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Las fábulas musicales de Cri-Cri
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n 1934 Hitler se autonombra Canciller y Führer, y le retira la nacionalidad a Einstein; la actriz Katharine Hepburn consigue su primer premio Oscar por su interpretación en la cinta Gloria de un día; asesinan a César Augusto Sandino en Nicaragua y en Alemania se promulga la ley para mejorar la raza. En México, Octavio Paz ya había empezado a publicar sus primeros poemas en el periódico El Nacional, por intermediación de Luis Cardoza y Aragón, y un joven pianista que tocaba en los tapancos de las cantinas iniciaba una aventura que definiría su vida y marcaría la infancia de varias generaciones de niñas y niños en Latinoamérica. Era un simpatiquete al piano, un guasón –como él mismo se llamaba–, que iba y venía en el teclado del fox trot al minueto, del country al jazz y a la rumba. Pero en esa ocasión había dejado las cantinas y tocaba y cantaba en la radio. En tiempos de preguerra nació Cri-Cri, El grillito cantor.

Mientras el inteligentísimo Jorge Cuesta publicaba duras críticas a la reforma del artículo tercero porque pretendía asentar una educación socialista, Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, más relajado, construyó día a día un programa musical con pequeñas historias y canciones; un repertorio donde exaltaba valores sociales y morales, con potentes textos alegóricos.

Los ritmos musicales son esenciales pues actúan como festivos subrayados y se convierten en todo un repertorio de estilos para acompañar pequeñas historias y canciones. Quince minutos de un gozoso ejercicio didáctico más efectivo que cualquier reforma educativa. Por eso, el poeta Gabriel Zaid no dudó en afirmar que la correspondencia entre la letra y la música de las canciones de Cri-Cri suele ser memorable. Lo es en el sentido fuerte del término.

Pero música y letra son mucho más. No conozco mejor descripción de la economía mexicana donde prevalece la pobreza que La patita, canción en la que el compositor también aprovecha para fustigar el machismo: La patita / de canasta y con rebozo de bolita / (como tú) /Se ha enojado / (como tú) / Por lo caro que está todo en el mercado / Sus patitos / van creciendo y no tienen zapatitos / Y su esposo / es un pato sinvergüenza y perezoso / Que no da nada para comer... Hasta el lúcido Carlos Monsiváis hizo uso de ese didáctico repertorio musical con algunas variantes como ésta de Los tres cochinitos: “Los diputados ya están en la Cámara, / muchas prebendas les dio Díaz Ordaz / y sentaditos todos en sus sillas, / dentro de un rato todos roncarán / Uno soñaba que era rey…”

En 1999, Gabriel Zaid publicó una edición literaria de las letras de Cri-Cri. Se presentaron como poemas. Cri-Cri, canciones completas es una excelente muestra de cómo podrían hacerse ediciones críticas eruditas sin pedantería. Una verdadera troupe de críticos profesionales participó en la edición donde destacan las notas y comentarios del propio Zaid, pero también de escritores como José de la Colina, Eduardo Lizalde y Hugo Hiriart. Este último sintetiza para el lector, por ejemplo, el sentido profundo de la canción Di por qué en unas cuantas líneas: “El tema de la canción –nos dice– no es el paso del tiempo, ya de suyo alarmante, sino la caducidad. El destino trágico de envejecer, y a fin de cuentas, morir. Es el descubrimiento más angustioso que hace un niño. Canciones como éstas colaboran a una recepción más sana de la mala noticia universal”.

Francisco Gabilondo Soler se estrenaría hace 90 años con su personaje Cri-Cri, interpretando canciones como El Chorrito, El Ropero o La historia de bombón. En su archivo se tienen contabilizadas 226 canciones de la serie Cri-Cri, me aclara su hijo Tiburcio. Aparte de esto, hay algunas pequeñas piezas que son puentes musicales, algunas pequeñas introducciones como oberturas que no son canciones, son piezas musicales e instrumentales como complemento a lo que se usaba en el programa. Además, el propio Francisco Gabilondo hacía improvisaciones al piano, que eran las transiciones entre el corte comercial y el retomar el programa, que era muy interesante. Algunas quedaron grabadas.

Personaje singular como los de sus canciones, Gabilondo Soler le dijo a Elena Poniatowska que de niño quiso ser de todo: “astrónomo, ingeniero, geógrafo, linotipista, torero, boxeador, marino…, y sí, llegué a ser un poco de todo. Mi última pelea fue en el Club Tacuba, cuando cumplí 17 años, a guantazo limpio, sin técnica ni nada. Éramos aficionados y salíamos hechos unos santos cristos. Yo me entrenaba corriendo por Reforma hasta la calle de Rosales, donde vivía. También toreé. Pero lo más importante fue trabajar en el observatorio,o en tiempos de don Joaquín Gallo. En la noche tocaba yo música de tapanco. En las cantinas ponían un tapanco, en lo alto, una batería y un piano, pasaba uno toda la noche encaramado, empericado. Por eso le llamo yo música de tapanco. Y en la mañana me iba al observatorio a calcular. Podía aguantar porque era muy joven. Era voluntario en el observatorio, y don Joaquín Gallo no me daba más que el abono del tranvía… Un día, don Joaquín me dijo: ‘Si usted se queda aquí, no va a salir de perico-perro’. Pasaron los años y fui a buscar al maestro Gallo para decirle: ‘Ay, pues no fui ni perico ni perro, ahora soy grillo’.”

Uno de los públicos más exigentes es el infantil, no se andan con rodeos, asegura el actor Mario Iván Martínez. De repente, en pleno espectáculo sueltan un ‘Mamá ya me aburrí, ¿ ya se va a acabar? ¿ya nos vamos?’ Pueden convertirse en una pesadilla para cualquier actor”. Sin embargo, tan efectivas han sido sus historias y canciones que Walt Disney quiso comprarlas junto con el personaje. Gabilondo Soler amablemente declinó”.

Aunque el México de hoy difiere del de hace un siglo, muchos aseguran que Cri-Cri seguirá entre nosotros. La marcha de las letras seguirá siendo la mejor introducción para el aprendizaje de las vocales y El ratón vaquero, uno de los clásicos musicales en las fiestas escolares. No lo dudo cuando veo a la orquesta y coro Cri-Cri de la Utopía de Meyehualco formado con medio centenar de niñas y niños cuyo repertorio básico incluye, La patita, La muñeca fea o Di por qué.