n los próximos meses, los dos grandes partidos de Estados Unidos tendrán que revisar las consecuencias de las elecciones que acaban de pasar. En el caso de los republicanos, si es la ruta que ha marcado Donald Trump la que quieren continuar y profundizar. En el de los demócratas, cuáles fueron los factores que ocasionaron el espectacular revés que sufrieron en su propósito de conservar la presidencia y las dos cámaras legislativas.
La fotografía de lo sucedido puede ser dramática, pero revisando cada uno de los resultados en forma aislada la catástrofe puede no ser tan grave. En la Cámara de Representantes la diferencia entre los republicanos y los demócratas, a final de cuentas, pudiera no ser tan grande.
Una vez que se descuenten los diputados que pasarán a servir en el gabinete del gobierno de Trump y se concluya el conteo y los litigios en algunos municipios, los republicanos no tendrán un margen tan amplio como se previó. Además, porque no todos los legisladores republicanos están dispuestos a firmar una carta en blanco a sus propuestas.
En el Senado la cuestión no será muy diferente; los republicanos tendrán una exigua mayoría y tampoco le darán su apoyo incondicional cuando tome las riendas del país.
Los demócratas tendrán que hacer un balance de sus errores y prepararse para los próximos comicios, evitando caer en la desesperación o la autoflagelación por lo sucedido. En diferentes medios se ha insistido en que los demócratas se olvidaron de las demandas de la clase trabajadora y su preocupación se centró en las de algunas minorías.
Si bien no sería justo ignorar sus demandas, es necesario que se pongan en el contexto de una mayoría que aún no está del todo preparada para un cambio cultural. Otro de los factores probables fue el de soslayar la necesidad de una elección primaria que tomara el pulso entre sus electores sobre su candidato a la presidencia.
Muchas cosas pueden pasar en los dos próximos años. Una de ellas es que el electorado haga un juicio de la gestión del presidente, y dadas las acciones controvertidas que Trump ha prometido instrumentar, no sería extraño que sufriera un revés electoral en el Congreso. Así ha sucedido en más de una ocasión en las votaciones que se celebran cada dos años después de que un presidente es electo. El juicio de los electores es implacable con las pifias del Ejecutivo, y suelen arrebatarle la mayoría en una o las dos cámaras legislativas al partido gobernante.
Lo que es un hecho es que Trump ganó la partida. La pregunta es si en el ánimo de la sociedad estadunidense prevalece la idea que él ha tratado de infundir sobre la necesidad de cambiar a fondo las características del Estado, como se conoce en ese país desde su fundación.
Hay muchos que piensan que no es la aspiración de las mayorías, ni el momento para hacerlo, y tampoco tendrá el tiempo suficiente para cumplir con esa pretensión.
Si bien es cierto que de las urnas surgió el deseo de un cambio, no es precisamente el que Trump insiste en imponer a toda la sociedad.
El Partido Republicano tendrá que hacer un profundo examen sobre la ruta que lo conduzca al regreso de su tradicional política conservadora, o al precipicio que Trump intenta llevarlo.
A su vez, el Partido Demócrata examinará la necesidad de recuperar la ruta que Franklin D. Roosevelt y Hugh S. Johnson delinearon mediante el New Deal y la Nueva Sociedad, con la intención de beneficiar a las mayorías, ya que hay evidencias de que desde los años 60 las élites han aislado al partido de sus electores tradicionales. La pregunta es si se entiende la necesidad de cambios paulatinos en un sistema cuyos propósitos parecen estar agotados.
En los próximos dos años se vislumbrarán las primeras señales sobre la forma en que se entendió la demanda de los electores en las urnas y la manera en que conducirá Estados Unidos su destino manifiesto
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Para Rosaura, con profundo cariño y por la admirable entereza con la que nos contagió. Abrazo solidario con la querida familia Cadena.