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Tumbando caña

Reivindicación del pueblo afromexicano

U

na de las últimas acciones constitucionales del presidente Andrés Manuel López Obrador fue la firma a la reforma de los pueblos indígenas y afrodescendientes presentada el pasado 5 de febrero, aprobada por ambas cámaras legislativas federales y en la mayoría de los congresos estatales el 24 de septiembre, saldando con ello, dijo, la deuda histórica con las etnias del México profundo, en especial la de origen africano que ha mantenido una larga lucha por su reconocimiento.

Ubicando en particular a los afromexicanos, hay que recordar cómo se ha negado históricamente su presencia y el aporte a la conformación de nuestra sociedad.

La falta de reconocimiento de la población negra, como etnia, tiene su explicación a partir de cuando el controvertido secretario de Educación Pública, escritor, filósofo y político José Vasconcelos definió a la mexicanidad como la unión entre indígenas y españoles. En su famosa teoría sobre la raza cósmica, Vasconcelos afirmó que la Raza de Bronce era el producto del encuentro de Europa y América, ignorando a África. Su propósito era unir a una nación dividida bajo el estandarte de que todos eran mestizos, término usado en el sistema de castas para describir una mezcla de español e indígena, dejando excluida a raíz africana.

La negación se mantuvo por muchos años. En los libros de texto apenas le dedicaban unos cuantos párrafos, y en los museos no se destacaba su historia ni su importancia, por tanto, la mayoría de las y los mexicanos pensaban que en México no había negros.

Según el etnólogo y africanista veracruzano Gonzalo Aguirre Beltrán, autor del libro seminal, Cuijla, esbozo etnográfico de un pueblo negro, Fondo de Cultura Económica, 1958, varias son las razones que han propiciado esta omisión, pero las más significativas hablan de un racismo implícito y explícito vinculado a la idealización y exaltación mística del mundo mexica enmarcado en la concepción nacionalista posrevolucionaria que entiende a la cultura mexicana como producto de la mezcla entre el mundo prehispánico y las culturas ibéricas.

Pese a que la llamada de atención de Aguirre Beltrán mediante su obra realizada desde mediados del siglo XX, su repercusión no se dejó ver sino hacia fines de la década de los 80, cuando la política cultural del Estado promovió algunas iniciativas de investigación con miras a reivindicar y revalorar lo que se ha dado en llamar nuestra tercera raíz.

Esto coincidió con el creciente interés que para entonces había sobre las raíces africanas entre algunos estudiosos de varias universidades e institutos que partían de lo investigado por el intelectual veracruzano. Las iniciativas promovidas por las instituciones culturales aportaron varios avances; no obstante que el alcance de las contribuciones fue parcial, se originó una mayor atención y conocimiento del aporte africano a la cultura del país.

Por ese entonces fueron publicados estudios como Presencia africana en México, de la doctora Luz María Martínez Montiel, editado en 1994 por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, trabajo, al que siguieron Raíces africanas en la población de Tamaulipas y La presencia y esclavitud del negro en La Huasteca, de María Luisa Herrera Casasús, ambas obras editadas por la Universidad Autónoma de Tamaulipas; La insurrección de 1810 en el estado de Guanajuato, de Fulgencio Vargas, Ediciones La Rana, y Afrodescendientes en México. Una historia de silencio y discriminación, de la antropóloga María Elisa Velázquez.

A la vez, se llevaron a cabo algunas actividades como los Encuentros africanistas, en Oaxaca, Guerrero y Veracruz, y en este último se instituyó el Festival Internacional Afrocaribeño, con el fin de vindicar lo afro y afrodescendiente.

Dado el interés creciente en constatar nuestra tercera raíz, en 2015 se hizo un censo de la población negra. Los encuestados deberían responder la pregunta De acuerdo con su cultura e historia, ¿alguna de las personas de esta vivienda se considera descendiente del pueblo negro o afromexicano? Gracias a ello pudieron identificarse como negros 1.4 millones de personas, es decir, 1.2 por ciento de la población total de México.

El 9 de agosto de 2019, el pueblo afromexicano consiguió uno de sus más grandes logros, pues por iniciativa de la senadora Susana Harp, se aprobó en ambas cámaras legislativas la reforma constitucional que reconoce a los pueblos y comunidades afromexicanas como parte integrante de la composición pluricultural de la nación mexicana, y con ello, el privilegio de opinar y decidir sobre el bienestar y desarrollo de sus comunidades.

Ahora, la iniciativa de Andrés Manuel López Obrador reafirma los derechos y la composición pluricutural y multiétnica del país, expresada en 70 pueblos indígenas y el afromexicano, integrado por 2.5 millones de ciudadanos según el censo más reciente.