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Nosotros ya no somos los mismos

Culpable o pupilo del Big Brother // García Luna sufre inconsistencias de su padrino // ¿Entiendes, Genaro?

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▲ En 2008 todo era miel sobre hojuelas entre Felipe Calderón y García Luna.Foto La Jornada
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videncia es una palabra que tiene infinidad de acepciones. En inglés más de 50 y algunas de ellas, contradictorias. Hay quienes consideran que las evidencias son sinónimo de la verdad comprobada, absoluta, prueba plena de un dicho o de un acto llevado a cabo. Otros no llegan a ese extremo, pero sí las valoran como un serio indicio de que algo que se dice aconteció o tiene grandes posibilidades de haber sucedido. Es decir, certeza plena no hay, pero sí circunstancias, condiciones, que nos permiten dar por buena la información que nos abra luces sobre un asunto en vías de confirmación.

 

Pues resulta que evidencia es la palabra que ha cobrado singular presencia en las notas informativas orales o escritas en los días que corren, al grado que depende de la interpretación que usted le dé al mentado vocablo. García Luna es culpable de todas las acciones por las que está siendo juzgado en Estados Unidos o, por el contrario, es simplemente el pequeño pupilo del Big Brother, el ahijado consentido del padrino, o el primer mandatario del estado de narcolandia.

Veamos las diferentes versiones: a mediados de octubre pasado, el periódico Reforma dedicó media plana en su primera sección, a informar sobre las declaraciones de Felipe de Jesús, a raíz de la sentencia que un tribunal estadunidense dictó en contra de quien fuera su estrechísimo colaborador, su secretario de Seguridad: 38 años de prisión.

Como ha sido su costumbre, Felipe campechaneó: por una parte le tiró una dudosa cuerda de salvamento a su contlapache. Con la declaración más torpe e inimaginable afirmó que nunca tuvo noticias de esas evidencias o sea, no se ocupó ni preocupó por corroborar si las versiones, por demás públicas, eran ciertas o sólo una volada periodística, sobre todo tomando en cuenta que los denunciantes no eran personajes anónimos, sino personas harto conocidas e identificables, como es el caso del general Tomás Ángeles Dauahare y Javier Herrera Valles, que fue coordinador de seguridad regional de la Policía Federal.

El primero de ellos da señas concretas y fácilmente corroborables: la denuncia fue directamente presentada al Presidente de la República y sucedió el 9 de mayo de 2007. La contestación la envidiaría la mafia siciliana, porque el general Ángeles Dauahare fue detenido y acusado de pertenecer al crimen organizado, imputación por la cual fue privado de su libertad y luego exonerado por falta de pruebas, y porque las evidencias aportadas nunca fueron validadas para que se constituyeran en pruebas plenas.

Vaya diferencia con las exhibidas por Breon Peace, fiscal del distrito este de Nueva York, presentadas ante el juez Brian Cogan y una docena de ciudadanos que constituyeron el jurado encargado de discernir sobre la inocencia o culpabilidad del acusado. A partir de este veredicto se definiría la sentencia merecida, de ser considerado culpable, lo que significaría obviamente que las evidencias de inocencia festinadas por Felipe de Jesús no serían otra cosa que una sutil sugerencia de no estás solo, yo seguiré solidario contigo e interviniendo por ti, nada más cuida lo que dices, porque si me descalificas, mis opiniones a tu favor serán obviamente cuestionables. Entre menos inculpado sea yo, más podré echarte la mano.

La defensa jurídica de García Luna no compartió este razonamiento e hizo una propuesta que puso punto final al asunto del valor jurídico de las evidencias calderonianas. El fiscal decidió que era ostensiblemente inútil apelar los fallos del jurado y la valoración del castigo formulada por el juez Brian Cogan, y prefirió presentar una petición de clemencia con la cual tácitamente aceptaba lo acontecido durante el juicio y sus resultados.

La gestión en pocas palabras consistía en la disminución de la condena de 38 años a otra de 30. Ante esta incontrovertible situación, Calderón todavía se ocupó en atornillar los clavos de la cruz de don Genaro. Veamos esta declaración: No he tenido acceso a las evidencias ni a los testimonios que se presentaron en el juicio, pero soy hombre de leyes y respeto la acción de los tribunales. Asumo que han actuado conforme a su leal saber y entender. Por lo mismo soy partidario de que quien infrinja ley debe asumir las consecuencias de sus actos.

No sé por qué se me vinieron a la cabeza algunas sentencias, dichos y adagios populares: Te lo digo a ti, Juan, para que lo entiendas tú, Genaro. Lo siento, Genaro, pero no alcanzó la brocha. Que se cumpla la ley en los bueyes de mi compadre. Sabiduría popular y explicación científica. ¿La entenderán?

@ortiztejeda