Jueves 5 de diciembre de 2024, p. 6
En su versión de La bohème, que se estrena hoy en el Palacio de Bellas Artes como el último título del año de la Compañía Nacional de Ópera, la directora de escena Ruby Tagle Willingham no se limita a montar una de las creaciones más famosas de Giacomo Puccini (1858-1924) y de las más representadas en el mundo, pues gracias a la magia del arte teatral invoca al espectro del mismísimo compositor italiano y lo trae a escena, como un actor más, para rendirle homenaje por su centenario luctuoso.
A 100 años de su muerte, y con la figura tan grande que es, me interesaba la presencia de Puccini en escena. Por eso sitúo el montaje en el 29 de noviembre de 1924, fecha en la que él falleció, y no en la época en que ocurre la historia (la década de 1840). Aquí aparece en ese momento previo a la muerte en el que uno revisita por última vez su vida y su obra
, explica la también coreógrafa a La Jornada en una pausa del ensayo general.
Me parecía pertinente tenerlo en escena y en una especie de ensoñación que le permite observar y convivir con los personajes que él ha creado. Es una ensoñación de muerte; hay una alegoría de la muerte, no una literalidad. Lo que más me importa en la puesta es el espíritu de Puccini, la pasión y el romanticismo en sus personajes. Esa altura emocional y sentimental era preponderante
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Amén de rendir tributo a uno de los compositores más influyentes y famosos de todos los tiempos, autor de otras óperas sempiternas, como Tosca o Madama Butterfly, uno de los principales aspectos que Ruby Tagle busca acentuar en La bohème es la condición humana.
La historia se cuenta más desde lo humano que desde los objetos. ¿Qué es la pasión?, ¿qué son los encuentros, los desencuentros, el miedo, la renuncia?
Aseguró que Puccini fue un genio que supo exacerbar con su música esos profundos aspectos emocionales, y en lo personal fue un hombre gozoso, un sibarita que vivió muy bien de su música. Algo insólito, dice, ya que casi nunca los artistas viven bien de sus creaciones.
Él lo logró, y era un personaje desparpajado; no en su manera de vestir, sino en términos de sus relaciones amorosas. Sin embargo, en un hecho interesante, otra de sus características es el poderío y fortaleza de los personajes femeninos en sus óperas, a pesar de que fue brutal; rompió tantos corazones, enloqueció a su mujer de celos y una niña se suicidó porque le hicieron creer que tenía una relación con él. Condición humana, pues...
De su propuesta estilística en el montaje, la creadora escénica detalla que tomó como referencia libérrima la estética expresionista de Egon Schiele: los personajes se encuentran de noche, al alba y al atardecer, con la presencia del crudo invierno y la Luna por testigos. Son seres lánguidos, pálidos, hambrientos, con frío, sin dinero y a la vez ebullicientes y plenos de vida y sueños
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Para la creadora, la gran enseñanza de esta obra es la vigencia permanente del amor: “Me inspiré en la historia de Sólo los amantes sobreviven, película de Jim Jarmusch, porque de pronto veo casi vampiros a los personajes: viven en la penumbra casi todo el tiempo, con hambre, frío, solitarios, atrevidos, en situación límite. Pienso que, ante la precariedad social, material y económica, sólo los amantes y el amor sobreviven; lo digo más allá del romanticismo. Sí, lo digo desde el idealismo, pero creo que el Eros es la vida. Puccini nos tiene que decir eso. Su música permanecerá para siempre. La pretensión es hablar de la condición humana y de que el amor nos salva”.
Integran el elenco Eugenia Garza y Jennifer Velasco; Mario Chang y César Delgado; Lucía Salas; Daniel Gallegos; Josué Cerón; David Echeverría y José Luis Reynoso; Juan Marcos Martínez y José Luis Gutiérrez. Participan la orquesta y el coro del Teatro de Bellas Artes, con la dirección concertadora de Óliver Díaz, así como el Grupo Coral Ágape. Las funciones son 5, 8, 10 y 15 de diciembre, martes y jueves a las 20 horas y domingos a las 17 horas, en la sala principal del Palacio de Bellas Artes.