on el título La izquierda, hoy, la revista Diálectica, publicada en el ámbito editorial de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), recogió un importante debate en el que participaron –si conté bien– 35 intelectuales de diversas corrientes y posiciones entre el 29 y el 30 de octubre de 1999.
El encuentro fue atendido a partir del proyecto del historiador Enrique Semo y en su convocatoria y organización contó con Enrique Doger Guerrero, entonces rector de la BUAP.
En ese debate de hace 25 años gravitaban varios episodios internacionales y nacionales, más o menos recientes, que habían impactado profundamente a la izquierda: el eurosocialismo (parlamentarismo y recambio periódico de los gobernantes mediante elecciones), que pronto derivó hacia la socialdemocracia.
En lo económico, el llamado Estado de bienestar se disolvía y era sustituido por el pacto neoliberal Reagan-Thatcher. En la URSS las reformas gorbachovistas de restructura (perestroika) y la liberalización y transparencia (glásnost) serían los heraldos negros de su colapso en 1989 y disolución formal en 1991.
El capitalismo se levantaba triunfante de la guerra fría y este triunfo se tradujo en la unipolaridad, el discurso único y la fabulación del fin de la historia con centro en Estados Unidos. La marcha hacia una integración nucleada por la izquierda del Sur global, simplemente se hizo añicos. La dispersión consecuente desembocó, para los países al sur de la potencia americana, en la versión del irónico Consenso de Washinton.
Tras el golpe brutal del Estado al movimiento democrático de 1968 y las guerrillas urbanas y rural –en cierta medida una de sus consecuencias–, México vive varias crisis que darán lugar a la ruptura en el seno del gobierno-partido postrevolucionario y a la emergencia de un primer proyecto nacional, con visos de disputarle efectivamente el poder a la decadente diada, en manos de la llamada Corriente Democrática cuyo líder es Cuauhtémoc Cárdenas. De esta ruptura surgirá el Partido de la Revolución democrática (PRD). Desde la derecha se registra el fortalecimiento del Partido Acción Nacional (PAN), fenómeno que se aúpa en la cresta del corte a la concesión bancaria por el gobierno de López Portillo.
La imposición neoliberal da al traste con diversos movimientos sociales y estructuras institucionales: la Tendencia Democrática de los electricistas, símbolo del quebranto en las organizaciones sindicales de izquierda; la lucha democrática de los estudiantes y maestros universitarios; la izquierda partidaria definida por el socialismo, y aun la ciudadela priísta. Privatizaciones, apertura indiscriminada y liberalización del mercado, neopanismo, bipartidismo tecnocrático, magnicidio, rescate bancario, pisoteo de los derechos humanos van minando hasta menguar definitivamente el consenso del PRI.
El siglo XX cierra, para México, con el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que coincide con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y México y la victoria de la oposición sobre el PRI en la Cámara de Diputados y la de Cuauhtémoc Cárdenas en el gobierno de la ciudad de México.
En el tema de los proyectos alternativos, los intelectuales de Puebla consideran al EZLN y al PRD. Sin dejar de reconocer a uno y otro sus aportes en los distintos planos de su acción e influencia, son más las críticas que reciben en cuanto a su efectiva capacidad de impulso al cambio social.
El neocardenismo logra unificar a la izquierda gracias a la perspectiva de que, por primera vez, esta fuerza –la hegemónica que proviene del PRI y la que se identifica con el socialismo– pueda derrotar en la arena electoral al viejo partido-gobierno.
Vástago de ese movimiento es el PRD. Traslada las luchas de la izquierda al hemiciclo parlamentario. Desde ahí se opone a los efectos neoliberales de la política económica y a los vicios del sistema, pero su composición y prácticas internas eran presagio de su fracaso futuro. Las bases perredistas no participaban sustancialmente en las discusiones decisorias del partido ni en un aprendizaje político que las condujera más allá de las campañas electorales detrás del caudillo y de quienes buscaban puestos de poder. Un craso oportunismo sustituía a las convicciones ideológicas y el pragmatismo resultante apenas daba para intentar reformas que, al cabo, sólo podían fortalecer al sistema.
El lenguaje del EZLN surte frescura y su matriz reivindicadora de valores erradicados de la vida pública en torno a las comunidades indígenas, así como la figura carismática de Marcos, le atraen seguidores internacionales y nacionales. Su imán principal es la renuncia al poder por las vías que ha establecido el sistema e inscribe su plataforma de lucha en la sociedad civil. Pero la disputa por el poder público tiene su mayor peso en las elecciones y el neozapatismo no logra articular un programa que contemple los grandes problemas nacionales ni una estrategia para darles solución.