Opinión
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Isocronías

Adiós a don For

L

as puertas de lo grande se abren en lo pequeño, se me ocurrió decir un día. Será esto cierto o no, pero la frase apareció solita en mi cabeza tras la muerte de uno de mis ex talleristas, 11 años mayor que yo y teatrero, no sé si decir de cepa o por naturalidad, Fortunato Díaz, y, el mismo 17, de Antonio Coronado, promotor de los ya míticos encuentros artísticos y festivos en la bahía de Navachiste, Sinaloa. Por hoy hablaré de Díaz, don For, en cuyo Patio Teatral Aída, anexo a (o al centro de) su casa –colonia Nueva Antequera, ciudad de Puebla– sesionamos tantas veces, tantos meses, años.

Cronista a grandes rasgos de su propia vida, en particular lo referente a su actividad escénica, el más o menos campechano, pero serio, don For nos dejó en un librito, Días afortunados de Fortunato Díaz –relatos transcritos por Elena Quirós y publicados por El Errante Editor–, un rápido yameno vistazo a su trayectoria por este mundo y particularmen-te por su experiencia teatral –algo marginal, concedamos, pero, para usar una frase popular, vivida yo digo que más que al cien, y que deja estela.

Su fallecimiento me trae el recuerdo de otra compañera, Aurora Jiménez, ida hace tiempo a sus más de 90 años, quien escribió: Como la estela pasajera / del barco sobre el agua / como la sombra efímera / del pájaro que vuela / como la nube que de pronto / se deslíe en el cielo / como la huella del pie sobre la arena / así el recuerdo de nuestro paso / sobre la tierra.

Fortunato: “Me contrataron como actor para un documental llamado Don Goyo. Mi personaje: don Trini, el tiempero, el que ama al volcán, el que lo entiende, el que lo abraza.

”Caminé por las laderas del Popocatépetl, sentí el aire entre los pinos, el olor a resina, el aguanieve de las madrugadas, hasta llegar al ombligo y entregar la ofrenda. Cruces enterradas en la arena fina de tiempos pasados me hicieron recordar que yo estaba ahí y, cuando menos lo sientes, las nubes ya te taparon. No hay caminos. Semioscuridad, y luego la luz otra vez.

”Había que bajar, la neblina va y viene; sólo el olor del bosque que empuja el aire indica por dónde. Así descendíamos del volcán después de filmar. Fueron dos semanas de conocer diferentes locaciones de los pueblos cercanos.

”En una capilla abandonada y muy deteriorada por el tiempo, se puso punto final: don Trini, entre flores de cempasúchil y cientos de veladoras, descansó en paz”.