l majestuoso Paseo de la Reforma guarda parte importante de la historia de la Ciudad de México. Su creación, traza, arquitectura, diseño urbano y monumentos, todo tiene algo que contarnos.
Quedan pocas muestras de las grandes mansiones afrancesadas que lo adornaron hasta el primer tercio del siglo XX. Unas cuantas han quedado abrazadas por edificios contemporáneos y en un caso, lograron la hazaña increíble de mover la casa completa unos metros.
Recordemos que la emblemática avenida la mandó construir el emperador Maximiliano durante su breve mandato, para llegar con rapidez del Palacio Imperial –hoy Palacio Nacional– a su residencia en el Castillo de Chapultepec.
En sus inicios era un sencilla calzada de terracería que al paso de las décadas se fue ampliando, se le cambió el nombre en varias ocasiones, se extendió su longitud y la embellecieron hasta ser la joya urbana que es en la actualidad.
En todos los tiempos ha sido la vía más solicitada de la urbe por los grandes capitales, antes para tener sus residencias y desde el siglo XX, negocios, oficinas y ahora también lujosos departamentos.
El simple hecho de estar en Paseo de la Reforma da prestigio y estatus –aunque no son todos lo que están, ni están todos los que son–, así es que no hay que apantallarse a la primera.
El 23 de diciembre de 1936 se inauguró el hotel Reforma, en el número 45 de esa avenida, esquina con la calle de París, que en ese momento se consideró el primero verdaderamente moderno de la capital, con sus 12 pisos de altura, combinaba la arquitectura internacional con toques de mexicanidad.
Sus 250 habitaciones ofrecían lujo y confort, entre otros, todas tenían baño privado, lo que no era tan frecuente en los hoteles de la época. Fue pionero en la utilización de tubería de fierro fundido para las aguas negras y de cobre para el agua potable.
Uno novedad fue el roof garden, (jardín en el techo), con un bar para tomar la copa
y admirar la ciudad desde lo alto. Después pasabas a cenar al Ciro’s, el sofisticado restaurante del hotel, que estrenó a la famosa orquesta de Everett Hoagland y tuvo a los mejores artistas de la época, todo lo cual lo convirtió en el sitio de moda de la ciudad por un largo tiempo.
El proyecto inicial lo ejecutó el prestigiado arquitecto Carlos Obregón Santacilia –bisnieto de Benito Juárez– quien había realizado obras muy importantes en la capital como el Banco de México, el Centro Escolar Benito Juárez, la Secretaría de Salud, entonces llamada de Salubridad e Higiene.
La empresa Edificios Modernos, SA, en la que tenía intereses el poderoso ex ministro de Hacienda e ingeniero Alberto J. Pani, financiaba el proyecto. Ya iniciada la obra, su sobrino Mario Pani regresó de Francia donde estudió arquitectura, y le pidió a Obregón que lo incorporara a la obra.
El hotel Reforma era parte de un ambicioso plan de desarrollo turístico y urbano que incluía vialidades y alojamientos modernos para atraer visitantes e inversiones extranjeras.
Paralelamente, Obregón con el apoyo del ingeniero Pani estaba reconstruyendo los vestigios del palacio legislativo de Porfirio Díaz, que quedó inconcluso, para convertirlo en el Monumento a la Revolución.
Algo grave sucedió porque se enemistaron, se lanzaron acusaciones y la obra del hotel Reforma la concluyó el joven Pani, quien le incorporó algunos detalles como las franjas de tezontle color vino que revisten parte de la fachada y dos pequeñas ventanas que rematan el paramento. Las proporciones, volúmenes, la utilización de cantera y la marquesina estilo art decó fueron de Obregón.
Después de varias décadas de ser uno de los mejores hoteles de la ciudad, el Reforma, avejentado y sin adecuado mantenimiento, en los años 90 cerró sus puertas. Al paso de los años, los periodos en el abandono se han interrumpido con proyectos que no han durado, el último, el Museo del Futuro (Mufo) que abre y cierra.
Ahora se organizan eventos especiales como Baile Eterno
, para despedir el año, organizado por Nochenegra, Olamor y SGN, cuatro escenarios de música en vivo, más de 20 diyéis y la presentación del afamado Sonido La Changa. Los precios de entrada son muy accesibles. Para los amantes del ambiente sonidero es imperdible.
Aunque ha padecido ciertas modificaciones, el icónico hotel Reforma básicamente conserva su arquitectura original. Ojalá algún inversionista se anime devolverle su antiguo uso y esplendor, sin duda lo vale.