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Historias del Poder Judicial
Beneficia juez a pederasta de NL con prisión domiciliaria

Jacobo Kalifa Cueva, empresario de bienes raíces, pintor y cantante, abusó de hijos de sus amistades

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▲ Kalifa Cueva ingresó al penal de Apodaca el 1º de septiembre de 2023, pero el togado Cárdenas Reyna lo liberó.Foto La Jornada
 
Periódico La Jornada
Domingo 17 de noviembre de 2024, p. 9

Esta es la historia de una traición nefanda, la historia de un grupo de compañeros que estudiaron en el Colegio Irlandés de los Legionarios de Cristo y siguieron siendo amigos toda su vida, hasta que uno de ellos abusó de sus hijos.

Jamás imaginaron que Jacobo Kalifa Cueva se convertiría en pederasta. Durante años, los amigos, ya casados, convivieron con él en sus casas, ranchos, hoteles; incluso en viajes, vacaciones, bautizos, primeras comuniones, bodas, funerales, posadas…

Es muy niñero, decía su esposa Roberta de la Fuente Martínez, cuando Jacobo dejaba el grupo de adultos y se iba a jugar con los niños de todos, incluido su propio hijo. Nunca sospecharon que esos juegos incluían el abuso sexual.

Todos ellos son habitantes de este municipio, el más rico de México y América Latina, asiduos de los suplementos sociales de los periódicos locales y donde el estatus económico es importante y va unido a la imagen y al qué dirán.

Pero los niños no saben de apellidos de abolengo ni fortunas; ni de doble moral. Sus vidas dieron un vuelco y fueron dando señales de las secuelas emocionales del abuso en su comportamiento cotidiano. Algunos siendo brillantes, alegres y sociables, cambiaron su personalidad y se volvieron tristes, aislados, irascibles, retraídos.

En mayo de 2022, la mayor de todos rompió el cerco de silencio después de años de abusos. No quiero que pierdas a tu mejor amigo, le dijo a su padre Raymundo Javier Martínez Berlanga, éste le contestó: La que me importa eres tú, siempre te voy a defender a ti. Ella añadió: No me gusta que mi tío Jacobo nos dé besos salivosos en el cachete, dile que ya no me salude.

Su amiga, preocupada por los demás, ya había hecho lo mismo lanzando la primera señal de alerta a su mamá: No me dejes nunca sola con mi tío Jacobo, le dijo sin mayor explicación a su mamá Ana Sofía Martínez Pro, madre de dos niñas y un niño. Al día siguiente, añadió: Ya me acordé por qué no quiero estar con mi tío Jacobo, es que me toca mis partes íntimas, me mete el dedo, se siente horrible. No quiero que lo siga haciendo, ni tampoco que se lo haga más a los demás.

Fue un jarro de agua fría para ambos padres. Ana Sofía se lo dijo a Raymundo y decidieron ir a la Fundación El Roble que atiende casos de abuso sexual. Y comprobaron entonces que Jacobo había abusado durante años, de niñas y niños de entre cinco y 12 años de edad, de amigos y familiares; con tocamientos lascivos, penetración de dedos y sexo oral; aunque sólo dos familias estuvieron dispuestas a denunciar penalmente.

Jacobo fue denunciado y vinculado a proceso por los delitos de atentados al pudor agravados y abuso sexual agravado, con la carpeta judicial número 17027/2023. Los testimonios incluyen 12 eventos de abuso sexual contra menores.

“Lo metimos a la cárcel el 1º de septiembre de 2023; estuvo un mes en el penal de Apodaca, pero el juez Walter Daniel Cárdenas Reyna lo liberó por palancas políticas y por dinero. Le dio arresto domiciliario defendiendo los derechos del acusado. Y yo pregunto: ¿Y los derechos de las víctimas, de los niños?, dice en entrevista con La Jornada el abogado Gabriel Garza Fernández.

Romper el silencio

De manera valiente, Berta Jean Haddock Martínez y Raymundo Javier Martínez Berlanga, padres de dos niñas de ocho y 12 años, decidieron denunciar no sólo por sus hijas, sino para proteger a más menores. Lo hicieron a pesar de los condicionamientos sociales y su relación de amistad y parentesco con Jacobo y su ahora ex esposa Roberta.

Raymundo recuerda que Jacobo era su amigo desde prescolar hasta la carrera de licenciado en administración de empresas, que ambos cursaron en el Tec de Monterrey: Teníamos un grupo de ocho amigos y otro grupo en común de otros ocho; luego creció con nuestras esposas. Eramos muy unidos, tanto, que mi hermana se casó con su hermano. De hecho, tenía 20 años cuando conocí a mi esposa Berta por Roberta, que es su prima segunda y fue quien nos presentó. Estamos vinculados por todas partes, dijo en entrevista.

Delincuente con influencias

Jacobo Kalifa Cueva es pintor y cantante. También se dedica a las bienes raíces. Durante años, comían todos los viernes en casa de Raymundo y Berta con los niños. Además, viajaban todos a Cuatro Ciénegas, Cancún y otros lugares. Pero las acusaciones eran muy graves y cuando los pequeños contaron lo que les hacía, Raymundo lo confrontó: Ya sabemos lo que les has hecho a los niños. Tienes dos horas para que se lo confieses a tu esposa, le dijo. Y Jacobo contestó: No sé de qué me hablas. Indignado, Raymundo remató: Te vamos a meter al tambo.

