l ciclón Chido, que se abatió el fin de semana pasado en las costas orientales del continente africano, afectó severamente Mozambique, las Comoras y países mediterráneos como Malawi y Zimbabue, pero los saldos más desastrosos se registraron en el archipiélago de Mayotte, perteneciente a la Unión de las Comoras, aunque sometido al dominio colonial de Francia: se teme que haya centenares de muertos en los escombros de las edificaciones precarias, especialmente en los centros urbanos de Mamoudzou (la capital), Dzaoudzi y Labattoir, y los servicios de energía eléctrica y agua potable, de por sí insuficientes, han quedado prácticamente colapsados.
El meteoro, de grado 4 y con vientos de más de 200 kilómetros por hora, es según la agencia oficial Météo-France el más severo que haya sufrido la colonia en nueve décadas. Y la excepcionalidad del ciclón ha dejado al descubierto el carácter despiadado e hipócrita del colonialismo francés.
Oficialmente, Mayotte es uno de los cinco departamentos franceses de ultramar, junto con Guadalupe, Martinica, Guayana Francesa y Reunión y, en teoría, éstos reciben del Estado un trato igual que el de la Francia continental; según la Constitución, las leyes y reglamentos que rigen en el territorio europeo de Francia, deben aplicarse en igualdad de circunstancias en los dominios que ese país conserva en el océano Índico, el Pacífico Sur y el Caribe como rescoldos de su pasado como potencia colonial.
Sin embargo, los habitantes de Mayotte, quienes formalmente lo son también de la Unión Europea, son de los más pobres del mundo, con la menor esperanza media de vida de toda Francia, con más de dos tercios de la población por debajo del umbral de pobreza, elevados índices de analfabetismo y desempleo, agudas carencias habitacionales, falta de acceso a electricidad, agua potable y servicios de salud y educación más deficientes que los de muchos países africanos, en un obsceno contraste con el nivel de vida de los franceses europeos, incluso si se toma en cuenta el deterioro que para éstos ha significado la imposición de las políticas neoliberales en su nación. Basten, para hacerse una idea de la diferencia, dos datos: en Francia hay dos médicos por cada mil habitantes, pero en Mayotte cada médico debe atender a unas diez mil personas en promedio. Por lo demás, el salario medio en la colonia del Índico es de apenas un tercio del sueldo promedio en el país europeo.
Aunque el gobierno de París ha organizado referendos para tratar de legitimar su ocupación de Mayotte, tales ejercicios no han contado con el aval internacional, por lo que la Asamblea General de las Naciones Unidas sigue refiriéndose a esas islas como islas comoranas de Mayotte
lo que refuerza la convicción de que el control francés es violatorio del derecho internacional. Y como todo dominio colonial, éste se traduce en racismo, discriminación, desigualdad, corrupción y negación sistemática de derechos básicos.
No hay ciertamente manera de evitar fenómenos naturales como los ciclones, pero si Chido se abatió con un saldo tan trágico sobre la población mayotesa, ello se debe a las misérrimas condiciones en las que vive la mayor parte de ella, en aglomeraciones de chozas y con carencias sanitarias, de comunicaciones y vialidades que ningún europeo desearía para sí. En suma, por más que se disfrace de democracia, el colonialismo sigue vivo en el mundo. Hoy, sus consecuencias están a la vista.