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Tumbando caña

Gonzalo Curiel regresa a Bellas Artes

E

l 21 de noviembre de 1951 se presentaba por primera vez en el Palacio de Bellas Artes el compositor Gonzalo Curiel, estrenando la segunda parte de su obra sinfónica Concierto para piano y orquesta, pieza en tres movimientos cuya partitura fue interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) teniendo en la parte solista al pianista Edmundo Méndez. Setenta y tres años después de aquel histórico acontecimiento, la música de Curiel regresa a Bellas Artes, gracias a la iniciativa de Ludwig Carrasco, director de la OSN, el pìanista Rodolfo Ritter y la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) Lucina Jiménez López.

Fue Un concierto con el que se rindió justo homenaje al compositor jalisciense en el marco del 120 aniversario de su natalicio. Personaje imprescindible en la vida cultural de México, del que Ritter dice: confluyen armoniosamente la música académica y el genial y potentísimo lirismo de la canción mexicana.

El programa fue dividido en dos partes: la música académica y sus canciones amorosas. En la primera parte escuchamos el Concierto para piano y orquesta no. 1 con el cual se develó al público esta composición estrenada en 1948 por la pianista Otilia Figueroa en una transmisión radiofónica de la XEW, misma que poco después fue presentada, a iniciativa del gobierno del estado de Jalisco, en el Teatro Degollado de Guadalajara.

El encargado de presentarla en esta ocasión fue, precisamente, Rodolfo Ritter, quien se ha distinguido por estudiar la obra concertante de Curiel y ponerla al alcance de los melómanos a través de grabaciones discográficas. La depurada técnica pianística y emotividad pasional de Ritter logró que el público disfrutara una obra plena de giros suaves y alegres, con cierta influencia de Gershwin y aportaciones de Debussy.

Bajo la dirección del titular de la OSN, Ludwig Carrasco, la pieza sinfónica en sus tres movimientos (moderatto, adagio sostenuto y allegro vivo) permitió el lucimiento de los integrantes de la orquesta en un diálogo perfecto con el pianista.

En la segunda parte, las voces de la mezzosoprano Encarnación Vázquez y la soprano Cristina Ortega encandilaron a los presentes al interpretar canciones icónicas de Curiel, vestidas con nuevos y elegantes arreglos a cargo de seis jóvenes compositores: Gustavo Larrea, Omar Arellano, Pablo Martínez Teutli, Paulina Monteón, Rodrigo Lomán y Nubia Jaime-Donjuan, triunfadores en las diferentes ediciones del concurso de composición Arturo Márquez.

Encarnación Vázquez abrió esta parte con Desesperanza y Un gran amor. Luego, acompañada de Cristina Ortega, interpretaron Dime. Posteriormente, la maestra Ortega cautivó al público con Incertidumbre y Me acuerdo de ti, para cerrar ambas con una inusitada versión de la popular Vereda tropical.

El público se emocionó hasta las lágrimas con la presencia de la maestra Cristina Ortega, quien a pesar de cierta incapacidad al caminar hizo una demostración de talento y voz que se conservan intactos después de seis décadas de ejercicio canoro.

Al inicio del programa, en el escenario del Palacio de Bellas Artes se proyectó una videosemblanza del compositor nacido en Guadalajara en 1904 con fragmentos de su vida y testimonios de su hijo, Gonzalo Curiel; de Ludwig Carrasco, y del musicólogo Luis Jaime Cortez Méndez. Allí se destacaron los empeños de Gonzalo Curiel, quien, pese a la severidad de su padre, que no quería que su hijo fuera músico, logró, además de pergeñar bellas canciones románticas, una obra clásica muy importante y poco conocida como la música para cine, que se alimenta de la sinfónica, a decir de Ludwig Carrasco, y de lo que queda constancia en 180 filmes. Ejemplo es la película Paraíso robado (1951) de Julio Bracho, que guarda similitudes con el primer movimiento del Concierto para piano no. 1 o el tercer movimiento del Concierto no. 2 en El portero (1950), de Miguel Delgado, con Cantinflas.

Para Rodolfo Ritter, Gonzalo Curiel era un monstruo de la orquestación. Como compositor para cine, sabía crear efectos dramáticos y diálogos sensibles. Se le compara con Gershwin, pero ya hubiera querido Gershwin orquestar así: ¡magistral!. En ese sentido tiene más influencia de los conciertos para piano de Shostakovich, Rachmaninov o Kabalevsky. Ritter expone que la obra concertante de Gonzalo Curiel debería ser parte del repertorio estándar de las orquestas mexicanas, y pone de ejemplo el Concierto no. 2, a su juicio, el más completo y brillante, el cual es Es muy difícil para el solista, tanto como los de Rachmaninov o de Chaikovski, lo cual da una idea de su talento musical y lo buen pianista que fue. Hay que escuchar a Curiel, ¡Urge escuchar a Curiel.