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Ayotzinapa, 10 años
Desde el 68 ningún ataque a jóvenes había sacudido tan profundo al país
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▲ En prácticamente todas las manifestaciones que se han realizado por el caso, los asistentes han expresado que el Ejército tiene alguna responsabilidad.Foto Alfredo Domínguez
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 26 de septiembre de 2024, p. 4

Chilpancingo, Gro., La caravana de periodistas, maestros y estudiantes normalistas que viajó a enterarse de los hechos de la noche de Iguala nunca imaginó que se iba a encontrar con el acontecimiento político social más importante de la historia moderna de este país; desde el movimiento estudiantil del 68, al menos en Guerrero, ni las guerrillas de Lucio Cabañas Barrientos y Genaro Vázquez Rojas ni las masacres de Aguas Blancas y El Charco conmovieron tanto la conciencia de la gente como este caso.

Tampoco en la historia de Guerrero nunca un movimiento social había luchado tanto, como lo han hecho los padres de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos, a pesar de que el Estado mexicano los ha querido someter, logró dividirlos, aunque la mayoría continúa en la lucha por la presentación de sus hijos.

Pasada la medianoche de aquel viernes 26 de septiembre de 2014, una caravana de periodistas, maestros y estudiantes normalistas partió del punto conocido como Tierras Prietas, al norte de Chilpancingo, tomando la carretera federal con destino a Iguala, porque según se había informado, policías municipales habían reprimido a los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. Eran los primeros minutos del sábado 27 de septiembre de 2014.

Camino a Iguala

La caravana se integró con dos camionetas en las que viajaban ocho periodistas de Chilpancingo; un camión con alumnos del Frente Unido de Normales Públicas del Estado de Guerrero; un auto compacto; un microbús con miembros de la Coordinadora de Trabajadores de la Educación (Ceteg), que antes, alrededor de las 23:30 horas, ofrecieron una conferencia de prensa en las instalaciones de la Secretaría de Educación, donde informaron de la represión en Iguala contra los normalistas. Se empezaron a escuchar propuestas de los reporteros, unos a favor de trasladarse a Iguala; apenas ocho aceptaron ir al lugar de los hechos sin saber lo que les esperaba.

La noche del viernes 26 de septiembre Lenin Ocampo se encontraba transmitiendo en Radio Universidad (hoy Radio Universidad Pueblo), su programa de rock El Ático 840. A eso de las 22 horas recibió una llamada telefónica desde Iguala de estudiantes de la Normal de Ayotzinapa para informar que fueron agredidos y que los habían encapsulado los policías municipales en el periférico de Iguala, por lo que demandaban la presencia de las autoridades.

A las 22:30 horas llamaron por segunda ocasión para denunciar que en una nueva trifulca los policías habían disparado hiriendo a Aldo (Gutiérrez Solano) y que lo llevaban al Hospital Cristina; en las incipientes redes sociales lo habían dado por muerto, de hecho, en la mayoría de los diarios locales y nacionales, también. Todavía los normalistas convocaron a una conferencia de prensa.

Este corresponsal, minutos después de las 10 de la noche de ese 26 de septiembre, recibió una llamada desde la redacción de La Jornada. Pidieron que investigara la represión a los normalistas. Pasadas las 22:30 horas entrevisté por teléfono al alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, quien aseguró que no había heridos ni muertos y que se trató de una provocación al informe que, en su condición de presidenta del DIF, su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa, había realizado a las 20 horas en la plaza de Las Tres Garantías (el zócalo).

El reportero Alejandro Guerrero narró que esa noche asistió junto con otros seis compañeros, no recuerdo la hora exacta, a una conferencia convocada por los normalistas, pero creo que sería alrededor de la medianoche. Al llegar nos empezaron a disparar, no sabemos si civiles o policías; apenas pude ver que había en el piso dos cuerpos; como pudimos salimos corriendo. Incluso fue hasta el otro día cuando supe del atentado al camión en el que viajaba el equipo de futbol de Los Avispones, y de los muertos que hubo ahí en el crucero de Santa Teresa.

