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En Europa, la ultraderecha ha sabido aprovechar el odio como caldo de cultivo

El auge en las campañas de xenofobia es un problema grave, señala el académico madrileño

El Reglamento de los Servicios Digitales de la UE expone los riesgos del uso de estos conductos de ideas y las limitaciones de la libertad de expresión

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▲ En imagen de julio de 2021, el también abogado fue uno de los presentadores de la Carta de los Derechos Digitales en el Palacio de La Moncloa.Foto Europa Press
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 1º de septiembre de 2024, p. 21

Madrid. El auge de los mensajes y las campañas xenófobas y racistas en las redes sociales se ha convertido en un problema grave en Europa porque está siendo instrumentalizado por los grupos de la extrema derecha para azuzar el odio al diferente, según uno de los mayores conocedores continentales en temas digitales y de redes sociales, el académico español Borja Adsuara.

Este profesor madrileño nacido en 1964 fue uno de los padres del Reglamento de Servicios Digitales de la Unión Europea, de obligada aplicación desde el pasado 17 de febrero en todos los países miembros.

También fue uno de los ponentes en la Carta de Derechos Digitales, que presentó en 2021 en el Palacio de La Moncloa, bajo la presidencia del socialista Pedro Sánchez.

En entrevista con La Jornada, Adsuara alertó también de los riesgos de regular y poner en peligro la libertad de expresión.

–¿Usted percibe que en los últimos años han aumentado los delitos de odio y las campañas racistas en las redes sociales en Europa? –se le pregunta.

–Sí, no hay duda. A medida que se han desarrollado las redes sociales se han incrementado los mensajes de odio porque también se ha polarizado la situación política y están al alza los partidos de ultraderecha y especialmente los mensajes contra la migración.

“Es un problema grave porque con los delitos de odio se tiende a la generalización y se aprovecha que un inmigrante cometa un delito para propagar un discurso de odio generalizando, diciendo que todos los migrantes son criminales. Y es precisamente ahí donde está el delito de odio.

La ultraderecha ha sabido aprovecharse de ese caldo de cultivo porque le da votos y porque es una cosa muy primaria que se basa en el instinto de pertenencia a la tribu y de tener miedo del que es de fuera de la tribu.

Marco legal

–¿Actualmente ya existe el marco legal para perseguir ese tipo de actos en Europa?

–Sí, sobre todo a partir del reglamento de Servicios Digitales, que viene de una normativa europea y que desde el 17 de febrero se aplica directamente a todos los stados miembros, el cual impone a las plataformas una obligación de evaluación de riesgo sobre la desinformación, el discurso del odio y asuntos relacionados con la salud, además de que los obligan a implementar medidas de mutilación de esos peligros.

“Por eso hay un enfrentamiento abierto con la plataforma X, pues no ha tomado medidas para la moderación de contenidos que la Comisión Europea considere suficientes, y en ese reglamento están incluidas multas que pueden llegar a suponer hasta 6 por ciento de facturación de las plataformas.

“Pero, además, está el Código Penal de cada país. Por ejemplo, en España hay un delito que algunos llaman de odio, pero en realidad no se llama así porque odiar no es delito, ni siquiera cualquier expresión de odio es delito. La falta sería una expresión que incite a la violencia a un grupo determinado, ya sean inmigrantes, homosexuales o de una religión o raza porque puede haber una causa-efecto entre lo que dices y lo que se hace después. Sin embargo, decir ‘a mí no me gustan los inmigrantes o los homosexuales’ puede ser xenófobo y homófobo, pero no es un delito porque la libertad de expresión ampara también a los imbéciles para decir barbaridades, y sólo hay un límite, que es cuando se incita para que se actúe violentamente contra esos colectivos.”

–¿Se entiende entonces que la libertad de expresión es un derecho supremo?

–La libertad de expresión está para decir cosas que pueden molestar. Si todos fuéramos políticamente correctos, no necesitaríamos un derecho que protegiese nuestra libertad de expresión, así que cuando hay un imbécil diciendo una idiotez tendríamos que utilizar nuestra libertad de expresión para decir que es una idiotez, pero no meterlo en la cárcel porque entonces no habría prisiones suficientes en ningún país.

–¿Le parece una solución viable dejar a las plataformas la moderación o control de los mensajes de odio?

–Preocupa mucho la plataforma X, sobre todo desde que Elon Musk tomó el mando de la empresa y eliminó a los moderadores que tenían; mientras, Tik Tok, Meta, Facebook e Instagram sí cuentan con ellos. No obstante, es verdad que el riesgo es que, con la mejor intención, la Comisión Europea o los gobiernos nacionales les digan a las redes sociales lo que hay que borrar.

Esto a mí me preocupa mucho porque el único límite a la libertad de expresión es la ley, y mientras yo diga cosas que no son ilegales a mí no me puede censurar nadie. Lo que están haciendo las plataformas en muchos casos es retirar contenidos que no son ilegales pero que les parecen inadecuados. Ahí se ha dado un cheque en blanco a esas empresas. Y esa facultad no se puede dejar ni en manos de las redes sociales ni de los gobiernos porque intentarán presionar para que borren los contenidos que a ellos les parecen inadecuados.

Estado de derecho

Insisto: en un estado de derecho tiene que imperar el principio de legalidad, y en caso de duda hay que inclinarse por el derecho a la libertad de expresión y de información, agrega Adsuara.

–¿Cómo se tiene que resolver el asunto del anonimato y el seudonimato?

–Hay que tener cuidado porque hay de todo en las redes sociales. Hay gente que utiliza el seudónimo para reforzar su libertad de expresión, ya sea por el cargo que ocupa o por cualquier cuestión personal. Luego, hay otros que sólo se crean cuentas falsas para insultar. También hay gente con nombre y apellidos que hacen lo mismo, odiar, como ha ocurrido en España, en donde incluso los más odiadores de todos han sido unos diputados de la extrema derecha.

Pero en el caso del seudónimo, en el caso de que se cometa un delito, el juez puede levantar el secreto y determinar si esa acción es motivo de pena o sanción. La diferencia entre el seudonimato y el anonimato es que este último, que defienden algunos, es la impunidad, y eso en un estado de derecho no se puede consentir.

–¿Y cuando se llevan a cabo campañas a través de bots para influir en la opinión pública en una contienda electoral?

–Siempre he dicho que la mejor forma de luchar contra la desinformación es luchar contra las redes de bots que viralizan de forma artificial, porque el problema no es que haya una noticia falsa, sino que te bombardeen por tierra, mar y aire con ella.

“A base de repetirla, puede adulterar la opinión pública. Lo preocupante ahora es que ya no son sólo bots; también, cada vez hay más cuentas gestionadas por seres humanos que están organizados y que muchas veces confluyen con el responsable de redes sociales de un partido político determinado. Eso ya es más difícil de combatir porque sí hay gente odiadora profesional y sectaria.

Lo peor es que el odio es un virus muy contagioso , finaliza.