La tradición alemana de los mercados de Navidad
os mercados navideños en Alemania datan de la Edad Media, pero ahora esta hermosa tradición se ha visto oscurecida luego de que el pasado viernes hubo un atentado en el de Magdeburgo, cuando fueron atropelladas decenas de personas, con cinco fallecidos y 200 heridos; una ola de tristeza embarga al país en esta temporada donde generalmente se respira paz.
Estos lugares son punto de encuentro de millones a lo largo y ancho del país y se calcula que hay al menos 3 mil. Por más que el frío arrecie, a partir del primer domingo de Adviento y durante cuatro semanas son parte esencial de la temporada navideña. Las grandes capitales estatales cuentan con mercados distribuidos en diferentes barrios, el principal suele instalarse en el centro de cada ciudad. En algunas se utilizan antiguos castillos o residencias de la vieja realeza.
La derrama económica es notable, aunque obtener un lugar se hace bajo una considerable suma. En numerosos casos, los comerciantes lo logran mediante sus ventas de esas cuatro semanas, lo que tal vez no harían durante todo el año.
Son también una oportunidad para el encuentro social, reunirse con amigos en un ambiente festivo al calor de la bebida más tradicional, el glühwein, un vino caliente dulce con especias. Dos tazas de esta tradicional bebida son el mejor remedio para sortear las bajas temperaturas invernales. También se ofrecen brebajes calientes para los pequeños y quienes evitan el alcohol.
Las miles de luces que los adornan y los innumerables árboles dan un aspecto romántico y acogedor ante la temprana caída del Sol, a las cuatro y media de la tarde. Por pequeña que sea la ciudad, es un evento imprescindible, por eso comerciantes locales o de otras regiones instalan sus puestos –pequeñas construcciones de madera– donde venden de todo.
En algunas ciudades incluso recrean un ambiente medieval, los dueños o empleados de los puestos suelen disfrazarse a la usanza de esa época, se ofrecen antigüedades o se muestran antiguos oficios como carpinteros, alfareros o herreros. Recorrer la infinidad de puestos prolíficamente adornados e iluminados es una experiencia no sólo atractiva, sino también enriquecedora para enterarse de aspectos relacionados con la historia de cada región.
Se venden infinidad de artículos navideños, artesanías regionales, indumentaria de invierno como gorras, bufandas, guantes, peletería, grabados en madera y metal que pueden incluso ser personalizados. Hay mercados que se especializan en artículos típicos en los que la creatividad no tiene límites.
La oferta gastronómica varía en cada región y también va en aumento la internacional, con puestos de delicias culinarias de Italia, Hungría, Austria, Polonia, Francia, Gran Bretaña o los países nórdicos como Finlandia o Noruega. También se ofrecen productos de Medio Oriente o Latinoamérica, como Perú o México; se pueden incluso encontrar puestos de quesadillas o burritos.
También hay espectáculos y musicales para toda la familia. El concepto ya ha sido llevado a otros rincones del mundo y existe la petición de inscribirlos en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco.
Alia Lira Hartmann, corresponsal