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Fuerzas armadas: los signos del cambio
E

n el desfile militar de ayer, en conmemoración del 214 aniversario del inicio de la guerra de independencia, de los 200 años de la Constitución de 1824 y de los cinco del establecimiento de la Guardia Nacional, los secretarios de Defensa, general Luis Cresencio Sandoval González, y Marina, almirante José Rafael Ojeda Durán, no dejaron pasar la oportunidad para manifestar su afinidad con el proyecto de gobierno que ha encabezado el presidente Andrés Manuel López Obrador, así como la lealtad de las fuerzas armadas a la presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, quien en menos de dos semanas se convertirá en su comandante suprema.

En esta administración nos hemos acercado más al pueblo, señaló el primero; muchas gracias por permitirnos el honor de acompañarle en su incansable travesía haciendo historia juntos, dijo el segundo.

Respecto a la situación inédita de la subordinación de las fuerzas armadas a la dirección máxima de una presidenta de la República, Ojeda Durán afirmó que la Secretaría de Marina celebra el hecho y otorga la demostración de respeto y subordinación a quien será la comandante suprema de las fuerzas armadas; Sandoval González manifestó la disposición de los soldados a cumplir las instrucciones que guíe nuestra futura comandante suprema.

Tales expresiones resultan reconfortantes, esperanzadoras e incluso necesarias, si se considera que la participación de las mujeres en las instituciones armadas, más allá de las tareas administrativas y de enfermería, es un fenómeno reciente, y que el espíritu castrense ha sido históricamente, en México y en el mundo, un reducto del patriarcado. Así, la relación entre tales instituciones y la primera presidenta en la historia del país implicaba una incertidumbre que ayer fue oportuna y claramente despejada.

Otro hecho relevante del tradicional desfile que arrancó en el Zócalo capitalino fue el énfasis de las armas que responden a la disciplina y mando de las fuerzas armadas –Ejército, Fuerza Aérea, Armada y Guardia Nacional– en sus labores sociales y productivas por encima de la exhibición de fuerza bélica que ha sido característica en tales eventos, y que hasta antes del actual sexenio resultaba central y protagónica. Ayer, en cambio, se destacó en el desfile las muestras de las funciones policiales propias de la Guardia Nacional; de las capacidades de auxilio y rescate –planes DN-III y Marina–; de la participación de los uniformados en las principales obras de infraestructura de este gobierno; del importante desempeño de los militares en la respuesta gubernamental a la epidemia de covid-19, así como de las capacidades educativas, científicas y tecnológicas de las fuerzas armadas.

Los hechos referidos constituyen muestras de la transformación que han experimentado los institutos castrenses de México en estos seis años y de la cual han sido partícipes. Sin desconocer lo que falta por avanzar en la transformación de los institutos armados –particularmente, en lo que se refiere al esclarecimiento total de las estrategias represivas y violatorias de los derechos humanos en los que se vieron involucrados en sexenios anteriores por órdenes del poder civil–, debe reconocerse lo mucho que han avanzado en la reconfiguración que planteó López Obrador en 2018 y que consiste, fundamentalmente, en convertirse en instituciones de paz. Cabe esperar, finalmente, que ese objetivo continúe y culmine en el sexenio que está por iniciar.