También Natividad Ambrosio, otra periodista de Iguala que asistió a la fatídica conferencia de prensa con los estudiantes, narró en entrevista que una vez enterada del rumor de que un grupo de periodistas se trasladaba a Iguala, envió un mensaje vía WhatsApp: no vengan compañeros, nos acaban de disparar.

El mensaje de Ambrosio provocó desánimo y mucho miedo entre los reporteros de Chilpancingo, porque además se sabía que, en Iguala, un municipio de la zona Norte, operaba la banda criminal Guerreros Unidos; sin embargo, se acordó partir a Iguala en un ambiente tenso en el que privó el silencio.

Al llegar al municipio de Zumpango de Neri empezó a llover; ahí, en el trayecto, se recibió la noticia de que habían baleado el camión del equipo de futbol de la tercera división Los Avispones, en algunos casos algunos colegas pidieron quedarse en esta cabecera municipal, que se ubica a 10 kilómetros de la capital, pero al final se optó por continuar.

La lluvia hacía lento el trayecto; se llegó a Mezcala, la mitad del camino a Iguala, por donde pasa el río Balsas, no hubo indicios de nada fuera de lo normal; sin embargo, en una pendiente –casi por donde un año antes se habían encontrado los cuerpos sin vida del dirigente social Arturo Hernández Cardona y dos de sus compañeros– encontramos una caravana de camionetas de diversos modelos, entre siete o nueve, pero no imaginamos nada, y pensamos que eran los de la maña, como se le dice aquí a quienes integran los grupos delincuenciales. Con el paso del tiempo, el rumor de que a los normalistas los habrían trasladado a la mina de Carrizalillo, nos hizo dudar de la identidad de sus ocupantes.

Llegando a la comunidad de la Sabana, los relámpagos iluminaban el pequeño valle. El silencio y algunas risas nerviosas dominaban el ambiente; minutos después se vio a lo lejos las luces de algunos vehículos que estaban varados en el crucero que va al poblado de Santa Teresa; allí llegó hasta nosotros José Memije, un árbitro de futbol al que apodan La Pichacua, quien dijo: vengo a buscar a mi hijo, pero me dicen que se lo llevaron al Ministerio Público de Iguala; se llama Cristián David Memije Meza, vino a arbitrar el partido de Los Avispones contra la selección de Iguala.

Contó que su hijo resultó herido debido a que el camión en el que viajaba el equipo fue baleado por desconocidos; nos llevó al vehículo impactado con decenas de balazos y con las ventanas rotas. En el camión, de la empresa Castro Tours, quedaron los cuerpos del chofer, Víctor Manuel Lugo Ortiz, y del futbolista David Josué García Evangelista, de 14 años de edad. Un taxista que pasaba por allí resultó herido, y su pasajera, Blanca Montiel Sánchez, murió. En el mismo lugar fue atacada a balazos una comitiva del Sindicato Único de Trabajadores del Colegio de Bachilleres, dos personas resultaron heridas, incluido su dirigente, Alfredo Ramírez García.

El miedo aumentó entre los reporteros, la pregunta era: ¿llegamos o no a Iguala? El consenso fue, sin decirlo, continuar el viaje. Por fin se llegó a la entrada de Iguala, decenas de policías municipales, apoyados por pistoleros y decenas de halcones resguardaban el área. El responsable preguntó: ¿quiénes son?, ¿a dónde van? Por ahí alguien respondió pues dicen que aquí en su tierra hay fiesta.

Fueron algunos minutos de tensión, hasta que el jefe policiaco finalmente autorizó el ingreso. La caravana se trasladó al periférico norte de Iguala, seguido por un Volkswagen azul y decenas de halcones, que viajaban en taxis, bicicletas y motonetas.

Quizás a la 1:30 de la madrugada, ya del 27 de septiembre, se llegó a la avenida Álvarez. Elementos del Ejército Mexicano tenían acordonada el área en que horas antes abrieron fuego contra normalistas que se alistaban a dar una conferencia de prensa. Había dos cuerpos sin vida en el piso mojado, debido a la lluvia que caía en ese momento; se trataba Julio César Ramírez Nava, originario de Tixtla, identificado luego de cinco días de permanecer en el Semefo en calidad de desconocido; el otro era Daniel Solís Gallardo, nacido en Zihuatanejo; por la mañana se halló el cuerpo desollado de Julio César Mondragón Fontes.

