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Desde el otro lado

Decisión trascendental

C

uando aparezcan estas líneas, el electorado de Estados Unidos estará por decidir quién será su presidente en los próximos cuatro años. Si los sondeos de opinión aciertan, el resultado será empate técnico entre Kamala Harris y Donald Trump. Se abrirá el paso a innumerables litigios que serán decididos por jueces que, según sus predilecciones ideológicas, pudieran inclinar la balanza, como cuando el máximo tribunal del país regaló la presidencia a George W. Bush, a pesar de la evidencia de que el demócrata Al Gore posiblemente la hubiese ganado en las urnas.

Decenas de observadores de la política estadunidense han dicho que esta elección pudiera estar en manos no de los votantes, sino de seis de los nueve miembros conservadores que integran la Suprema Corte, los mismos que representan el conservadurismo más rampante del Partido Republicano, encabezada por Donald Trump, y que fueron responsables de prohibir el libre albedrío de las mujeres sobre su cuerpo en un fallo que seguramente ocasionó la envidia de los talibanes. De ocurrir tal desaguisado, la gran mayoría de los ciudadanos estadunidenses habrán sido derrotados en su ideal de construir un sistema de justicia para todos, y de rescatar la dignidad de un sistema democrático que a todas luces hace agua. Será el momento en que Trump confirme la purga de políticos que se han opuesto a sus modos, y reafirme el intercambio entre los suburbios conservadores, el apoyo de trabajadores de cuello azul, el de la pléyade inmobiliaria que ocasionó la quiebra de la nación hace pocos años, y de los criptomercaderes del Valle del Silicio. Marcará el triunfo del vulgar y populachero estilo de Trump, que no de populismo, de confirmar su ideología rapaz y vengativa, y la destrucción del conservatismo que caracterizó al octogenario Partido Republicano.

Para que Kamala Harris llegue a la Casa Blanca, tendrá que recibir una cantidad de votos que no deje duda alguna sobre su triunfo, y de esa forma superar las trampas y triquiñuelas de quienes forman la legión de abogados y violentos activistas contratados por Trump. Será el momento en que el Partido Demócrata encuentre su ruta y se atreva a romper la dualidad que en ese partido parece haber redefinido la noción de clase: entre la preminencia de profesionales liberales, activistas en derechos civiles, empresarios progresistas, destacados financieros de Wall Street y de una clase trabajadora que, empezando por sus líderes, parece renegar de la pertenencia a un partido que olvidó sus orígenes.