Editorial
Ver día anteriorViernes 25 de octubre de 2024Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Televisoras privadas, en crisis
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rupo Televisa informó que el presidente de su consejo de administración, Emilio Azcárraga, tomó una licencia del cargo en tanto se resuelve la investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos, relacionada con la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA). Como se informó en agosto pasado, Washington indaga presuntos sobornos entregados a directivos de la FIFA a cambio de los derechos de transmisión de los partidos del Mundial de Futbol de 2018, 2022, 2026 y 2030.

Ricardo Salinas Pliego, dueño de la segunda cadena de televisión más importante del país, también enfrenta varios problemas legales tanto vinculados con la propia Tv Azteca como con otras de sus empresas.

En Estados Unidos, los fondos de inversión Cyrus Capital Partners LP y Contrarian Capital Management LLC le reclaman el pago de los intereses por un préstamo de 400 millones de dólares, mientras en junio de 2023 la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) suspendió la cotización de las acciones de la televisora por no haber entregado resultados financieros cuya publicación es obligatoria para todas las firmas que participan en el mercado bursátil.

Estas complicaciones legales vienen aderezadas por otras no menores en lo económico. Antes de ser suspendidas por la BMV, las acciones de Tv Azteca acumulaban una pérdida de 37.5 por ciento de su valor en sólo cinco meses, mientras los papeles de Televisa se han desplomado más de 92 por ciento en una década: en junio de 2015 alcanzaron su máximo histórico de 122 pesos por acción, pero este mes se cotizan en apenas 9 pesos. La crisis de Televisa se traslada directamente al hombre que heredó el conglomerado: en 2013 ocupó por última vez un puesto entre las 10 personas más ricas de México con una fortuna de 2 mil 500 millones de dólares, la cual había caído casi 80 por ciento para 2023, cuando se estimaba en 560 millones. Evidentemente, si estos números se ajustan por inflación, el declive resulta incluso más pronunciado.

Es inocultable que existe una crisis multidimensional en estas corporaciones que durante décadas constituyeron un poder fáctico de enorme influencia en la opinión pública y en el quehacer gubernamental y que imponían al grueso de la sociedad una visión alineada con el discurso gubernamental imperante, de corte neoliberal.

Hoy se observa el declive de empresas que tradujeron su músculo mediático en político; se conforma, así, un espacio que a su vez empuja cambios en la manera en que se conforman las opiniones en torno a temas de interés público. Entre las razones del ocaso hay que contar el desplazamiento de los espectadores hacia nuevas plataformas como el streaming o las redes sociales, pero también las malas prácticas empresariales y una pérdida irreversible de su credibilidad que repercutió en la consiguiente fuga de audiencia y anunciantes.

La notable contracción del número de espectadores indica la pérdida de presencia de la televisión como fuente de información y entretenimiento. En forma paralela a las dificultades financieras y legales de estos conglomerados, tiene lugar la pérdida de su influencia sobre las instituciones, la clase política y la ciudadanía en general.