on frecuencia hemos fantaseado con el hecho de contar, todavía, con ese gran país que fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Con sus grandes aciertos, pero también con irrefutables errores y omisiones. Tuvimos durante muchos años el respaldo social y político, incluso económico, para algunas naciones, que nos ayudó a enfrentar las constantes bravatas del llamado primer mundo, que no eran otra cosa que un grupo de países imperialistas, voraces y represores, con Estados Unidos al frente.
Con la remembranza de la extinta URSS, no quiere decir que vivimos de la nostalgia, al contrario. Seguimos buscando con anhelo ese movimiento social, organización o política pública que rencauce la lucha revolucionaria por el socialismo, primero, y por el comunismo en un futuro, esperemos, cercano.
Hace aproximadamente siete años tuvimos la oportunidad de leer un artículo de la revista cubana digital Tizza, que se ha encargado de contribuir a difundir la memoria histórica de las distintas experiencias revolucionarias en el mundo, sus opciones, aciertos, errores y aportes fundamentales a la cultura de la resistencia y al pase a la ofensiva.
Esto último, acerca de la resistencia y el paso a la ofensiva, nos permite reflexionar que, en realidad, la lucha de la sociedad se ha estado llevando a cabo como una agenda cotidiana de la mayoría de las organizaciones que han tomado el rumbo de la izquierda.
Nuestras organizaciones llamadas revolucionarias y de izquierda, también cuentan con un historial muy grande. El paso de la resistencia a los años neoliberales, después de un enorme desgaste de aquellas agrupaciones que han transitado por todas las etapas para su consolidación, es decir, que han cumplido su cuota en clandestinidad, persecución, represión, ninguneo, consolidación y, en diversos casos, su desaparición, van quedando en la memoria colectiva. Así es la dialéctica de la vida.
Sin embargo, este permanente movimiento de la vida social y política de nuestra humanidad es lo que nos mantiene en la lucha por la vida, en todos los sentidos.
Hoy, contamos con un movimiento social y político en el poder. No abundamos en el análisis de quiénes lo conforman, si es bueno o malo. Simplemente, existe y se irá consolidando, si es que los pasos que se den a futuro se realizan con firmeza absoluta, sin simulacros y con el espíritu revolucionario inclaudicable, como el que logró el extinto Partido Comunista Mexicano. Es importante para la preparación política de cada militante, la revisión de la historia de las organizaciones que han surgido en nuestro país.
¿Qué pasó entonces con la URSS? El conflicto interno ya había hecho el daño final. Su desaparición se veía venir. Tal vez no con la dimensión de un daño mundial irreparable como lo fue ese derrumbe. Simplemente, se apagaba, por el momento, la esperanza llamada sociedad rumbo al socialismo
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El sentimiento colectivo de aquel julio de 1990, una vez realizado el 28 Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, el PCUS, admirado por muchos y temido, también, por otros tantos, fue claro: estaban llevando a cabo el último encuentro de los comunistas soviéticos.
El desenlace también fue muy claro: regresaba el capitalismo. Se impuso el aspecto mercantil de la vida social y fracasó el esfuerzo por la creación de una sociedad más humanitaria y libre de ataduras materiales. Quedó demostrado que la semilla de la oligarquía rusa no desapareció con la fundación del Estado soviético.
El análisis del editorial de Tizza fue el siguiente: ya en 1989, en Polonia, Solidaridad había vencido al POUP en las elecciones, y tras el derrumbe del muro de Berlín, la reunificación alemana, que se consagraría finalmente en octubre de 1990, era inaplazable. Otra media docena de estados liderados por partidos comunistas habían comenzado sendas transiciones. En la propia URSS, incidentes en 1986, en Kazajistán, y 1988, en Nagorno Karabaj, daban cuenta de tensiones dentro de la Unión, así como de la proliferación de fracturas dentro del propio partido según un eje de conflicto territorial. Así estuvieron las cosas.
Por otro lado, los aspectos del deterioro económico fueron de gran peso para la desaparición del gigante comunista, fundado por grandes personalidades entrañables como lo fueron Lenin y los bolcheviques. La fluidez del dinero entre la población se complicaba. Entre 1989 y 1990 el PIB descendió entre 2 y 6 por ciento, causando gran inestabilidad económica. La situación del empobrecimiento acelerado de la gente se asemejaba cada vez más a las carencias de la época de guerra. Caldo de cultivo infalible para debilitar al Estado de los comunistas, otrora fuerte y casi invencible.
El pasaje histórico de nuestros camaradas soviéticos, cuyo país admiramos y que, también, en el fondo, añoramos, nos permite mirar alrededor y analizar a profundidad aquellos pasos que debemos dar como sociedad comprometida con un futuro más digno y duradero para nuestro país.
Se vale añorar, se vale soñar y, por supuesto, se vale dar todo lo que nos queda de fuerzas y de voluntad política, para lograr las mejores metas, que después de años de lucha hemos podido diseñar en conjunto.
Quienes quieran ser parte del cambio que propone la 4T, que trabajen al ritmo necesario y, quienes no, pues que propongan una solución para que la gente vea que también el neoliberalismo es fuente de inspiración. Algo muy difícil.
(Colaboró Ruxi Mendieta)