o hace mucho, estudiantes de posgrado de El Colegio de México (Colmex) invitaron a una reunión a un grupo de personas que habían participado en el 68. Nunca lo dijeron tal cual, pero esa tarde-noche, había una especie de interés en, literalmente, no dejar ir, sin antes hablar con miembros de una generación que consideraban importante por su papel en la historia del país vivida desde la universidad en rebelión.
Para algunos invitados, en sentido contrario, fue interesante constatar que hay fuertes corrientes de pensamiento y emoción generados por la historia de la universidad pública mexicana, aunque no aparecen a simple vista. Esa historia no suele ser reconocida por los funcionarios –la ocultan como una manera de exorcizarla de impedir que contamine– y por eso repentina y sorpresivamente aparece, no se sabe bien cuándo, dónde, con un paro, una marcha o una huelga de enorme fuerza y profundidad.
Las movilizaciones por la autonomía plena, a finales de los años 20 y comienzo de los 30, no se explican sin el impacto y conexión que tuvo la Revolución de 1910 en la excluyente universidad nacional del porfiriato. Tampoco se explican las luchas universitarias del 68 y década de 1970 sin las rebeliones campesino-magisteriales a partir de Lucio Cabañas, los presos políticos del 58. Y el surgimiento del EZLN, en 1994, contribuye al radicalismo del conflicto laboral en la UAM en 1994 contra los tortibonos
(becas y estímulos a académicos), y luego la huelga de casi un año en la UNAM.
Y sin el impacto del movimiento magisterial de 2012-2018, de Ayotzinapa, del paro en el IPN y de las luchas feministas no se entienden las luchas como en la UNAM y UAM en 2019-2023, ni la actual insistencia de la UPN en lograr su autonomía.
Es una historia aséptica, como en la UAM, donde se celebran 50 años de existencia sin mencionar las contribuciones de académicos y administrativos del 68, de la introducción de exámenes de oposición por el SITUAM y de las luchas estudiantiles por la democracia institucional y contra el Ceneval.
En este contexto nacional que se prefiere olvidar, ahora aparece la increíble resistencia palestina frente a la barbarie genocida de Israel que destruye sus universidades y cultura, que extermina por hambre y cuyas bombas se traducen en muerte y amputaciones a niños.
Un referente mundial del horror que el propio Israel se ha encargado una y otra vez de reiterarlo y lograr así que no pierdan vigencia las condenas y reclamos internacionales. Es algo que hiere profunda y personalmente a los jóvenes; les refiere a su propia historia de despojos y desesperanza. Trae al 42, al 68, al 10 de junio, a Ayotzinapa, a la historia de un siglo de represión y décadas de rechazados y de precarios en las universidades.
Y se abre aún más el abismo que separa a los estudiantes de los usuales funcionarios (que no quieren siquiera decir la palabra Gaza
ni, en sus celebraciones de historia, mencionar Tlatelolco
, Ayotzinapa
o, rechazados
y precarios
) . Y porque no nombrar es no reconocer, no saben el mundo real de su propia comunidad.
Y por eso en la UAM, el Colegio Académico batea a los “ profes temporales” a pesar de estar incluidos en un acuerdo de solución firmado con la rectoría. Y al repasar la historia con celebraciones, no se menciona y no se reconoce que se toleró el uso del Ejército para expulsar a familias campesinas y así crear la unidad UAM Lerma; que hace años se disfrazó de calidad académica
el convenio con la industria militar estadunidense, y que hoy se insiste en que sus estudiantes, al ingresar, declaren el color de su piel.
Y nada dice respecto del rechazo que junto con la UNAM, IPN y otras instituciones hacen de decenas de miles de jóvenes declarados incapaces
para cursar estudios superiores porque no obtienen el puntaje apropiado en los exámenes de selección/exclusión. Y, ni por equívoco, se menciona la posibilidad de que este rechazo sistemático principalmente a las mujeres en México, uno de los países en el mundo que más evalúa, tenga que ver con el creciente suicidio de las jóvenes mexicanas.
Porque, como reporta una investigadora de la propia UAM (Ortiz, Hilda: Salud mental, vol. 46, núm. 6), en el mundo el suicidio juvenil es de 22.8 por ciento, pero en México, 43 por ciento. Y en 1990-2020, el suicidio de los jóvenes mexicanos creció 178 por ciento, pero el de las jóvenes, 285 por ciento. Y que en este año fuentes directas confirman la trágica relación examen-suicidio. En contraste con el silencio y en medio de un panorama mundial indiferente, los funcionarios, profesores y estudiantes de El Colegio de México, con su desvinculación de la militarmente involucrada Universidad Hebrea de Jerusalén, están diciendo que sí es posible y válido apoyar a sus profesores y estudiantes, sí tienen razón en sus protestas y, para salvar a muchos, sí hay que hacerlo público.
Recordamos con afecto a Humberto Muñoz, de la UNAM
* UAM-X