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El cine, arte del pueblo
C

arta abierta: Claudia Sheinbaum, presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; Claudia Curiel, secretaria de Cultura; Daniela Alatorre, directora general del Imcine; Clara Brugada, jefa de Gobierno de la CDMX, y Ana Francis Mor, secretaria de Cultura de la CDMX.

El presidente Andrés Manuel López Obrador se ganó un descanso merecido, sabiendo que ha pasado la estafeta y habrá continuidad de la 4T –segundo piso– con el relevo de la presidenta Claudia Sheinbaum. Ante ello, me pregunto: ¿es esta transformación una revolución? A mi juicio, sí lo es, de manera pacífica y buscando, sobre todo, revolucionar las conciencias.

Sin embargo, en relación con ese plano –el de la mentalidad de la nación– una de las asignaturas pendientes de AMLO fue la transformación de la cultura y, en concreto, del cine. En este último rubro, prevaleció una visión neoliberal, individualista y egoísta en la industria. No hubo mayor cambio. Se siguió menospreciando a las y los artistas y trabajadores cinematográficos organizados, a costa de privilegiar a los patrones, a los productores privados, nacionales y extranjeros.

De todas las artes, el cine es para nosotros la más importante, dijo Lenin. Y esas palabras reverberaron entre grandes próceres, aunque también entre quienes buscaron hacer gran daño: con Goebbels o con las expresiones más rancias del imperialismo estadunidense.

¡Cuidado con menospreciar al cine!

Efectivamente, el cine es arte, masivo y profundo, que llega al inconsciente y transforma a las personas. Por eso pienso que se trata, por excelencia, del arte del pueblo y para el pueblo. El cine es cultura, educación extraescolar, expresión social e histórica. Puede, además, ser un medio privilegiado para difundir ideas y posiciones políticas e ideológicas. El cine además de todo, es un medio con el que pueden mostrarse al mundo las maravillas de nuestro país y la cultura milenaria de nuestro pueblo.

Sin embargo, insisto: el cine mexicano, al día de hoy, se encuentra enfermo de las formas y fondos del país neoliberal que se pretende dejar atrás. En ese sentido, estoy convencido de que, para curarlo, un paso necesario es aprobar una nueva ley cinematográfica, socialmente comprometida y nacionalista, que refleje la ideología del humanismo mexicano de la 4T. Al respecto, considero debe contener cuatro puntos críticos:

1. Privilegiar primero a las personas trabajadoras: las y los directores, guionistas y técnicos, quienes realizamos la obra cinematográfica. Por ello, pienso que en ella debe haber una dimensión laboral clara que incentive la organización de las y los trabajadores. Idealmente, creo firmemente que debe contener disposiciones que favorezcan la creación de un sindicato único, para que no se lleve a la división y la competencia en favor de la parte patronal.

2. Promover la creación de cooperativas de cineastas, donde por medio del esfuerzo colectivo, las y los trabajadoras sean dueños de su propio trabajo y puedan producir filmes y explotarlos comercialmente, para luego recibir entre ellas y ellos las ganancias, resultado que los filmes son propiedad de la cooperativa, de los cineastas, y de por vida.

3. Establecer mecanismos de financiamiento flexible con las instituciones de la banca de desarrollo para producir filmes.

4. Regular la distribución y, sobre todo, la exhibición de cine mexicano, con base en sanciones claras contra los privados que no cumplan con los tiempos de pantalla. Es decir, el tiempo que debe destinarse obligatoriamente a la proyección de producciones nacionales en salas de cine comerciales, asegurando así una mayor visibilidad y acceso del público al cine mexicano.

Sobra decir, que en las producciones privadas, que seguro pueden permanecer, quien produzca será dueño de la película y, por tanto, el beneficio económico irá a sus bolsillos. En este caso, las y los trabajadores-cineastas serán únicamente fuerza de trabajo empleada por trabajo determinado. No obstante, el Estado debe garantizar una remuneración salarial justa y digna y el cumplimiento de los demás derechos laborales.

