anuel Marín (Ciudad de México,1951) creció en un hogar donde la educación era un valor fundamental. Su infancia fue inusual: sus padres lo vestían como adulto, con pantalón azul, saco, camisa blanca y corbata con rayas rojas. En su vida diaria jugaba a representar papeles y, en ocasiones, hablaba solo. Como hijo único, vivió rodeado de adultos, lo que limitó su interacción con otros menores. Su papel en la vida era ser un niño, pero todo cambió cuando en el cumpleaños de su prima se le cayó el chocolate en la ropa y se dio cuenta de que no vestía como los otros pequeños. Ese momento marcó, quizá, el comienzo de su primera mancha abstracta
, un símbolo de su creciente conciencia sobre su lugar en el mundo.
Desde pequeño le gustaba mucho dibujar. Siempre contó con el apoyo incondicional de sus padres, quienes lo llevaron a la escuela de pintura en la Casa del Lago, en Chapultepec, entre otras, donde comenzó a desarrollar su creatividad. Su madre, llamada Armandina Acacia de la Garza Falco (en honor al árbol sagrado de la masonería, la acacia) fue maestra de primaria y luego estudió en la Normal Superior, mientras su padre, Manuel Marín González, nacido en Michoacán, estudió en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Instituto Politécnico Nacional. Durante los primeros 10 años de su vida, su madre le ayudó con las tareas y posteriormente su padre se encargó de guiarlo en sus estudios hasta los 20 años; le dedicaba una hora diaria para explicarle conceptos y resolver dudas. A pesar de la limitación de tiempo, Manuel demostró una gran capacidad para aprender.
Este apoyo familiar y su propia dedicación permitieron a Manuel convertirse en un destacado ingeniero y matemático. Sin embargo, su pasión por el arte también comenzó a florecer. Tres años después de ingresar al Politécnico, Manuel Marín se inscribió en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda del Instituto Nacional de Bellas Artes, donde exploró su creatividad y desarrolló sus habilidades artísticas.
Su primera exhibición de pintura y dibujo se llevó a cabo en 1974 en la Casa del Lago. Desde entonces, ha realizado más de 100 exposiciones individuales. Entre las más recientes se encuentran Figuraciones geométricas (2021) y Pintores de la Academia (2022), ambas en el Museo de San Carlos. También presentó Mictlán, en 2019, en el Museo de Antropología de Xalapa. Además, ha participado en más de 300 exposiciones colectivas. Su obra forma parte de colecciones públicas y privadas. Ha impartido más de 80 cursos sobre historia y teoría del arte tanto dentro como fuera de México.
Se acaba de presentar La imaginería de Manuel Marín: Escultor, pintor y profesor, en la Casa Universitaria del Libro. Esta exposición nos muestra la importante producción editorial del artista con diferentes publicaciones. El texto de sala es de Luis Ignacio Sáinz. Con esta exhibición, Marín conmemora 50 años de trayectoria artística y de trabajar en la cultura, así como cuatro décadas de colaboración en proyectos editoriales con mente abierta, curiosa y juguetona. La exposición se divide en cuatro ejes temáticos: libros infantiles como Tortugas en el espacio de papel, que obtuvo el premio de mejor libro para niños en Fráncfort, Alemania; ejemplares alternativos, que incluyen arte correo; libros ilustrados, y una cuarta sección dedicada a la investigación de la teoría del arte con libros que invitan a la reflexión sobre la pintura, la escultura y el concepto de arte, como Intenciones del ver y su trilogía: Imagen, Mirada y Figura, por mencionar algunos.
Ha logrado fusionar un juego lúdico e infantil en sus creaciones con profunda complejidad artística. Sus esculturas parecen dibujos tridimensionales que cobran vida en el espacio, como si la figura surgiera de una mirada previa. A lo largo de su carrera ha atravesado diferentes etapas iconográficas, miméticas y abstractas. Su formación artística tiene carácter social y su talento ha sido reconocido por sus colegas, quienes lo consideran un artista completo. Sus amigos escultores lo consideran un excelente pintor, mientras los artistas pintores aseguran que es un destacado escultor. Sin embargo, muchos coinciden en que su verdadera fortaleza es el dibujo.
Como escribió Antoine de Saint-Exupéry en la introducción de su libro El principito: Todos los mayores han sido primero niños, pero pocos de ellos lo recuerdan
; sin embargo, Marín es una excepción, ya que ha logrado mantener viva su mirada infantil y su capacidad de asombro. Es un ejemplo de cómo la infancia puede perdurar en la edad adulta, trascendiendo el recuerdo para convertirlo en una forma de vivir y crear. Su trabajo es un reflejo de su mirada. Al mismo tiempo, su madurez y experiencia han enriquecido su creatividad, permitiéndole producir obras que son a la vez ingenuas y profundas.