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Mariana Enríquez y la estética del miedo
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ocas escritoras y escritores consideran la narrativa de terror una propuesta literaria. Pese a la consagración de Emily Brontë con Cumbres borrascosas, Mary Shelley con Frankenstein o los reconocidos Edgar Allan Poe y HP Lovecraft, se sigue valorando como género menor. Cortázar, en su correspondencia, daba cuenta de ello y agregaba que le tenía mucho respeto a Lovecraft.

Tan estigmatizado se encuentra el género de terror que muchos prefieren llamarlo thriller sicológico, literatura gótica o fantasía oscura.

Por eso alegra que hace unos días le fuera otorgado el Premio José Donoso a Mariana Enríquez, por crear un universo de ficción tan personal como inquietante.

En su obra, según el acta del premio, el terror es un recurso estético que nos confronta con los aspectos más apremiantes de la realidad latinoamericana, como la violencia, el terrorismo de Estado y sus consecuencias en el presente, las desigualdades sociales, las problemáticas de género, el extractivismo y la crisis climática, entre otros.

La de Mariana Enríquez es una propuesta de literatura gótica de nuestros días que, sin castillos medievales, pasadizos secretos o bosques sombríos, nos instala en el terror y sus monstruos con personajes que podemos encontrar en nuestras calles todos los días.

Eso busca, según dijo a la periodista Cecilia Casero: Me gusta partir de algo totalmente reconocible, porque me interesa cómo se desdibujan las situaciones cotidianas y la manera en la que todas esconden un lado oscuro.

En estos días, en los que la nota roja pasó de las últimas páginas de los diarios a ocupar sus ocho columnas, colonizó los teasers de los principales noticieros de televisión y se convirtió en materia prima de series y películas, la narrativa de Mariana Enríquez es una profunda reflexión literaria sobre la pedagogía del miedo, sobre los feminicidios, sobre cómo la impunidad es el unto del crimen.

A diferencia de la literatura gótica tradicional, no es una distopía, otro tiempo imaginado, sino el presente continuo. Sus cuentos, crónicas y novelas podrían estar inspirados en los sertones brasileños, las villasmiseria de Chile, los arrabales de Argentina, la colonia Morelos o Ecatepec; el Río de la Plata cargado de cadáveres podría ser también el río de los Remedios.

Enríquez adapta el género a nuestra realidad, reformula el tipo de terror con nuestros referentes latinoamericanos.

Las secuelas que han dejado dictaduras, guerras, represiones, machismos, sobre todo padecidas por mujeres. La marca de la violencia política en el continente, aunque no la hayan sufrido nuestros cuerpos concretos, la sufrimos en nuestras subjetividades.

En el caso de su novela Nuestra parte de noche, declaró en un programa de televisión, “además, exhibo una constelación de mis obsesiones y preocupaciones: la política, los poderosos, los cuerpos y su fragilidad, la juventud, el ocultismo, el género de terror, la poesía… un despliegue que técnicamente es imposible en un cuento”.

Dos obras han sido claves en su carrera literaria: el libro de cuentos Las cosas que perdimos en el fuego, que se ha convertido en libro de texto en varias universidades, y la novela Nuestra parte de noche, con la que obtuvo el Premio Herralde.

No dudo que en breve, sus crónicas macabras recogidas en Alguien camina sobre tu tumba: Mis viajes a cementerios se convierta en un libro emblemático del nuevo periodismo.

Dice Lovecraft que el miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas de la humanidad, y el miedo más antiguo y poderoso es el temor a lo desconocido.

Mariana Enríquez logra con sus cuentos y novelas hacernos ver ese lado oscuro que no habíamos distinguido, el lado B que nos acecha y nos atrapa del cuello.