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Casi el paraíso
U

n país donde impera la impunidad y la corrupción en las esferas políticas y en el que una parte de su clase media anhela abandonar esa ingrata condición de medianía trepándose, a todo precio, a la nave dorada de una clase superior acomodada, será el terreno ideal para que un embaucador extranjero blanco, impostor apuesto y esforzadamente refinado, aunque de origen social humilde, consiga obtener en pocos días todos los privilegios para él impensables en su país de origen. Para este seductor foráneo, llegar a esa nación malinchista supone poder aprovechar las ventajas de una pretendida superioridad racial que se traduce en licencia inmediata para introducirse, sin mayores trámites, en el medio social más poderoso y exclusivo. No significa sólo disfrutar la divina sorpresa del privilegio inmerecido, sino algo más contundente aún: vivir holgadamente en un insólito lugar que es casi el paraíso.

El prolífico escritor y periodista Luis Spota, también guionista de cine y cronista social de curiosidad insaciable, describió en su novela Casi el paraíso (1956) un ámbito político y social seducido por el espejismo de la modernización a ultranza emprendida, en tanto proyecto de nación, por el sexenio alemanista y sus continuadores. El retrato que hace Spota de esa sociedad de políticos corruptos y de una burguesía acomodaticia cargada de prejuicios y sin escrúpulos morales para alcanzar sus fines, es irónico y mordaz, a ratos implacable. Y a siete décadas de haber sido escrita, aún conserva una vigencia irrefutable. Persiste en las clases medias (aunque no sólo en ellas) un arribismo social que hoy ostenta el nombre de aspiracionismo, también un racismo vergonzante como irónica variante del autodesprecio, y un clasismo feroz que inútilmente se empeña en parecer benevolente. Por supuesto persiste también el culto a nuevos conquistadores extranjeros en tanto modelos de excelencia tan engañosos como inalcanzables.

El realizador y guionista mexicano Edgar San Juan acomete en la comedia Casi el paraíso (2024), su primer largometraje, una arriesgada adaptación de la novela homónima de Luis Spota. De ella retoma los elementos esenciales de la trama y de sus personajes. En primer lugar, muestra el arribo al México actual del conde italiano Ugo Conti (Andrea Arcangeli), presentado también como un exitoso hombre de negocios, a quien Teresa Rondia (Karol Sevilla), una admiradora incondicional y joven influencer, presenta a su círculo familiar como un bello aristócrata todopoderoso cuyo trato privilegiado conviene a toda costa cultivar. El padre de la joven, Alonso Rondia (Miguel Rodarte), un político oportunista y corrupto, aspirante a gobernador, detecta de inmediato las ventajas que supone asociarse con un extranjero tan distinguido para dar algo de relumbre a su campaña política mediocre y desangelada.

El realizador Edgar San Juan (antes productor y guionista de la estupenda Norteado, Rigoberto Perezcano, 2009), recupera, diversifica y actualiza los elementos humorísticos presentes en la novela satírica de Spota. El trazo es en ocasiones innecesariamente grueso, como el episodio de las valiosísimas copas de cristal, pertenecientes al zar Nicolás II, o el insistente desvarío caricaturesco de Teresa, la hija influencer obsesionada con las selfies y el protagonismo en las redes sociales. En términos generales, sin embargo, la farsa social deseada funciona bien, así como su aclimatación a nuestros tiempos. Llevar a la pantalla la novela de Luis Spota no debió ser empresa fácil, aunque su fortuna comercial parecía de entrada garantizada, como en efecto sucedió. Distinto es el caso, por ejemplo, de las novelas de Sergio Pitol, en especial del llamado Tríptico del carnaval, cuya primera entrega El desfile del amor (1984) fue una deliciosa trama detectivesca y un fresco social del México de los años cuarenta del siglo pasado. Esta obra de un escritor y cinéfilo sensualista merecería un nuevo traslado a la pantalla (Carlos Carrera adaptó ya en 1984 La vida conyugal, conclusión del tríptico). El humor a la vez ácido y fino del novelista pudiera hoy también seducir al talentoso guionista y director que ha demostrado ser Edgar San Juan.

Se exhibe en la Cineteca Nacional Xoco y salas Cinemex y Cinépolis.