onald Trump tiene a muchos en vilo. Primero en su país, donde se plantean medidas de política interna y externa que significan alteraciones de relevancia en un amplio conjunto de cuestiones: económicas, sociales, militares, de seguridad, de gestión política y administrativa, así como en las relaciones internacionales. Con un giro radical en materia de energía y medio ambiente. Las propuestas para formar su gabinete para la administración que deberá empezar el 20 de enero de 2025 han provocado notorias controversias y muestran el perfil de mando que la definirá.
La elección le dio un mandato firme para gobernar. El retorno impetuoso de Trump ha provocado la inquietud en distintos gobiernos, diversas fuerzas políticas, grupos de población, empresas, mercados y frente a un amplio conjunto de situaciones de conflicto en el mundo.
En cuanto a las cuestiones comerciales, favorece medidas proteccionistas como la imposición de tarifas y otro tipo de regulaciones. Un rasgo relevante de las corrientes de comercio y las inversiones está definido por la absorción de Estados Unidos de los excedentes comerciales de países, como es el caso de China y Alemania; esta situación provoca inestabilidad y podría llegar a ser insostenible. Pero en las condiciones actuales aparece difícil de quebrar. El déficit comercial de Estados Unidos tiende a mantener sobrevaluado el dólar. Aunque en principio el déficit comercial debería debilitar esa moneda, hay otros factores que determinan el tipo de cambio, como son los flujos de capital que se asocian con las inversiones y la compra de títulos de deuda del gobierno. Esto se deriva de la función del dólar como moneda de reserva.
Una rebaja del valor del dólar tiene sentido en la propuesta política de Trump como medio para atraer los puestos de trabajo perdidos en el sector industrial. El voto indicó que la política comercial que propone Trump tiene un sustento entre los electores y aparece como rasgo relevante de la gestión económica que perfila. Pero una condición determinante es el papel internacional del dólar. Si se reduce la tasa de cambio de esa moneda, es decir su precio en relación con otras divisas, bajarán también las corrientes de capital. Como lo han puesto de relieve distintos analistas, si el propósito político es reducir el déficit comercial y aumentar el empleo en la industria, entonces no se puede sostener la política del dólar. Otra arista del asunto es el uso del dólar como instrumento de política exterior. Un superávit comercial (exceso de exportaciones sobre las importaciones) como el de China acarrea la entrada de divisas y representa una forma de ahorro forzoso de su población, que se invierte y coloca en títulos de deuda del Tesoro de Estados Unidos. Un cambio en la función internacional del dólar provocaría en países como China un exceso de ahorro. Y dejaría a Estados Unidos sin un instrumento de presión en la política exterior.
Se ha señalado que Trump parece poner mucha atención en las cuentas comerciales, ya que desde su perspectiva política considera el comercio internacional un juego de suma cero, donde la ganancia de uno corresponde a la pérdida del otro. La teoría del comercio internacional considera el libre intercambio como un juego de suma positiva, en el que todos ganan; aunque hay que considerar los efectos que tiene en la distribución de tales beneficios.
Este asunto tiene relación directa con México por el carácter estructural que tiene el T-MEC en los flujos del comercio e inversión y su relación directa con distintos procesos productivos, entre los que sobresale el sector automotriz. Como candidato y como presidente electo, Trump ha señalado al T-MEC y lo usa como medio de presión en su trato con México, que ocupa un lugar prominente entre los países productores y exportadores de la industria automotriz.
El sector automotriz está cambiando de forma y composición. Así lo indican los factores tecnológicos y de mercado, con el predominio de China. En Alemania hay una severa crisis en esta industria que incluso se ha definido como el rompimiento del modelo alemán, que se había sostenido en el abastecimiento de energía barata desde Rusia, factor que se alteró de modo sensible con la guerra en Ucrania y en las exportaciones a China. La situación exhibe, según se afirma, un atraso en el desarrollo de los autos eléctricos, de las baterías e incluso del software. Las utilidades caen por menores ventas y costos más altos. En el caso de Volkswagen, las ganancias bajaron 14 por ciento en el primer semestre del año y se propone cerrar tres plantas ubicadas en Alemania; en BMW la baja fue 15 por ciento y de 16 en Mercedes-Benz. Entre los 10 coches eléctricos más vendidos en el mundo no hay ninguno alemán.
Estos elementos son significativos en la manera en que se está planteando la cuestión de la integración de Norteamérica y las pautas de la política comercial que anuncia Trump. Hasta ahora han sido advertencias y planteamientos generales, alrededor de lo que se generan distintos puntos de vista sobre cómo podrá evolucionar un cambio del régimen comercial. La Secretaría de Economía deberá afinar sus posturas y analizar la situación en el campo comercial, productivo y del flujo de las inversiones, en especial en cuanto al conjunto de la industria automotriz.