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La disputa entre Evo Morales y Luis Arce en Bolivia se agravará hasta la elección de 2025
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 26 de septiembre de 2024, p. 32

Santiago. La reciente marcha encabezada por Evo Morales desde el altiplano boliviano y hasta las puertas de la Casa Grande del Pueblo, sede del gobierno en La Paz, es apenas un capítulo más y otro de los muchos que aún restan, en la odiosa disputa política y personal que libran el ex gobernante y el presidente Luis Arce Catacora.

Bolivia tendrá elecciones generales en agosto de 2025 y en el centro del enfrentamiento entre ambos personajes está quién portará la candidatura presidencial del Movimiento al Socialismo (MAS), amén de las diferencias ideológicas que han ido evidenciando. De modo que conforme el calendario electoral avance y aquello no se resuelva, es previsible que el enfrentamiento siga encarnizándose.

La marcha y su desenlace han sido una suerte de medición de fuerzas, de la cual ambas partes salen ganando, de acuerdo con lo que plantea la politóloga Susana Bejarano, en diálogo telefónico con La Jornada desde La Paz.

La marcha evidencia situaciones que desde una lectura externa pareciera que no significan nada, pero que sí son relevantes: una demostración de fuerza absolutamente importante que derriba mitos; y del otro lado el poder de la institucionalidad y la democracia que respetan el mandato de Arce, y que el presidente tiene la suficiente prudencia de no caer en tentaciones que hubieran llevado a un escenario mucho más complicado, sea la detención de Morales o el uso desmedido de la fuerza pública, cuyo uso ha sido inteligente evitando altos niveles de violencia, resume.

El éxito de haber llegado a La Paz permitió a Morales lucir su fuerza –esto es un enfrentamiento en el masismo cuyo piso es 35 por ciento de la votación y como en toda acción política hay que asegurar las bases–, lo cual no es poca cosa porque había la idea de que después de 2019 (cuando dimitió a la presidencia) no iba a poder volver a El Alto (donde hubo entonces decenas de muertos durante la represión militar que siguió a su caída) y que en La Paz iba a recibir un repudio inmediato; ambas cosas son falsas; entonces en el masismo, que era lo que le importaba, creo que avanza.

En cuanto al gobierno, en apariencia se le ve más debilitado, pero también se le puede leer desde la prudencia: no cayó en la tentación que le pedían la oposición y voces fuertes del arcismo de arrestar a Morales; es esa prudencia la que hace que el escenario no sea el de la violencia anunciada, dice.

De modo que “Arce tiene con él la fuerza de la democracia, esto hace que no haya una pulsión –a pesar de la crisis– rupturista en Bolivia. La mayoría de los bolivianos, 70 por ciento, creen que Arce debe terminar el mandato”.

En síntesis, Evo cumplió el objetivo de llegar a La Paz y si bien conminó a destituir ministros so pena de tumbar el gobierno, eso no va a pasar, se disipa que podía hacer caer al gobierno.

Pero el asunto de fondo en disputa –el liderazgo del MAS en 2025– seguirá arrastrándose y éste es un primer momento de una batalla que tendrá muchos más.

Están pendientes decisiones que deben tomar los tribunales electoral y constitucional acerca de qué cuenta más, si el derecho humano a postularse cuantas veces se quiera o una sentencia que impide la relección indefinida.

Un momento áspero previsible será la disputa legal por la sigla del MAS; otro, la inscripción o no de la candidatura de Morales, decisión que compete al tribunal electoral, aunque debería haber una consulta al constitucional, es un momento de conflicto muy grande.

Y también está en entredicho conocer si Arce buscará o no la relección bajo la sigla del MAS u otra.