as frías cifras sobre el incremento desmesurado de las importaciones de frijol en el primer semestre de 2024, superiores a 150 por ciento, dadas a conocer por la Secretaría de Economía del gobierno federal y publicadas por algunos medios nacionales la semana pasada, siguiendo la tendencia al alza de la importación de otros granos de la canasta básica, patentizan la necesidad de una sólida política de Estado para garantizar la autosuficiencia y la soberanía alimentarias en la próxima administración, a un mes de que inicie funciones.
En tendencia inversa al notable descenso de la pobreza y la desigualdad social, una salida de 100 mil mexicanos del universo de la pobreza moderada por cada mes de los seis años de la administración que está por culminar, el desarrollo y la competitividad del campo mexicano sigue siendo una asignatura pendiente, en gran parte por la crisis climática, la aguda sequía de los últimos años, pero también por efecto de una apertura asimétrica y defectuosa desde que México inició ese proceso en la década de los 90.
Pero vayamos a las cifras del incremento en las importaciones de granos básicos, para ilustrar el tamaño del reto, y la necesidad de encararlo a fondo.
Las importaciones mexicanas de frijol crecieron 156 por ciento en el primer semestre de 2024 en términos interanuales, a 300 millones de dólares, de acuerdo con datos de la Secretaría de Economía. Entre las razones del agudo incremento de estas compras externas destacan la sequía en regiones productoras, menor disponibilidad de semillas y una mayor apertura comercial.
En todo 2023, las compras totalizaron 369 millones de dólares, un récord que duplicó el anterior máximo histórico. Estados Unidos aportó 87.1 por ciento del total del frijol importado por México en 2023 y Canadá fue la segunda fuente de abastecimiento externo, con 8.2 por ciento.
En términos de volumen, las importaciones mexicanas de frijol fueron de 305 mil 282 toneladas en 2023, un incremento de 265 por ciento; mientras las exportaciones totalizaron 21 mil 654 toneladas, una baja de 63.2 por ciento, a tasas anuales.
El incremento en las importaciones deriva, esencialmente, del decremento en la producción local: en 2023, México produjo 723 mil 642 toneladas de esta leguminosa, lo que supone una caída de 25 por ciento en comparación con 2022, de acuerdo con datos de la Secretaría de Agricultura. Esta situación deficitaria no ha mejorado este año. Para el ciclo octubre de 2023 a septiembre de 2024 se espera una producción aún menor, con 688 mil toneladas de frijol, debido a las afectaciones climáticas, con una reducción de 22.9 por ciento
, informó recientemente el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP).
Respecto del maíz, de acuerdo con información oficial del gobierno federal, durante el primer tercio del año México compró al extranjero, principalmente a Estados Unidos, 8 millones 300 mil toneladas de maíz, en su mayor parte amarillo y transgénico, lo que implicó un aumento de 22 por ciento respecto de las 6 millones 800 mil toneladas adquiridas en igual periodo de 2023.
Las importaciones a mediados del año alcanzaron 10 millones 400 mil toneladas métricas, lo que significó 25 por ciento más de lo que se compró del extranjero en el mismo mes de 2023.
Los especialistas en el tema prevén que la producción en el año pase de 27.7 millones de toneladas a 24.5 millones, lo cual hará que las importaciones, que el año pasado fueron de 19.7 millones, se eleven hasta 23 millones.
También las importaciones de pasta de soya crecieron 46.4 por ciento, lo que significó un monto de 900 mil toneladas métricas y aumentó 20.1 por ciento el valor.
Por eso, es una buena noticia que uno de los 100 pasos para la transformación
, que sintetizan los ejes más importantes del próximo gobierno, sea justamente la soberanía alimentaria, misma que la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, define en estos términos:
La soberanía alimentaria de la nación será el eje rector de nuestra política para el campo. Soberanía alimentaria no es sólo producir más. La soberanía alimentaria implica el fortalecimiento permanente de todas las condiciones, capacidades y actores que permitan a la nación el derecho humano y constitucional a la alimentación de los mexicanos, sin excepción; con apego a nuestras culturas y tradiciones incluyendo en materia de alimentación, con sostenibilidad ambiental, preservando la biodiversidad, mitigando y adaptándonos al cambio climático, haciendo un uso muy eficiente del agua y, especialmente, avanzando constantemente en el bienestar y el ejercicio pleno de los derechos de las personas relacionadas con el campo.
Y, para alcanzar esos objetivos, ha trazado tres acciones concretas: 1) el programa producción para el bienestar; 2) una estrategia de innovación y asociativismo para la transición agroecológica de la pequeña agricultura, y 3) una estrategia regionalizada e integral de fomento de la producción y de la productividad, con claros criterios de sostenibilidad y bienestar.
Importa mucho a todos los mexicanos el éxito de este eje rector: alcanzar la soberanía alimentaria, en un entorno de crisis climática, es esencial para consolidar la transición hacia una economía productiva, competitiva y de mayor calidad de vida compartida.