Paradojas sistémicas
os paradojas asomaron recientemente en la vida económica y política en EU. La primera, en Carolina del Norte que sufrió los devastadores efectos del huracán Helene; la segunda, la huelga de los estibadores en los puertos más importantes situados en el Golfo de México.
En el primer caso más de 200 personas en Carolina del Norte han perdido la vida por el efecto del huracán. Muchos de ellos fueron literalmente arrastrados por las corrientes ocasionadas por las lluvias. Otros más, por el derrumbe de sus casas construidas en sitios de alta peligrosidad. Lo más relevante es que durante más de una década las iniciativas del partido demócrata tratando de hacer más eficientes las normas de construcción y evitar, o cuando menos paliar, la destrucción causada por éste y otros fenómenos naturales, han sido rechazadas. La mayoría republicana en el congreso del estado ha cerrado filas con los constructores a cambio de patrocinar sus campañas de relección. En el fondo están de por medio las pingües ganancias de los constructores de vivienda. Insisten en que, de elevarse los códigos de construcción, impactarían en el costo de la vivienda cuya necesidad se ha multiplicado en años recientes. La paradoja es necesaria: más vivienda, pero para ello bajar los estándares de seguridad a costa de la seguridad de sus moradores.
La segunda paradoja es la huelga de estibadores que exigen un aumento en sus salarios y un alto a la mecanización de los puertos. No hay que ir muy lejos para ver que la huelga crearía un cuello de botella en las importaciones que tendría un impacto inflacionario, parecido al que se derivó de la pandemia. Después de obtener un sustancial aumento salarial, la unión de estibadores suspendió la huelga, pero no sin advertir que la reanudará en enero para exigir que se detenga la mecanización.
En el primer caso está la necesidad de vivienda que sólo se puede resolver si el Estado concede a los desarrolladores el derecho a especular con un bien tan necesario. En el segundo, los estibadores, además, recordarnos los albores del desarrollo industrial y el ludismo como medio para detenerlo. Los beneficios del desarrollo tienen resultados paradójicos y desestabilizadores, como los que demuestran estos dos casos. Una vez más dan la razón a quienes durante años han insistido en la disfunción del sistema en el que vivimos. En la actual coyuntura electoral actual ambos casos pudieran tener repercusiones inesperadas.