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Lideratos e identidades
N

unca habían quedado tan claras las diferencias entre las fuerzas políticas de la gama ideológica en México, como en el proceso que culminó con la jornada electoral del 2 de junio y sus necesarias derivaciones. La de la iniciativa presidencial de reforma judicial ha sido, hasta ahora, la más trepidante de todas.

Derrotada en sus propios términos, la oposición de derecha no mostró un liderato que se hubiera forjado en la lucha social ni en la praxis de las definiciones y convicciones políticas, como sí lo ha sido el de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y el que despliega Claudia Sheinbaum, su legítima sucesora en la Presidencia de la República.

En su intento por impedir dicha reforma, esa oposición echó mano de mentiras, chicanas e interpretaciones las más descabelladas acerca de la conquista con votos por Morena de la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y por muy poco en el Senado. Esta mayoría, han dicho los opositores, supone al gobierno de la 4T la condición de dictadura.

Para tal minoría apocalíptica, no fue dictatorial –e ilícita– la mayoría calificada que el gobierno de Peña compró con cheques. Ricardo Monreal, coordinador de Movimiento Ciudadano, hizo pública la devolución a la Tesorería de la Federación de los entregados a su bancada por 15 millones de pesos para que aprobara la reforma energética (votó en contra). Reforma por la cual varias fuentes energéticas fueron a parar a empresas extranjeras y nacionales, mediante moches para sus operadores oficiales.

La maniobra peñista contó, por supuesto, con los medios mercantilistas que disfrazaron la medida de decisión necesaria para fortalecer a Pemex y al país. Uno de los grandes logros de AMLO fue desenmascarar –sobre todo en sus mañaneras– a esos medios travestidos de heraldos de la libertad de expresión, según nos han querido hacer ver los intelectuales de la derecha, algunos procedentes de la izquierda nacionalista y hasta comunista. Sicofantes, los llamó Gerardo Fernández Noroña.

Tanto los sicofantes como los sofistas eran, en la antigua Grecia, individuos que cobraban por sus prácticas y enseñanzas. La profesión de los sicofantes consistía en levantar calumnias o falsedades para satisfacer el interés de individuos que no se atrevían a defender sus causas por sí mismos. Y los sofistas fueron los filósofos que enseñaron, a cambio de tarifas muy altas (el Teeto de Sócrates, según Platón), lo que es hasta nuestros días la cultura del abogado: convertir en buena una mala causa, y al revés ( Apología de Sócrates, sin duda el más hermoso y ejemplar de los Diálogos platónicos).

La oposición se ha mostrado, con toda su crudeza, al servicio de quien paga (Claudio X. González, Televisa, Tv Azteca, Reforma , y otros), con altas tarifas, las voces de sus sicofantes y sofistas.

Esa oposición carece de líderes recios; han resultado más bien hechizos y defectivos. Fue una inercia que despuntó con el PRI impulsor de Miguel de la Madrid, se afianzó con Ernesto Zedillo y Enrique Peña (Salinas de Gortari fue tan genuino como perverso y contrario al interés mayoritario); el PAN la continuó con Vicente Fox (el alto vacío decía de él, casi científicamente, Porfirio Muñoz Ledo) y Felipe Calderón. Ninguno ni quienes los antecedieron después de Lázaro Cárdenas tuvo un liderato de la calidad y estatura de AMLO. Ante tal enanismo, es natural que sus adversarios (como él los llama) lo vean como alguien cuyo mando ha inaugurado el camino hacia una monarquía (Krauze).

Nadie había concitado una identificación popular con su gobernante como AMLO. Y no sólo por su acercamiento al pueblo: pocos como él conocen social e históricamente cada región y zona del país. O por la ampliación del gasto social puesto directamente en manos de los sectores más vulnerables y el aumento de los salarios. O bien por las importantes obras públicas realizadas: el Tren Maya, el Transístmico, el Interurbano México-Toluca, la refinería Dos Bocas, el Aeropuerto Felipe Ángeles, la regeneración del Lago de Texcoco y muchas otras terminadas en plazos récord.

También, y algo fundamental en un estadista, pues el tabasqueño ha sabido devolver al pueblo de México la identidad que se le venía estragando en relación con su propia cultura desde que fuimos convertidos por Salinas en norteamericanos, con la consecuente pérdida de soberanía, que es frágil aún mientras dependamos de un intercambio y tratados comerciales que dan a EU y Canadá evidentes ventajas económicas y, por tanto, políticas y territoriales sobre nosotros. Pero de manera práctica y retórica, ciertas medidas y gestos de AMLO han cambiado sentimentalmente su situación identitaria a la mayoría de los mexicanos.

Los cipayos y entreguistas de la derecha han facilitado ese cambio de percepción. Y por comparación con otros gobernantes: Javier Milei –desde la derecha radicalizada–, que vende y destruye Argentina, en América, o Pedro Sánchez –desde la izquierda–, que ha recibido en la España colonizada por EU a un títere de segunda mano, como es el venezolano opositor, Edmundo González, a quien ha dado el trato de héroe. ¿Se solidarizarán con el PSOE Morena y su Instituto Nacional de Formación Política?