origen vasco, el gusto por la música de esa región. Se apoderó, pues, de un imaginario hecho de sensualidad y sueños que compartió con sus músicos coetáneos.

Un espíritu libre

Cuando Ravel compuso Bolero tenía 53 años y se encontraba en la cima de su carrera. Ni académico, ni decididamente moderno, era un espíritu libre. Antes de partir a Estados Unidos, en 1928, Ida Rubinstein, otrora estrella de los Ballets Rusos de Serge Diaghilev, se le acercó para encargarle un ballet de carácter español, que deseaba donar a la Ópera de París. A su regreso del viaje, Rubinstein le recordó la petición. En la exhibición decorados y pinturas evocan a esta artista en escena.

Desde un principio Bolero fue pensado para danza. Su ritmo hipnótico evoca el sonido de las castañuelas desde los primeros segundos de la pieza. En la muestra Ravel Bolero maquetas de los decorados y diseños de vestuario recuerdan las producciones del ballet musical, a la vez que evocan otras partituras coreográficas del compositor: Pavana para una infanta difunta (1899), Daphnis et Chloé (1909-1912) y La Valse (1919-1920).

Al componer Bolero, Ravel tenía casi 10 años de no escribir música para ballet. No había tenido mucha suerte con la danza. Como muestra actualmente Daphnis et Chloé suele presentarse más en su versión para concierto que para ballet.

Como parte de su encargo, Rubinstein determinó el carácter de la obra, idea retomada desde un principio por Ravel. El argumento sería así: En una taberna de España, uno baila bajo la lámpara de cobre del techo. Debido a las aclamaciones de los presentes, la danzante brinca sobre la larga mesa y sus pasos se animan poco a poco.

En 1921, gracias a una herencia, el compositor adquirió una casa en Montfort-l’Amaury, Le Belvédere, que se convirtió en un refugio al margen de la agitación parisina y donde le fue posible componer Bolero. El proceso no estuvo libre de contratiempos. Para satisfacer la petición de Rubinstein, Ravel pensó primero en una orquestación de Iberia, obra para piano de Isaac Albéniz, sin embargo, se le adelantó otra persona. Decepcionado, estuvo a punto de renunciar.

La leyenda cuenta que una mañana, en compañía del compositor y crítico Gustave Samazeuilh, Ravel se instaló frente a su piano y se puso a tocar una melodía repetitiva, anodina, que se convertiría en la de Bolero. Cuando se le preguntó al respecto, lo consideró vacío de música. Ese comentario, se ha dicho, a la vez provocativo y juguetón, encierra una idea genial: con una economía extrema de medios, un ostinato rítmico, dos motivos melódicos, un crescendo orquestal y una modulación inesperada, Ravel creó una obra maestra universal, fruto de una reflexión musical radical.

Como un niño, Ravel se había apasionado por todo tipo de mecanismos, como aquellos juguetes mecánicos y rompecabezas que habitaban su casa en Montfort-l’Amaury. En una carta de 1928, habla de Bolero como una máquina. Hijo de un ingeniero-inventor, su gusto por el detalle y la precisión se trasladó a sus composiciones.

La exhibición Ravel Bolero permanecerá hasta el 15 de junio en la Philharmonie de Paris. Para acompañarla, la sala de conciertos (en la Ciudad de la Música) ofrecerá un programa especial con conciertos del 7 al 10 de marzo.