aul Krugman es un reputado economista. Controvertido también. Profesor, autor de diversos libros académicos y de interés general, así como múltiples trabajos de investigación y textos sobre asuntos económicos y políticos publicados en diversos medios. Receptor del Nobel en la especialidad. Mantuvo una larga y continua presencia como articulista de opinión en el diario The New York Times durante 25 años. El pasado 9 de diciembre publicó su última entrega.
Su estancia en ese periódico lo mantuvo presente en la discusión pública durante un largo tiempo, en el que ocurrieron hechos relevantes que marcan el desenvolvimiento de este siglo, entre ellos la profunda crisis financiera de 2007 y sus largas secuelas. Para muchos es una referencia en el seguimiento de los acontecimientos económicos y su interacción con la política y las condiciones sociales. Para otros es un economista cuyas predicciones no se cumplen y se lo reprochan.
Análisis y opinión son dos asuntos distintos, con necesarios y hasta ineludibles espacios de interacción. La predicción del curso de los procesos económicos es otra dimensión; una manera de hacerla es mediante las proyecciones económicas de corto y largo plazos basadas en modelos macroeconómicos. Son más pertinentes aquellos que apuntan al corto plazo y menos, debido a la terca incertidumbre, los que proyectan a plazos largos. Predecir en un horizonte extendido es siempre arriesgado.
Krugman participa en disputas técnicas y en la expresión de puntos de vista sobre diversas cuestiones. Es notable, por citar sólo un ejemplo, el intenso intercambio que sostuvo con el historiador conservador británico Niall Ferguson, un rudo polemista que confronta de manera sumamente crítica sus posturas en una variedad de asuntos. Es particularmente interesante, para apreciar la disputa de las opiniones, el severo embate de Ferguson en contra de las consideraciones de Krugman sobre la política monetaria de la Reserva Federal después de la crisis financiera de 2007.
La larga secuencia de las opiniones y puntos de vista que ha vertido Krugman exhibe las vicisitudes del comportamiento de la economía y la manera en que se entrelaza con cuestiones tales como la geografía y la localización de las actividades productivas, el papel de las economías de escala y muy diversos asuntos relevantes de las políticas públicas. Se trata de una perspectiva del desenvolvimiento de la sociedad y la manera en que los hechos y las condiciones que se suscitan progresivamente se plasman en la discusión y la confrontación de las ideas.
El ámbito del debate de tipo técnico o profesional es, por su naturaleza, distinto del trabajo periodístico de comentario y opinión sobre cuestiones concretas del desarrollo de los procesos sociales. El periodismo de opinión constituye un argumento que presenta un punto de vista personal sobre un asunto determinado; no pretende ser objetivo, aunque, ciertamente, ha de estar bien sustentado.
Opinar es distinto de aquello que expresa o defiende intereses particulares o de una entidad o grupo determinado. La diferencia es clara para un lector atento, aunque en ocasiones el que plasma su punto de vista lo envuelve en una argumentación adulterada.
Otra cosa, muy distinta y que no admite confusiones, sino honestidad personal e intelectual, es la idea claramente expresada por John Maynard Keynes: Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace?
. De ahí se agarró el brillante historiador Tony Judt para componer una serie de ensayos publicados bajo el título: Cuando los hechos cambian: 1995-2010
. ¿Qué otra manera hay de entender lo que ocurre en el curso del tiempo en una sociedad? Muy distinto a aferrarse a ideas y defender situaciones que llevan a empantanar el pensamiento y, también, la acción.
En su columna de despedida, Krugman señaló que cuando inició su colaboración con el Times advertía una actitud social optimista, que contrasta con el enojo y el resentimiento social que hoy se observa. Condición esta última que, según señala, no se centra sólo en la clase trabajadora que se siente traicionada por las élites, sino que, entre los más alterados, están los multimillonarios que no se sienten suficientemente admirados y se han inclinado a la derecha más dura. Muchos de ellos ahora apoyan a Trump y algunos incluso están propuestos para formar parte de su gabinete, como el ineludible Elon Musk, que estaría a cargo de impulsar la eficiencia del gobierno. Esto, dice Krugman, apunta básicamente a la mezquindad de los plutócratas
que se asocia con la denominada caquistocracia (según la RAE, es la voz que designa el gobierno ejercido por los peores o menos capaces. Se encuentra en estudio para su posible inserción en el diccionario).