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Chiapas hoy
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ada vez con mayor profundidad y especialización se debaten los temas de la militarización y el militarismo de México. No siempre bien intencionados, algunos trabajos son usados para golpear a tal o cual gobierno. También están quienes se niegan a aceptar el fenómeno. Sin embargo, en los numerosos ensayos, reportajes, informes y demás materiales sigue faltando una radiografía completa de las personas y grupos que en todo el país están y estuvieron al frente de las instituciones militares desde lo local hasta las altas esferas. Ésta y otras carencias de información se deben en gran parte a lo hermético de dichas instituciones, a la imposibilidad de acceder a sus archivos y los riesgos que ello implica; prácticas que, bajo el argumento de seguridad, ayudan a garantizar la impunidad.

Lo primero que hay que señalar es que la militarización en México tiene que observarse como un proceso histórico, expresado en múltiples dimensiones y escalas, vinculado a la acumulación de capital, pero también a una tendencia de reforzamiento de los centros imperiales, de lógicas autoritarias y de políticas de control y de contrainsurgencia.

En México, el poder político de las fuerzas armadas ha estado presente a lo largo del siglo XX. Aunque no hubo dictadura castrense, los militares han sido parte central de la toma de decisiones políticas y cuerpo fundamental en la constitución del México autoritario. Las fuerzas armadas no se mantuvieron iguales en todo el siglo XX: pasaron de ser un ejército emanado de la Revolución a un aparato represivo de la clase que se instaló como dominante luego de ese proceso revolucionario; y de un ejército nacional y popular a un ejército con fuerte influencia ideológica y logística de EU con su agenda contrainsurgente y geopolítica. De acuerdo con el informe de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp), de 1953 a 1996 se enviaron al menos mil efectivos militares a tomar cursos de capacitación en EU, adiestrados en técnicas de contrainsurgencia y adoctrinamiento en seguridad nacional. Algunos de esos militares participaron en los crímenes de Estado de 1968 y 1971 ( https://n9.cl/b2964).

La amplia y compleja red de poder que las fuerzas militares conformaron en todo el país se expresa de formas distintas en el territorio nacional, y es en Chiapas donde podemos observar algunas de sus varias expresiones. Vemos ahí, por ejemplo, a militares convertidos en una élite política gobernante, que administró el estado y heredó estructuras de poder a familiares y grupos cercanos. Militares aliados con caciques, finqueros y terratenientes que armaron sus guardias blancas y explotaron a poblaciones originarias. Absalon Castellanos Domínguez será uno de los más claros representantes de esta élite militar gobernante.

Tras el levantamiento zapatista (1994), observamos otras tres expresiones de la militarización en Chiapas: 1) la del Ejército Mexicano como fuerza contrainsurgente, 2) la del paramilitarismo impulsado desde el Ejército, y 3) la del surgimiento de grupos criminales asociados al propio Ejército. Revisemos brevemente este proceso.

La respuesta del gobierno de Salinas de Gortari al levantamiento zapatista fue la de enviar miles de tropas a la región, y desplegar ataques aéreos y terrestres, utilizando incluso fuerzas especiales militares ya formadas o nuevas. Uno de estos grupos de élite son los Grupos Aeromóviles de Fuerzas Especiales (Gafes), formados entre 1988 y 1994 para modernizar al Ejército Mexicano. Entrenados en el extranjero, adquirieron conocimientos de contrainsurgencia, por lo que en 1994 a los Gafes les fue asignada la misión de dar un golpe quirúrgico contra los zapatistas. Años más tarde, Arturo Guzmán Decena, Arturo Lazcano Lazcano y otros miembros de los Gafes desertaron y fundaron el sanguinario grupo criminal Los Zetas.

Pero el Ejército no sólo actuó como fuerza de contrainsurgencia y como embrión de un brazo armado del crimen organizado. Para apoyarse en sus labores, creó grupos paramilitares para intentar eliminar a las comunidades zapatistas, como quedó manifestado en el Plan de Campaña Chiapas 1994: Organizar secretamente a ciertos sectores de la población civil, entre otros, a ganaderos pequeños propietarios e individuos caracterizados con un alto sentido patriótico, quienes serán empleados a órdenes en apoyo de nuestras operaciones (https://n9.cl/qdg9r).

En años recientes las fuerzas militares en Chiapas también se han involucrado en la industria de la construcción –Tren Maya– y como policía migratoria mediante la Guardia Nacional.

Ya sea como élite política, como ejército de contrainsurgencia, como embrión de paramilitares y grupos criminales, como policía militarizada, o participando en la industria de la construcción, el proceso de militarización en Chiapas ha seguido un largo camino con pésimos resultados para los pueblos del estado.

*Sociólogo

@RaulRomero_mx