Se pidió permiso al oficial del Ejército para encender los vehículos para que iluminaran la escena y se pudiera hacer video y tomar fotos. Tal vez cerca de las tres de la mañana la caravana llegó al hospital del Issste, pero los halcones nos impidieron el ingreso. La siguiente parada fue en las instalaciones de la fiscalía del estado, donde fuimos testigos de la llegada de grupos de estudiantes rescatados por los policías municipales.

Hasta ese momento nadie hablaba de cuántos estudiantes se encontraban desaparecidos. El abogado Vidulfo Rosales, del Centro de Derechos Humanos de Tlachinollan, comentaba que al principio se habló de 57 desaparecidos, pero para el primero de octubre y después de realizar las primeras búsquedas, finalmente en una asamblea realizada en la Normal de Ayotzinapa, la lista se depuró y quedó el número de 43 desaparecidos.

En las horas y días subsecuentes, cientos de periodistas de todo el mundo llegaron a Guerrero y estuvieron varios meses visitando los hogares de las madres y los padres de familia, en su mayoría campesinos, y conocieron más de los sucesos. La Jornada fungió como enlace con varios colegas. Algunos hicieron películas, videos, cortometrajes, libros, historietas o artesanías, como el maestro Francisco Toledo, quien elaboró 43 papalotes con los rostros de los normalistas.

A 10 años, ¿qué dicen los padres de familia?

Doña Cristina Bautista, indígena nahua, declaró: “A mi hijo siempre lo tengo presente. Recuerdo siempre sus palabras, sus gestos. La última vez que platicamos fue el 15 de septiembre de 2014, yo estaba muy desesperada, y le dije que ya no se fuera a estudiar. Él me contestó, me abrazó y me dijo: ‘no te preocupes mami, voy a estar bien. Me siento bien en esa normal, yo ya soy grande, tú me cuidaste cuando estaba pequeño, ahora me toca cuidarme solo’. Se iba y volvía a darme otro abrazo, y me decía que yo estuviera tranquila. Yo presentía algo como madre, desde que él me dijo que iba a ir a estudiar, que ya tenía su ficha, desde entonces me sentí muy triste y hasta me puse a llorar. Mi hija más chica me dijo, ‘¿cómo mami te pones así, en vez de que le des ánimo a mi hermano te pones a llorar?’ Le dije ‘no sé, es que me siento triste, no quiero que estudie, quiero que trabajemos aquí en el campo. Me siento triste desde entonces’”.

Mario César González Cortés, quien viajó procedente de Huamantla, Tlaxcala, señaló: Siento odio por estas pinches instituciones asquerosas; se dicen representantes del pueblo. No es cierto, son representantes del crimen organizado; están coludidos con el crimen organizado y desafortunadamente no hay quién los pare, quién los investigue. Estamos hartos de tantas desapariciones, quedamos que no repetición, y desafortunadamente el gobierno está manipulado por el Ejército.

Melitón Ortega, vocero de los padres de familia, señala: Hoy Iguala significa impunidad del caso de los 43; hay cerrazón y negatividad por parte del 27 Batallón de Infantería, que nunca ofreció toda la información que se requiere, a pesar de que hay folios que ellos tienen guardados y que no los entregaron a las autoridades para la investigación; lamentamos que el presidente (Andrés Manuel) López Obrador no logró cumplir con el compromiso que hizo con los padres, falló, y no logró esclarecer el tema de Ayotzinapa, lo dejó a medias, y con muchas interrogantes sobre su actuación.

En su turno, don Clemente Rodríguez expuso: Iguala significa peligro. Se siente aquí la adrenalina, es como si estuviéramos viviendo en carne propia la desaparición de nuestros hijos; estamos aquí en un cuartel (en el 27 Batallón de Infantería); ellos dicen que no participaron (en la desaparición de sus hijos); estamos aquí para exigir que entreguen los expedientes; estar parado en este lugar es como si estuviera parado mi hijo; me da vergüenza tener un gobierno así, quedé totalmente decepcionado.