Cuentan que Jacobo se defendió acusando a los niños de mentirosos. Y su entonces esposa Roberta lo apoyó. Su hermano, Javier Kalifa, intentó arreglar las cosas para evitar una denuncia penal y mantener el asunto hermético. Al mismo tiempo, amenazaba y aprovechaba su cercanía con el priísta acusado de corrupción Paco Cienfuegos y el alcalde de Monterrey, Adrián de la Garza, quien opera el Poder Judicial de Nuevo León y de esa forma ofrecerle la protección al pederasta.

Lo que querían era el silencio, era lo único que les importaba, dijo Berta y añadió: Nuestra vida cambió drásticamente. Te separas de un amigo, lo odias a la vez, nuestras hijas están sufriendo, sientes que te lo hicieron a ti y luego te amenazan. Fue muy difícil. Afortunadamente las atendimos inmediatamente con sicólogas y van muy bien.

¿Niñero o pederasta?

La Jornada ha tenido acceso a la carpeta de investigación de la Fiscalía General de Justicia de Nuevo León número 1157/2022-UILMTY-DSEX con más de 200 páginas. Y de la misma se desprende el modus operandi de Jacobo para abusar de niñas y niños.

El abuso ocurría mientras los cargaba, cuando jugaba con ellos en la piscina, los paseaba en la moto o montaba a caballo. Aprovechaba cualquier ocasión para tocarlos o frotar su miembro en sus cuerpos. Los encerraba en el baño, en una habitación o bien en el coche.

Cuando las víctimas se quejaban o lloraban, los amenazaba, además les aseguraba que si decían algo no les iban a creer. Los niños le tenían miedo. Unos y otros eran testigos de lo que ocurría con otros niños, mientras sus padres convivían e ignoraban lo sucedido.

Niñas y niños fueron evaluados durante varios días en El Roble: “La violencia sexual contra menores es una forma de violación de sus derechos humanos y tiene graves secuelas para la salud mental y emocional de las víctimas. Dentro de las fases de abuso sexual se encuentran: las de captación, en donde el victimario selecciona a la víctima y gana su confianza, y la de interacción, en donde las caricias afectivas están cargadas de intencionalidad sexual y hacen que la víctima se encuentre confundida”.

En Servicios Periciales, las menores fueron atendidas por las sicólogas María de Jesús Meza Peña y María Eugenia Báez García, con dibujos y otras técnicas que permitieron definir a los niños como víctimas de agresión sexual.

Víctima uno: Hay una persona muy mala que me tocaba las partes privadas, me tocaba aquí donde hago pipí y yo le gritaba que ya, pero no me hacía caso, me lo hizo varias veces y no me gustaba. Él se llama Jacobo, era mi tío, pero ya no. Añade que mientras su mamá estaba en la arena y su papá en el mar, sucedió otra vez: En el mar me empezó a tocar aquí, me metió la mano así, por debajo del traje de baño, estaba muy hondo y me traía cargada. Mi papá andaba ahí en el mar, pero andaba cansado.

Víctima dos: “Cuando empezó estaba chiquita porque aún no nacía su hijo. Tenía como seis años y me dijo que me sentara enfrente en la moto… yo sentía su parte íntima cerca de mi pompa, se sentía su pipí en mi pompa… otra vez me tocó con su dedo en mi pipí, le dije ya para, no me gusta, no hagas eso… recuerdo que tenía como 10 años y empezó a tirarnos a la cama, me agarró de entre las piernas, me agarraba de la pipí”.

Víctima tres: “tenía como siete años y andábamos en el rancho y fui a la cabaña y me quitó la ropa, de la nada me bajó el pantalón y el calzón. Me hizo eso, recuerdo que lo hizo, me tocó la pipí…”.

Callarse no es opción

Ana Sofía Martínez Pro es sicotraumatóloga y ha vivido una serie de acontecimientos muy dolorosos. Primero, el suicidio de su esposo, Armando J. García Fernández y ahora las secuelas del abuso sexual contra sus tres hijos cometido por Jacobo Kalifa Cueva, quien aprovechó esa tragedia para que le llevara a los niños con el pretexto de cuidarlos.

Cuando los niños me contaron lo que les hacía Jacobo no podía creerlo, dijo en entrevista. Las sicólogas de El Roble que atendieron a los niños nos abrieron los ojos y nos hicieron ver que no era cualquier cosa, nos dijeron que era un depredador sexual y era supergrave lo que había hecho y necesitábamos denunciarlo y El Roble denunció.

Por su compromiso con la verdad y la justicia, avisó a otros papás que seguían conviviendo con Jacobo: No debe haber más víctimas. El silencio hubiese sido cómodo, pero queremos justicia, que no se vuelva a repetir. Jacobo representa a una sociedad enferma y debe estar en la cárcel para que no dañe a más niños. Fue un abuso sexual, físico, mental y espiritual; un abuso a todos.

Los niños preguntan si su agresor está en la cárcel. Algunos lo han visto en la calle o restaurantes. Las autoridades judiciales no le impusieron el grillete electrónico argumentando que no hay disponibles. El abogado Garza Fernández añade: Claramente es una burla al sistema judicial. No deberían haber aplicado el arresto domiciliario en este delito que tiene que ver con el sufrimiento humano. Buscamos una sentencia como mínimo de 35 años.