Foto
▲ Cartel promocional polaco de la cinta María Candelaria.Foto cortesía del Centro de
Documentación de la Filmoteca UNAM

Ahora bien, la construcción de infraestructura cultural como cinetecas, pilares y utopías y la creación de programas presupuestarios de fomento es siempre positivo, pero está lejos de ser suficiente. Los pilares y utopías pueden fácilmente contener en sus estructuras una red de salas cinematográficas modernas y con tecnología de punta para exhibir cine mexicano cuyo boleto en taquilla no rebase los 40 pesos. Cine popular, para el pueblo bueno.

En la industria perduran prácticas monopólicas (prohibidas en el artículo 28 de la Constitución) tanto en la distribución como, y sobre todo, en la exhibición. De hecho, esto ha sido recientemente motivo de investigación por parte de la Comisión Federal de Competencia Económica. Por tanto, si el Estado no atiende este problema, poco podremos hacer para que el cine sea parte de la transformación.

Otro problema en nuestro gremio es que en las temáticas de los filmes que se producen actualmente, el humanismo mexicano no se asoma por ninguna parte, salvo en algunas excepciones. Esto es así porque la mayoría de las y los cineastas del país, en mi opinión, con mentalidad neoliberal, realizan películas con fines de lucro y búsqueda de fama. Ven al cine como un producto comercial, como negocio.

En las salas de cine actuales predominan las producciones de Hollywood, que suelen exaltar la violencia, reforzar estereotipos y privilegiar otros elementos comerciales que limitan la diversidad de opciones para el público, desplazando la oferta de cine nacional y otras producciones independientes que también podrían enriquecer la experiencia cultural.

Por desgracia, muchas personas cineastas mexicanos (algunos muy talentosos), caen y realizan ese tipo de filmes que son más que otra cosa entertainment. Por el contrario, el cine social, crítico, pero positivo, brilla por su ausencia. Aunque entre las más de 200 películas que se producen al año hay unas cuantas que hablan de la problemática de los pueblos indígenas o de los barrios, sus mensajes son derrotistas. Quizás por eso las premian en algunos festivales europeos, porque ahí les encanta ver como los cineastas del tercer mundo se revuelven en su propia mierda.

Lo mismo sucede con las famosas series, tan de moda, que son sólo repetición de telenovelas, pero realizadas con mayores recursos técnicos y financieros. Se siguen las mismas recetas neoliberales cuya finalidad es el negocio y las buenas ganancias. Las series en plataforma hoy son muy populares y se consideran exitosas. La calidad y el talento depende y se define por el dinero.

Todo esto puede cambiar si el gobierno finalmente arrebata la producción cinematográfica de los neoliberales y permite que la 4T asiente sus reales. Entonces, surgirán nuevas y nuevos creadores emanados de las clases trabajadoras, campesinas y de los barrios populares de las ciudades. Jóvenes con ansias de contar en imágenes la vida cotidiana de sus pueblos. Artistas con otra visión de la vida, realistas, que rescaten y continúen las realizaciones de la mejor tradición del cine mexicano.

El cine, siendo una expresión artística, creativa y de autor, llegó para quedarse desde hace más de 100 años y se merece el respeto siendo el séptimo arte, el arte del pueblo. Este nuevo gobierno, el del segundo piso, para el bien del país, está obligado a refundar la industria del cine mexicano.

Concluyo afirmando que hay cineastas con muchos bríos para cambiar la realidad. Para empezar, las y los directores, escritores y técnicos y manuales pertenecientes al Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC). Con 80 años de experiencia en la industria tenemos ideas y propuestas concretas muy bien fundamentadas. Es una fuerza de trabajo sólida, experimentada por generaciones, bien organizada.

Sólo se necesita la buena voluntad de las y los funcionarios en turno para que juntos levantemos con la 4T una nueva cinematografía mexicana, humanista, para el bien del país y del pueblo.

* Director de cine, tv y teatro. Guionista y productor cooperativista.