Dictadura sobre las necesidades. La visión de György Márkus sobre el socialismo realmente existente/ VIII
ue los líderes del partido, en los países socialistas de Europa Oriental (PSEO) concentraran un asombroso poder económico y político, cuyas consecuencias, entre otras, fueron su ‘derecho’ al desperdicio, la sobreinversión, inutilización de acervos, mercados de vendedores, cuellos de botella, exceso de mano de obra, continúa el texto de György Márkus (GM) en Dictadura sobre las necesidades. Estos hechos, añade, sugieren que la economía no sólo desempeña el rol de condiciones materiales restrictivas, cuyo cambio depende de decisiones de la politocracia. También delimita las posibles direcciones de su propio desarrollo y en este sentido preserva cierta autonomía. Quizás habría que decir que la voluntad política de la élite está determinada en última instancia por la estructura económica de la sociedad, concluye GM, lo que parecería menos fuerte al considerar que las decisiones de la cúspide política no son tan arbitrarias/omnipotentes como la descripción previa sugiere. La relación entre la cúspide política y los estratos inferiores no es un flujo en un sentido único. Su poder decisorio está en un sentido restringido por las demandas, actitudes y opiniones que prevalecen en el aparato. Las condiciones creadas son favorables para la fabricación de un carisma. Aunque es el único cuerpo que toma decisiones, el liderazgo político no puede tomar decisiones contrarias a las actitudes prevalecientes en el aparato político. Incluso primeros secretarios como Jrushchov pueden ser removidos si pierden el contacto con el aparato. Pero estos frenos sólo se convierten en restricciones en situaciones de crisis. En este sentido, la élite dominante también ejerce su poder como fiduciario. Hemos esbozado, dice GM, los argumentos a favor de la segunda respuesta/conceptualización de las relaciones de propiedad (RP) reales en los PSEO: como propiedad colectiva del conjunto de la burocracia. Por ello, sus miembros pueden considerarse como clase gobernante única. Esta concepción de las RP no sólo afirma que el aparato burocrático ejerce las funciones de disposición y control sobre los medios de producción nacionalizados en los PSEO; también hace realidad sus intereses comunes; por tanto, el interés general del Estado es sólo realmente el interés colectivo de este estrato/clase gobernante. Las decisiones de este aparato deben ser explicables sobre la base de esta última consideración, para hacer significativa la tesis de la burocracia como propietario colectivo. Pero aquí surgen dificultades, pues o bien esta concepción tiene que dejar estos intereses sin especificar, con lo que perderían todo significado, o bien puede especificarlos afirmando que la maximización del excedente total apropiado por el conjunto de burócratas constituye el principio determinante de todo el proceso de reproducción social –y en este caso sería falso. Un interés colectivo sin especificar dejaría abierta la cuestión sobre la política económica adecuada. Significaría reafirmar el carácter arbitrario de las decisiones, no sólo de la élite, sino de toda la burocracia. Esto haría la tesis aún menos convincente.
Si uno trata de especificar este interés común, surge la pregunta de qué tanto los miembros de un aparato segmentado y jerárquico comparten intereses. Los burócratas (del Este u Occidente) están quizás primariamente interesados en asegurar su promoción que no es aditivo y no puede ser la base de un interés colectivo. Por tanto, quienes insisten en la existencia de una nueva clase de propietarios colectivos en los PSEO, tienen que sostener que es el impulso de mejorar sus ‘ganancias’ y privilegios lo que de hecho motiva a los burócratas, y que es este interés colectivo el que determina la dirección de la política económica del Estado y el carácter del desarrollo económico. Pero aún en casos (como el de la vivienda) en que opera este motivo, es en sí insuficiente para explicar el derroche como característica preocupante de estas economías. Los argumentos contra la maximización de la ganancia como principio determinante del funcionamiento de las economías, también testificarían contra esta concepción que conlleva además la carga de la igualación (no convincente) de ganancia con los ingresos (abiertos y ocultos) de la burocracia. GM hace dos observaciones al respecto: 1) Los costos de mantener la burocracia están creciendo en los PSEO como proporción del producto nacional; en este sentido la burocracia se apropia de una porción creciente de éste. Pero esto se debe al aumento del número de burócratas más que a un ingreso diferencial real a favor de estos. Si es el motivo-ganancia –en el sentido de beneficios materiales recibidos por los burócratas– lo que dirige el funcionamiento integral de estas economías, entonces sí son un milagro de ineficiencia e irracionalidad, pues los miembros de alto rango del aparato ganan en términos reales, mucho menos que algunos pequeños empresarios exitosos que son parias sociales de estos regímenes. Las resoluciones para revertir el cociente en deterioro constante entre personas en la producción directa y en administración, son frecuentes y nadie se opone a ellas, pero son inefectivas. Esto no se explica por una irracionalidad mística, sino más bien a que en una sociedad donde todo el ejercicio del poder tiene carácter fiduciario y donde el control desde abajo está excluido, una constante reduplicación de los sistemas de supervisión es una tendencia inherente e irresistible. Los intentos de descentralización en búsqueda de mayor eficiencia se contrarrestan con intentos de imponer nuevas verificaciones, nuevos sistemas de control para evitar que cualquier unidad se vuelva tan efectiva que pueda seguir su propio conjunto de objetivos. Esto explica que el aparato administrativo crezca a pesar de los intentos de reducirlo. Es porque los intereses materiales de los burócratas no son idénticos al interés general y no hay otro mecanismo para acercarlos, sino sólo el de restricciones externas y verificaciones impuestas por otros burócratas, que todo el aparato se vuelve cada vez más difícil de manejar, contra la voluntad y el interés de todos. 2) No debe olvidarse que los burócratas también son consumidores. Con excepción de quienes pertenecen a la élite gobernante más alta, donde los efectos de los desabastecimientos y la escasez son neutralizados por los privilegios que gozan, los miembros del aparato del poder son afectados por la orientación anticonsumista de estas economías. Además, la suboferta de factores de producción hace más difícil y riesgosa la administración. Si los intereses colectivos de la burocracia (aumentar sus ganancias personales) fuesen determinantes, entonces la nueva clase gobernante sería la más ineficaz de la historia: beneficios exiguos a pesar de sus enormes facultades. El interés que se persigue no puede caracterizarse ni como la percepción propia de los involucrados de lo que es mejor para ellos, ni como una posición común compartida, por lo cual queda sin especificar y las RP permanecen tan oscuras como antes. Pero esto no es quizás un resultado totalmente negativo. Puede verse como indicativo que la noción de interés sociológicamente concebida no puede jugar un rol explicativo en estas sociedades como el que se usa en los análisis del capitalismo.