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Sitio de cohesión comunitaria, testigo de la historia y la fe de generaciones: Miguel Nieto

El dueño del Salón Los Ángeles cuenta en entrevista aspectos relevantes del santuario como símbolo espiritual y cultural para los vecinos de la Guerrero

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▲ Dos de los vitrales fabricados entre 1900 y 1913 por la Casa Mayer, en Alemania.Foto Roberto García Ortiz
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▲ Fragmento de uno de los murales que están en reparación.Foto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Lunes 25 de noviembre de 2024, p. 3

En Lerdo 178, en el corazón de la colonia Guerrero, el Santuario de Nuestra Señora de Los Ángeles se alza como símbolo espiritual y cultural para los habitantes de la zona.

Miguel Nieto, propietario del emblemático Salón Los Ángeles, conocido como la cuna del baile y referente de la cultura popular capitalina, describe el templo como mucho más que una joya arquitectónica neoclásica: es un espacio de cohesión comunitaria, testigo de la historia y fe de generaciones.

Uno de los elementos que dan gran relevancia al santuario es la imagen que alberga de Nuestra Señora de Los Ángeles, pintada en un muro de adobe que data de 1580. Según Nieto, su conservación bordea lo sobrenatural.

Durante la inundación de la Ciudad de México en 1629, los indígenas protegieron la imagen con petates. Al descubrirla, no tenía daños significativos. Eso fortaleció la fe en ella y motivó la construcción del Santuario.

Cada 2 de agosto, el templo celebra la fiesta en honor a la Virgen de Los Ángeles, que atrae gran cantidad de lugareños y visitantes.

Nieto contó que el recinto también guarda una conexión especial con Mario Moreno Cantinflas, figura emblemática del cine mexicano, quien fue acólito en este templo. Él vivía a la vuelta, en lo que ahora es el Eje Central, antes conocido como Santa María La Redonda.

Este personaje de la cultura popular mexicana simboliza la conexión entre el templo y el Salón Los Ángeles. Además de coincidir en el nombre, compartían a los parroquianos: muchos de los principales asistentes a las celebraciones religiosas del santuario, también lo son de los bailes del salón.

Otro aspecto del recinto es que jugó un papel crucial durante la guerra cristera (1926-1929), cuando se convirtió en punto de resistencia religiosa.

Miguel Nieto cuenta en entrevista que a pesar de las restricciones impuestas por el gobierno, la comunidad que rodeaba a la iglesia mantuvo su fe, organizó ceremonias clandestinas y protegió sus símbolos religiosos.