Miércoles 13 de noviembre de 2024, p. 3
Amatenango del Valle, Chis., En este municipio tseltal de los Altos, considerado la capital de la alfarería en Chiapas, cientos de familias que elaboran jaguares, palomas, tinajas, floreros, macetas y utensilios de cocina de barro, viven de la alfarería, directa o indirectamente.
Para las mujeres, que desde los ocho años aprenden el oficio, es su ocupación principal, pero en los años recientes se han incorporado hombres, quienes han aprendido a moldear el barro.
Ubicado a poco más de 30 kilómetros de San Cristóbal, este municipio con 6 mil habitantes no se entendería sin la alfarería. Quienes no fabrican piezas, las compran para revender a la orilla de la carretera Panamericana o en otras ciudades.
Entre las alfareras que destacan por su creatividad se encuentra Albertina López Ramírez, quien here-dó el oficio de su madre Candelaria Pascuala Ramírez Vázquez. A los ocho años empezó a enseñarle a moldear. Ahora hace piezas como los codiciados jaguares, que llegan a costar más de 15 mil pesos.
Una vez que están listas sus piezas, Albertina las coloca en el piso o en los estantes de la casa, que funciona como museo y en el que exhiben fotografías sobre el proceso de la alfarería, ropa típica, un vestido para el casamiento de las mujeres, que ya no se usa, ropa de solteras, tinajas, metates para moler, entre otros objetos.
El inmueble es sede también de la agrupación La Nueva Estrella, que bajo el liderazgo de Albertina aglutina a unas 50 mujeres que exhiben y venden sus piezas en ese sitio ubicado a dos cuadras de la plaza central. Somos mujeres tseltales que desde nuestra constitución nos hemos dedicado a conseguir diversas formas de fortalecer nuestro grupo, impulsando la generación de empleos con la elaboración y venta de artesanías de barro que forman parte de la identidad cultural de Amatenango del Valle
, se lee en un letrero colocado sobre la pared.
López Ramírez contó que antes, en este pueblo, la gente no sabía hablar español, sólo tseltal, y tenía miedo a quienes venían de fuera, no los querían recibir
, hasta que su tía Juliana López Pérez comenzó a difundir la alfarería de Amatenango del Valle con viajes, incluso a Nueva York, Washington y otras ciudades de Estados Unidos en los años 80.
De piezas comunes a decorativas
“Mi mamá sólo hacía utensilios de cocina, como ollas para cocer frijo-les, cántaros y tinajas grandes paraguardar agua, macetas para sembrar y pichanchas para colar maíz. Eran cosas que servían en la casa.
Conforme fue creciendo, decidió que había que ofrecer nuevos diseños artesanales y se dedicó a hacer jaguares, palomas, lámparas para colgar y de pared, platos decorativos y muchas variedades. Los que más se venden son los jaguares y las palomas. Hay jaguares desde 500 hasta más de 15 mil pesos.
En entrevista, explicó que el proceso de elaboración comienza en los primeros cinco meses del año, en tiempo de seca, cuando cientos de mujeres acuden a extraer el barro al Cerro Grande (Amawits, en tseltal), ubicado en las afueras del poblado. “Desde nuestros antepasados se extrae el barro. Es como una mina que está en terreno ejidal. Es bueno. No cualquier barro se puede usar.
Como dije, se extrae el barro y se almacena en una casita. Lo secamos en el sol. Después de 15 días se remoja una noche en el agua. Al día siguiente se cierne la arena que traemos de otro cerro. Mojamos el barro. Colamos la arena y cuando está cernida agarramos un puño, amasamos el barro y empezamos a moldear las piezas.
López Ramírez, que sólo cursó el sexto año de primaria, manifestó que no se guía en dibujos, pues todo está en mi cabeza, en la imaginación. De la cabeza nos llega a la imaginación. Es como si estuviéramos soñando, trabajando las piezas. Así las hacemos. Una vez moldeado, el barro se queda secando en la sombra, tres, cuatro o más días según el tamaño. Luego viene la pulida, después de lo cual se deja secar otro tiempo, y cuando está bien seco, se hace la quema en el horno
.
Detalló que si no hay sol no se pueden quemar las piezas, porque si están frías se revientan. Se calientan en el sol un rato, tres horas, y luego calentamos dos horas en el fuego. Entonces se mete la leña en el horno para un fuego grande y que empiece a quemarse dos horas. Después de quemado se queda enfriando y se saca al día siguiente. Una vez afuera se mojan las piezas en el agua para que no se desmorone
.
Enseguida, continuó, “lo decoramos con pintura natural y acrílica. Lo pintamos y lo sacamos a la venta. Dos meses, más o menos, tarda el proceso. Hacemos todo lo que nos viene a la imaginación. Lo primero que aprendimos a hacer desde niñas son animalitos. Todos empezamos así.
Cuando mis manos están amasando y moldeando el barro me siento bien, tranquila, contenta, me distrae. Me agrada lo que ha-go, me siento muy orgullosa de mis trabajos. Me da mucha paz. Despuésde un rato, me levanto a ver mi casa, mi cocina. Lo que más me gusta hacer son los jaguares, que son los más difíciles. Si disfrutamos lo que hacemos, nos salen bien bonitas las piezas. Me encanta lo que hago porque, además, así entra la paga para el pan de cada día
, concluyó.