Mucho entre todos y desde abajo
l mensaje que el presidente Andrés Manuel López Obrador dio ayer en el Zócalo capitalino con motivo de la presentación de su sexto y último Informe de gobierno debe leerse en clave de historia, no sólo por la obra reseñada en la alocución, sino también por lo inédito del vínculo entre el mandatario y las incontables personas que se dieron cita para escucharlo. No había ocurrido nunca que un titular del Ejecutivo federal rindiera cuenta de su gestión ante un sector de la ciudadanía que aceptó la invitación abierta para asistir libremente al encuentro.
De los contenidos del mensaje, es indiscutible que en los seis años recientes el país ha experimentado una transformación de gran calado en la dirección que López Obrador delineó el 1º de diciembre de 2018, tanto en la ceremonia formal de su toma de posesión en San Lázaro, como en el encuentro popular celebrado esa misma noche en la principal plaza de la nación.
No se logró cumplir en su totalidad con los puntos entonces prometidos y en algunos asuntos los avances han sido francamente insatisfactorios, pero el gran compromiso de la transformación nacional se ha llevado a cabo en sus lineamientos principales: lucha contra la corrupción, la evasión fiscal, los gastos suntuarios y el huachicol; reorientación de una porción sustancial del presupuesto público a las necesidades sociales más acuciantes; realización de grandes, medianas y pequeñas obras de infraestructura en todo el país –y, principalmente, en sus regiones más deprimidas–; rescate de las dos empresas energéticas del Estado –Pemex y la Comisión Federal de Electricidad–; política exterior soberana; recuperación de los salarios y de las pensiones y fortalecimiento del sistema de salud pública; fin de las concesiones mineras y apoyos diversos a la economía popular, entre otros rubros.
Incluso en temas en los que los avances siguen siendo claramente insuficientes, como el de la seguridad pública, se consiguió en estos seis años revertir las tendencias heredadas y disminuir los índices delictivos respecto a los sexenios anteriores. La más relevante de las asignaturas pendientes que deja este gobierno –por más que el Presidente insistió en que seguirá tratando de resolverla durante los últimos 30 días de su mandato– es el pleno esclarecimiento y la justicia en torno a la atrocidad perpetrada el 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, contra estudiantes de la normal de Ayotzinapa.
Lo cierto es que en sus seis años la presidencia de López Obrador conservó y amplió su vínculo con la mayor parte de los sectores populares, a los cuales reconoció como protagonistas de la historia y cuyo respaldo convirtió en un refrendo del apoyo al proyecto político conocido como Cuarta Transformación, el cual arrasó en los comicios del pasado 2 de junio con Claudia Sheinbaum como abanderada presidencial y con un programa que da continuidad, extensión y profundización a la obra de gobierno del sexenio que está por concluir.
Se ha desembocado así en una transición presidencial tersa como no lo fueron ninguna de las precedentes y con una legitimidad lo suficientemente sólida como para hacer frente a las asechanzas abiertamente injerencistas de Estados Unidos y a los escarceos golpistas procedentes del Poder Judicial, uno de los últimos reductos de los sectores oligárquicos que fueron desplazados en 2018.
Se puede estar de acuerdo o no con el gobierno de López Obrador, pero es innegable que éste, como lo prometió hace seis años, ha hecho historia, es decir, ha transformado al país, y que ello se ha logrado con la participación activa de los sectores mayoritarios de la sociedad o, como lo dijo ayer en el Zócalo el propio mandatario, es mucho entre todos y desde abajo
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