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Penultimátum

Pekín y su deseo de rescribir la historia

Ém

ile Guimet (1836-1918) perteneció a una acaudalada familia francesa dedicada a la industria química. Fue un viajero incansable y coleccionista de obras de arte y documentos de los países que visitaba, entre ellos Egipto, Grecia, Italia, Japón, China e India, así como Afganistán, Camboya, Vietnam y Tailandia.

Donó su rica colección al Estado, que, para albergarla, construyó el Museo Guimet, inaugurado en 1889 en París. Es uno de los más importantes del mundo en arte de Asia.

Ahora ofrece una espléndida exposición: El oro en la dinastía de los Ming (1368-1644), durante la cual la orfebrería con dicho metal alcanzó un lujo y una delicadeza sin igual. Fue símbolo de riqueza y estatus social, junto con el bronce, el jade y la seda.

Este refinamiento coincide con la intensificación del comercio y el surgimiento de una nueva clase formada por empresarios adinerados, especialmente en el sur de China.

Algunas de las piezas más bellas están realzadas con piedras preciosas: rubíes, zafiros azules, amarillos o verdes, jade blanco o verde pálido y perlas de agua dulce. Provienen sobre todo del Museo de Bellas Artes de Xi’an Qujiang.

La exposición coincide con la carta de un grupo de investigadores en la que expresan su preocupación de que las instituciones culturales francesas permitan la asimilación de grupos no chinos a la cultura de la nueva potencia.

Sostienen que los museos Quai Branly-Jacques Chirac (el más importante de artes primeras) y Guimet emplean un lenguaje que refleja los deseos de Pekín de rescribir la historia y la eliminación de los pueblos no Han. Según los autores de la carta, el primero reclasificó sus objetos tibetanos como originarios de la Región Autónoma de Xizang, y el Guimet remplazó la etiqueta Tíbet por Mundo del Himalaya.

Ambos museos calificaron de infundadas las acusaciones, y que han hecho exposiciones sobre el Tíbet; por ejemplo, una reciente en el Guimet sobre la exploradora, escritora, orientalista y fotógrafa Alexandra David Néel, primera mujer occidental que llegó hace un siglo a la ciudad prohibida de Lhasa. Los extranjeros no podían visitarla.

La realidad: la multipresencia china cambió radicalmente al Tibet.