al carajoa los oligarcas
Lunes 2 de septiembre de 2024, p. 7
Como antes, como ahora, como siempre, Andrés Manuel López Obrador estaba de nuevo en la plaza que lo vio luchar, protestar, gobernar, celebrar. La masa siempre fiel lo aclamó en un informe que se asemejó a una ceremonia del adiós, con la carga de nostalgia que invadió a sus simpatizantes, quienes tienen la convicción de su liderazgo histórico y le profesan una fidelidad inquebrantable.
Lejos de doblarse por el inminente final, no sólo de su gobierno, sino de su larga trayectoria como dirigente social y líder político, lanzó su última embestida contra el neoliberalismo en el Zócalo. Hizo un largo recorrido de las plagas que generó ese modelo en su tiempo y se dio la satisfacción, desde el corazón político del país, de mandar nuevamente al carajo a la oligarquía con todos y su poder. Una encendida arenga que también reivindicó para su movimiento: conferirle todo el poder al pueblo.
“Queremos kratos con demos. Democracia se compone de dos partes: demos es pueblo, kratos es poder, la democracia es el poder del pueblo. Lo que quieren los oligarcas es kratos sin demos, quieren poder sin pueblo. Al carajo con eso”, condenó casi con furia.
Último Informe: innovación y popularidad
No hay memoria de que algún presidente haya rendido un Informe de gobierno en una plaza pública, al menos en el México posrevolucionario, mucho menos en su último año, cuando resienten todo el peso del sexenio. López Obrador, sin embargo, asumió ayer ese atrevimiento amparado en una popularidad insólita para un mandatario al concluir su periodo de gobierno: arriba de 70 por ciento.
“Hoy rindo ante el pueblo y la nación mi último Informe de gobierno, y lo hago más convencido que nunca de que lo mejor de México es su pueblo…”, empezó por decir a las 10:39 de la mañana. Una convicción que arrancó en él desde la última década del siglo XX, cuando encabezó el Éxodo por la Democracia por un fraude electoral en Tabasco, cuando ya alertaba sobre la debilidad de las instituciones electorales.
Esta vez se dirigió al pueblo para rendirle cuentas de su gestión como Presidente en el último año de su mandato, con el Zócalo lleno. Igual que aquel abril de 2005, cuando obligado por una feroz acometida foxista emprendió una lucha contra todos los poderes del Estado ante la amenaza del desafuero que buscó acabarlo políticamente. Fue entonces cuando, atiborrada la plaza, surgió el grito: ¡No estás solo, no estás solo!
, que lo acompaña desde entonces en todas las crisis que ha enfrentado.
La señora Blanca, de 88 años, volvió ayer al Zócalo, como en 2006, cuando anduvo de activista contra el fraude electoral porque querían acabar con él
. Entonces repartía comida para las brigadas que resistían. Su lucha viene de lejos, de aquellos años en que López Obrador desafió al Estado y a todos los poderes fácticos que le arrebataron su triunfo: ¡al diablo con sus instituciones!
, proclama que desde entonces le reprochan sus detractores para descalificar su proyecto de transformación.
El ocaso del sexenio le genera a doña Blanca una confusión de sentimientos porque es el fin de una era. Se confiesa feliz porque no creyó estar viva para cuando López Obrador terminará su gestión y lo está haciendo, pero triste “porque ahora sí ya se va…”
Como ella, muchos asistentes están convencidos de que despedían al mejor Presidente de los últimos años, el que les dio un esperanzador periodo de bonanza.
El verdadero júbilo
Hay otros que su atuendo reflejaba por sí mismo la convicción por el obradorismo; algunas mujeres que ya tienen buena edad, cargan la efigie de López Obrador casi como un ritual. Se mantenían aferradas a ella mientras escuchaban el último Informe de gobierno.
Como es sabido, estoy por terminar mi mandato y quiero confesar, en la principal plaza pública de México, en este Zócalo donde tantas veces nos concentramos durante nuestra lucha por la justicia y la democracia: me voy a jubilar con la consciencia tranquila y muy contento. Nada me hace más feliz que haber logrado, con el apoyo de ustedes, millones de mexicanos, reducir la pobreza y la desigualdad en el país.
Dueño de la escena, político experimentado, supo llevar a sus huestes a respaldar un improvisado juicio sumario contra el Poder Judicial: Aquí vamos a hacer una consulta, aunque mañana nos van criticar, pero es muy divertido, porque como se enojan tanto hacen hasta el ridículo, lo digo con todo respeto, y no podríamos vivir tan aburridos. ¿Ustedes qué prefieren, que a los ministros los elija el Presidente y los senadores o que los elija el pueblo?
El voto unánime en la plaza fue acompañado con un coro que descalificó a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación: ¡Rateros, rateros!
, gritaban unos; ¡Fuera Piña, fuera Piña!
, clamaban otros.
Más allá del revuelo que ha causado en los círculos políticos este vendaval de reformas que se avizoran en los últimos días de su sexenio para revolucionar el Poder Judicial, entre otras modificaciones, quienes llegaron a escucharlo no tienen asomo de duda de las iniciativas y confiesan su fe obradorista.
Con ese dominio de la escena respaldó y comprometió a Claudia Sheinbaum, invitada especial. En su Informe, admitió que el Tren El Insurgente México-Toluca quedará inconcluso, Y a finales de año se llegará hasta la estación Observatorio, ¿verdad, Claudia?
O bien el proyecto de exponer obras de los grandes muralistas en un parque que se creará donde está el inservible edificio de lo que fue la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, ¿verdad, Claudia?
Más insistentes que sus encargos públicos a quien lo sucederá, fueron las arengas a su favor que intentó desatar López Obrador: imagínense que no hubiese decidido el pueblo de México por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. ¡Presidenta!
En tres ocasiones convocó a corear el grito: Presidenta, presidenta
.
Sheinbaum estaba en un lugar destinado a la élite del movimiento que, desde su llegada, se apresuraron a presentarse ante ella. Pasaron gobernadores en funciones y electos, integrantes del gabinete, dirigentes, toda la clase política morenista.
Entre la gente, la figura de López Obrador cobró mil formas: muñecos, pancartas, llaveros, pines, playeras... todo lo que la imaginación popular tenía para expresar su gratitud. Con eso, comenzaron a despedirse de una figura que para ellos ya ha alcanzado tintes de leyenda, con un común denominador para darle el adiós: ¡Hasta siempre, Presidente, hasta siempre!