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Museo del Prado recrea taller del prolífico pintor barroco Rubens

En el siglo XVII, ya combinaba lo artesanal con la producción en serie

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▲ La exposición El taller de Rubens abre hoy en Madrid con una recreación que permite entender el proceso creativo y de producción de obras encargadas al artista. Arriba, La muerte del cónsul Decio, óleo sobre tabla 1616-17, Madrid.Foto cortesía del Museo del Prado
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 24 de octubre de 2024, p. 4

Madrid. En el arte contemporáneo es habitual la producción en serie de obras de arte, si bien esa fórmula ya se había utilizado, aunque en menor escala, en la Edad Media y el Renacimiento. Uno de los mejores exponentes de esa forma de trabajo artesanal, pero con un toque industrial, fue Pedro Pablo Rubens (1577-1640), el pintor barroco de la escuela flamenca que se convirtió en uno de los artistas cortesanos por excelencia.

El Museo del Prado decidió recrear su taller u obrador para entender el proceso creativo y de producción de uno de los artistas más prolíficos de su época, de quien se tienen identificadas hasta mil 500 pinturas, de las cuales 91 se encuentran en la pinacoteca madrileña, con lo que es la colección más grande en el mundo del pintor.

El taller de Rubens es un proyecto que comenzó hace dos años y partió de la idea original de uno de los principales baluartes del museo madrileño, el historiador Alejandro Vergara, jefe de conservación de pintura flamenca.

La idea era recrear ese obrador, con su desorden y suciedad habitual, para emular un encuentro casual de trabajo entre Rubens, sus colaboradores y el público, pues el artista flamenco tenía un sistema de producción indispensable para poder atender los numerosos encargos que recibía, la mayoría de las casas reales europeas de la época.

Así nació la exposición El taller de Rubens, que está enclavado en las salas de la Colección Permanente y que se distingue por su montaje, al estilo de una instalación barroca, y porque nada más entrar en la sala se percibe un olor penetrante a tremantina, uno de los más presentes en los antiguos talleres y que era vital para que las pinturas alcanzaran los colores brillantes y auténticos que luego se plasmaban en los lienzos. La exposición está compuesta por 30 obras que incluyen pinturas realizadas por el propio Rubens en solitario, unas más pintadas por sus ayudantes y otras son resultado en diferentes grados de la colaboración entre el artista y sus asistentes.

Junto a las pinturas se instaló una escenificación del taller, que incluye todas las herramientas necesarias para su trabajo, así como algunos elementos que evocan la corporalidad del artista, como una capa, una espada y un sombrero.

En la exposición se busca explicar que aunque todos los cuadros que salían del taller de Rubens llevaban su sello, sus contemporáneos y él mismo valoraban más los pintados enteramente por el maestro, como era habitual en los artistas europeos de la Edad Moderna.

Con obras como la estampa Color Olivi, de Johannes Stradanus, y la Alegoría de la pintura, de Jan Brueghel el Joven, se muestra cómo había equipos de artistas dedicados a diferentes labores, desde la preparación de los soportes, pinceles y colores hasta la pintura de los cuadros. Así eran los talleres donde los pintores desempeñaban su oficio y creaban en serie sus obras.

Hay una evocación del Rubens persona pero, sobre todo, del Rubens pintor. La propuesta es una forma de adentrarse en una de las cuestiones más importantes que puede abordar un museo de arte, que es el proceso de creación del artista, quiénes son los actores, cuál es el espacio físico, las condiciones sociales y económicas y cuál es el resultado, lidiando con dos conceptos fundamentales como son la autoría y la calidad, explicó el director del Museo del Prado, Miguel Falomir.

Un ejemplo del cariz de la muestra es la comparación entre dos piezas, el Saturno devorando a un hijo, que fue un encargo del rey Felipe IV y es una de las grandes joyas del museo, con otro cuadro diseñado por Rubens, pero que se realizó en el taller, sin apenas su participación.

Era la época en la que Rubens se sentía mayor y cansado y no tenía tiempo para pintar, pero el rey estaba obsesionado con su pintura y le encargó una enorme cantidad de cuadros. Ahí es donde se puede ver una gran diferencia entre las obras maravillosas que realizó Rubens y otras que resultan mucho más flojas, incluso mediocres, que realizaron sus ayudantes. Es una forma de descubrir el gran arte y todo lo demás. Los cuadros están hechos en el mismo momento y salen del mismo lugar. Ésa es la paradoja, explicó Vergara.

La exposición estará abierta al público a partir de hoy y hasta el próximo 16 de febrero.