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El acertijo del mañana
M

añana se define el destino de los próximos 20 años. Así de relevante es el supermartes 5 de noviembre. Si gana Kamala Harris, la demócrata no sólo haría historia por convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos, sino por ser el dique democrático a un movimiento (Make America Great Again, MAGA) que ha puesto de cabeza al vecino país del norte, y ha dado cauce a posiciones de ultraderecha que parecían rebasadas. Si Donald Trump resulta ganador, habrá quedado claro que, pese a los juicios, resoluciones legales en su contra, dichos sobre los latinos y posiciones francamente indefendibles desde el punto de vista democrático y de derechos humanos elementales, habrá vencido la polarización, la nostalgia por un país menos multirracial y cultural, y una generación que tiene menos apego por los valores democráticos y más por un sentido de eficacia política y un liderazgo fuerte, casi autocrático.

El dilema es que como están las encuestas y la cerrada contienda en estados claves como Pensilvania, podemos no tener un ganador o ganadora mañana por la noche. Podemos repetir el escenario de Bush Jr y Gore, donde la elección puede definirse por un puñado de votos.

Ese escenario es dramático para México en términos de incertidumbre económica. Si la sola posibilidad de un endurecimiento de políticas comerciales ha llevado al peso a una presión importante (perdiendo más de 16 por ciento de su valor), un conflicto poselectoral en Estados Unidos haría aún más complejo el escenario económico internacional, e incentivaría que los capitales buscaran resguardo seguro, a pesar de las altas tasas que hoy paga México a los inversionistas.

Uno de los factores que hacen más posible este escenario es que nadie ve a Donald Trump concediendo una derrota, si ésta se da por un margen tan estrecho. El mismo candidato republicano ha dicho públicamente que sólo aceptaría una derrota si la elección es justa, lo cual es un adelanto de su posición ante un triunfo de Harris: meterá a Estados Unidos en una guerra civil poselectoral, al costo que sea, sin nada qué perder. Además, recordemos que cualquier victoria de Harris será apretada, con lo cual este escenario de incertidumbre y no aceptación de los resultados se vuelve altamente probable. Un factor adicional es la disputa por las cámaras, donde los republicanos tienen aún más posibilidades de lograr mayorías.

Cuatro años de Trump o Harris serán diferentes en la narrativa hacia México, pero parecidos en cuanto a las políticas a implementar. Nuestro país va a enfrentar un endurecimiento de la relación con Estados Unidos gane quien gane, ¿por qué?, porque Trump ha hecho del discurso antimigrante una religión; y Harris, atacada por los republicanos de haber sido demasiado suave en la frontera, se verá obligada a endurecer las políticas migratorias y de seguridad, todo esto, con la revisión del T-MEC en puerta, a la que México llega con un pequeño detalle a la mesa de negociación: cambiamos el orden constitucional y, con ello, la relación de poder entre el Estado y los ciudadanos, en especial, de las probabilidades que una empresa o una persona física tiene para ganar una disputa al gobierno. Esta cadena de impugnaciones, amparos y desacatos que se han arremolinado tras la aprobación de la reforma judicial, es un eslabón más de una cadena que –a ojos del mercado– se llama incertidumbre.

Hay alternativas a esa crisis. Ahí está el planteamiento del ministro González Alcántara. Lo que no hay es un mecanismo inimpugnable para que prevalezca la ley y la razón. En parte, porque hoy hay una disputa entre poderes que parece no tener fin, donde el mayor de los riesgos es generar una inestabilidad política y legal que sobra decirlo, no le conviene al país. Ojalá haya espacio para el diálogo y voluntad política para salir del laberinto.

Mientras eso ocurre, la suerte del mundo y de cientos de millones de personas en el continente se define en un volado para el que no importa cuántos escenarios se han previsto, no hay manera de estar totalmente preparados. Al tiempo.