Opinión
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Desde el otro lado

Las manchas en el mantel

T

ermina un año y el balance de lo sucedido no es para alegrarse. Los infortunios nos llevan a la conclusión de que es más difícil convivir. Sería largo, aburrido y deprimente enumerar tropiezos que condujeron a la pérdida de un camino esperanzador una vez que se superó la pandemia que devastó a países enteros.

La derrota de Donald Trump en 2016 generó esperanza, pero los augurios más pesimistas pronostican que ésta se desvanecerá el 20 de enero, cuando asuma de nuevo la presidencia. En el año que termina, guerras, migraciones, desigualdad, pobreza, crimen, deterioro ambiental, desastres naturales y la relección de un personaje destructor de la democracia y de un Estado construido hace más de 200 años son augurios nada saludables para conciliar el sueño. El impacto en el mundo es de pronóstico reservado.

De entre todas las calamidades, hay algunas de menor o mayor gravedad. Una de las más preocupantes es la respuesta al proceso migratorio en varias naciones que habían abierto sus puertas a quienes huyen de pobreza y el crimen. Levantar barreras jurídicas y físicas para coartar la llegada de migrantes va acompañada de votos que en las urnas ha cristalizado en varios países con la elección de personajes como Trump. Italia y Hungría son ejemplos de ello.

Pero hay evidencias de que el rechazo a las migraciones y la xenofobia que suele acompañarlo crea un caldo de cultivo en países como Francia y Alemania, que generan movimientos que pudieran derivar en un neonazismo al estilo de los años 30. Para detener las migraciones se requerirá no sólo acusaciones, sanciones y aislamiento.

El año que termina deja un sabor ingrato para quienes apostaron por la civilidad, la tolerancia, la disminución de pobreza y otros propósitos generosos. Pero podría sentar bases para inspirar otros, cuyo propósito sea volver a los pasos que se perdieron en el camino.

Remover las manchas que en el mantel de la civilización dejó el plato lleno de malos augurios en el año que termina, y ver con un poco de optimismo el que se inicia, debería ser propósito de quienes aún consideran que el árbol torcido de la humanidad aún puede enderezarse. Son los mejores deseos para quienes tienen la generosidad de leer estas notas semanales, para quienes hacen posible la edición de La Jornada, y para mi familia y mis más cercanos amigos, cuya inspiración es fuerza para tantos que luchan por enderezar ese árbol.