Opinión
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Ciudad perdida

La inutilidad de la protesta social // La derecha vulgarizó manifestaciones // Contra la extorsión

P

arece que hoy más que nunca se requiere un rediseño en el uso de la manifestación callejera, las huelgas y los plantones como medida de presión ante las autoridades, porque ya no funcionan.

Hasta no hace mucho tiempo ese tipo de protestas tenían causa. Sus motivos representaban los mayores problemas de la sociedad.

Hoy, las marchas, concentraciones, los paros y las huelgas sólo tienen intereses y se han convertido también en un instrumento de la derecha, como lo demostró la llamada marea rosa y el paro de los jueces en defensa de sus salarios.

Cosa parecida sucede con las mesas de diálogo, en las que las víctimas se convierten en victimarios y los abogados se vuelven, antes que hombres y mujeres de leyes, en vengadores despiadados que no aceptan más que sus propias razones.

Ya durante el sexenio anterior cualquier negociación se convertía en una oportunidad para que los abogados –y quienes en ellos creen– pudieran insultar a los que pretenden ayudarlos.

Y lo peor, los mismos que condenaban los plantones y las movilizaciones son quienes las alientan, las promueven y las comentan siempre y cuando que ataquen al gobierno. En pocas palabras, ¿para quién o para qué se levanta su protesta?

Pero de ninguna manera pensamos que las manifestaciones, las que se hacen para exigir justicia, puedan caer en el ámbito de lo estéril, pero es muy importante revisar el método. La derecha desgastó la protesta, la vulgarizó, la ha dejado sin efectividad.

Hoy se requieren nuevos métodos, formas y estrategias que cumplan con los motivos que las impulsan sin recurrir al insulto o a la descalificación, cuando se tiene la certeza de que se trabaja para satisfacer las demandas.

Tampoco se trata de utilizar la represión como forma de desactivar las movilizaciones, pero tal vez algunos límites que exijan responsabilidad a la autoridad demandada pudiera dar algunos buenos resultados.

De todas formas, es importante recalcar que no es posible ir a mesas de negociación cuando no se está dispuesto negociar y en lugar de propuestas, de ideas, de demandas, sólo se recurre a la descalificación y al insulto. Ese método es al que recurre la derecha y no logra eficacia. Por eso es que ahora se requieren nuevas formas de representaciones políticas reales, identificadas con el ciudadano y sus causas comunes para volver eficiente la protesta. Nada más.

De pasadita

Por fin la extorsión se ha convertido en delito. Aunque en estos tiempo se le ha unido al crimen organizado, es necesario recordar que las denuncias en contra de una gran cantidad de líderes han sido hechas desde hace mucho tiempo sin que algo se remediara.

Fue la necesidad de empleo y el gran negocio que hallaron los líderes corruptos desde los años felices del PRI que la venta callejera sufría de extorsión.

No sabemos si el que ahora será delito está comprometido con algún cártel, pero estamos seguros que opera con toda impunidad porque se trata de una cadena de ilícitos que se viven en las calles de la Ciudad de México bajo las narices de las autoridades.

Lo malo es que la extorsión también era o es una forma de organizar la venta callejera, por ejemplo, que se alimenta, hay que decirlo, de una serie de artículos que de ninguna manera cumplen con los requisitos que exige la ley para que estén a la venta.

Se trata de cosas que no tienen ningún tipo de etiqueta, que en estricto sentido no se sabe ni su procedencia ni de qué están hechos y sobre todo de dudosa calidad. De eso se alimenta casi todo el comercio callejero, de lo que comercian los vendedores chinos. Eso es una realidad.