uando los moscos nos pican y zumban alrededor de los oídos, ¿qué hacemos? Tomamos el matamoscas, los ahuyentamos, lanzamos insecticida al aire, a pesar de que esto signifique un riesgo para mascotas y dueños de las mascotas. Con todo eso, logramos un poco de paz, pero no acabamos con la plaga; para ponerle fin, no basta perseguir a los mosquitos, pues volverán otros, si no tomamos la providencia de secar el charco del que salen y en el cual se reproducen; todo mundo sabe que donde hay agua estancada, charquitos grandes o pequeños, medio sucios o muy sucios, habrá también la molesta plaga que me sirve para iniciar esta colaboración.
Un mal no se acaba si no se combaten sus causas; a lo que quiero hoy referirme es a la violencia, a la delincuencia que se combate pero no se extermina; las fiscalías investigan los delitos cuando ya se cometieron y los jueces dictan sentencias después de meses y a veces años y otras veces décadas, porque los procedimientos son complicados y muy largos; en el mejor de los casos, la fiscalía, logra acreditar los hechos delictivos y la responsabilidad del indiciado, pero todo esto es a posteriori, cuando el daño, efecto del hecho punible, tuvo lugar y los efectos, a veces irreparables ya fueron causados.
Sin duda el deber del Estado es perseguir el delito, combatir la violencia y la inseguridad; no se justifica una organización política, un Estado moderno si no cuenta con un aparato jurídico y policiaco para otorgar seguridad y cuidar el orden. Como se sabe, la seguridad y el orden son, junto con la justicia los fines específicos del derecho y por tanto del Estado.
Lo que pasa es que, si nos concretamos a investigar, a detener a los presuntos culpables y llevarlos ante el juez, estamos actuando como quien mata mosquitos con sus manos, cuando los ve volando o cuando acaban de picarnos; esto es, a toro pasado
y lo que quiero destacar es que esto, la persecución de los delitos nunca es bastante para justificar las acciones del Estado y las exigencias de los ciudadanos. Al lado de la sanción es indispensable una acción preventiva, tratar de evitar que los delitos se cometan. Se trata no sólo de perseguir y sancionar, sino también de prevenir, secar el charco. No digo que no se sancionen los actos antisociales cuando ya se cometieron, pero hay que dejar bien claro que eso no será suficiente; para acercarnos a la seguridad y la paz que anhelamos, sin abandonar las acciones persecutorias y sancionadoras tenemos que evitar las causas y circunstancias que alienten o permitan la comisión de los ilícitos.
Los delitos no surgen por generación espontánea, requieren de un ambiente propicio que los favorezca y los haga posibles; un ambiente social y económico y aun cultural en el cual se tenga la sensación y se haga pensar que es posible la impunidad o al menos se permita suponer que así será.
Esta reflexión y propuesta no constituye una novedad. Se ha dicho y escrito que se puede multiplicar el número de policías; sus armas pueden ser más eficaces y sus agentes muy bien entrenados; podemos aumentar los años de cárcel para quienes cometan delitos y construir muchas cárceles modelo, donde el aislamiento sea mayor y la seguridad extrema, pero no será bastante; si no combatimos las causas que los provocan o que los prohíjan, los delitos seguirán cometiéndose. Se trata de una pinza: por un lado se debe continuar con la persecución de los delitos, pero el otro lado es indispensable prevenir creando ambientes que socialmente dificulten o impidan la inseguridad y la violencia.
Hay dos tipos de acciones preventivas. Una es de carácter material: se trata de evitar espacios urbanos o rurales propicios para ocultarse, donde no sea posible que se preste auxilio o donde no haya testigos; prevenir es entonces evitar escondites como recovecos o espacios solitarios. Para ello, las medidas preventivas corresponden a las autoridades municipales, es necesario el alumbrado público suficiente y permanente, despejar las calles de obstáculos y recovecos, organizar vigilancia preventiva permanente, suprimiendo también lugares por los que se pueda escapar rápidamente o esconderse con facilidad.
Ese tipo de prevención es necesaria y sus resultados se pueden comprobar de inmediato; gobiernos municipales y autoridades administrativas son quienes deben de hacerse cargo.
Hay otro tipo de prevención de fondo y más eficaz basada en la educación y el fomento de las actividades sociales, principalmente crear opiniones generalizadas que condenen a los delincuentes y no los conviertan en modelos de los jóvenes.
Este tipo de prevención corresponde tanto al Estado como a la sociedad; se debe actuar, por una parte, alentando las virtudes sociales, como la solidaridad y la justicia social, y, por otra, proporcionar educación de calidad, espacios para la recreación, el arte, la cultura y otras actividades que eleven la convivencia y la calidad humana.