Jueves 14 de noviembre de 2024, p. 11
Las escuelas, pese a reglamentos y protocolos, no son espacios seguros para niños y jóvenes. La violencia permanece porque algunas prácticas en esos planteles siguen intactas, afirmó Jesús Torres Hernández, presidente de la Red Mexicana de Investigación Educativa sobre Diversidad Sexual (Remieds), que agrupa a especialistas en educación y sexualidad.
En el primer Congreso Internacional de Diversidad Sexual y Género en la Educación: Nombrar y visibilizar para la diversidad, convocado por el IPN y la Remieds, Torres Hernández señaló que en la práctica y la formación docentes existe un enorme reto para visibilizar y reconocer la diversidad de género en el ámbito educativo, donde aún se impone una disciplina heteronormativa que incentiva y justifica la homofobia, la misoginia y el acoso escolar
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Pese al un discurso oficial de que los centros educativos se tienen que convertir en espacios seguros, afirmó, no lo son, pues subsisten diversas prácticas violentas por aspectos étnicos, de edad y clase social, así como por identidad o expresión de género
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Consideró que un primer paso para combatir esas prácticas, no sólo es nombrarlas y evidenciarlas, también que las más altas autoridades de la Secretaría de Educación Pública (SEP) reconozcan que las escuelas, desde hace mucho tiempo han dejado de ser un espacios seguros, y no únicamente para los estudiantes, también para los maestros, porque existen profesores diversos y nos enfrentamos a las mismas violencias que afrontan los chicos de compañeros e incluso de padres de familia
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Mas allá de los avances normativos y de protocolos que son importantes, siguen existiendo prácticas de violencia cada vez más sofisticadas, a través del lenguaje, muy sutiles, que pretenden pasar inadvertidas, pero causan el mismo daño. Las escuelas tendrían que hacer un ejercicio crítico, reflexivo de que cada una tiene un problema severo en ese aspecto
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Daniel Hernández Rosete Martínez, investigador del Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav, destacó que la disciplina en los planteles que se aplica a alumnos de secundaria deriva en prácticas de vigilancia heteronormativa que se convierten en una mirada que busca prácticas sociales que salen del parámetro heterosexual.
Se trata de una forma simbólica, cuya eficiencia radica en su función persecutoria de estudiantes que trasgreden los parámetros de identidad sexual considerados normales, y es muy evidente cuando la práctica de la sexualidad no coincide con los estereotipos de género
, indicó.
Subrayó que el control sobre los cuerpos y la apariencia de los estudiantes, en particular de las mujeres, a través de un estricto control de cómo se debe portar el uniforme, el corte de cabello que es aceptado para hombres y mujeres, y la regla de prohibir todo forma de maquillaje para las alumnas, acaba por reforzar una matriz sexual heterosexual y católica que genera nuevas violencias
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