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Isocronías

De la voz inspiración

E

n el imaginario colectivo la poesía ocupa el lugar de la más inspirada de las artes escriturales. La imagen general que del poeta se tiene es la de un ser inspirado. Más allá del lenguaje por excelencia, el de las palabras, el término poema se aplica evidentemente en música, pero también en otras áreas, incluso alejadas de las artes; por ejemplo, para calificar de inspirado un gol. La siempre elusiva palabra inspiración, acaso incluso más elusiva que la definición de poesía, no evita (no previene contra) su ya atento, ya desparpajado uso.

De ser verdad, como creo, que la esencia de la literatura es la poesía, y que (para Gimferrer) tal esencia corresponde a aquello que hace que una determinada combinación de palabras o de sintagmas adquiera la entidad de un objeto verbal irrefutable, sin cuya existencia, no traducible en rigor a otro idioma que aquel en que se formula, sabríamos menos de lo que sabemos sobre nosotros mismos y sobre el mundo, estaríamos ya acercándonos, algo indirectamente llegando, al quid de la cuestión.

Digamos que sin inspiración no hay poesía posible; literatura sí, pero incluso la literatura debe incluir pasajes inspirados, dado que la poesía, a nuestro entender, sería su esencia.

Daniel Sada, en entrevista con Carmen Ros, requirió de los términos trance, gracia, iluminación y misterio para referirse a la inspiración. En imaginario diálogo con Nietzsche, diálogo sustentado en documentos, Mónica Virasoro hace decir a Sócrates que a la poesía sólo se llega con el estar fuera de sí, ensimismado, en conexión con las musas. Don de los dioses, posesión y mántica, son otras expresiones ligadas a lo mismo.

Rilke apunta que en estado de inspiración sobreviene de modo imprevisible lo asombroso de las profundidades.

Valéry: “Un estado que no puede prolongarse, que nos pone fuera o lejos de nosotros mismos, y en que lo inestable no obstante nos sostiene, mientras lo estable sólo figura en él por accidente, nos da idea de otra existencia totalmente adecuada a los momentos más raros de la nuestra, y compuesta toda por valores límite de nuestras facultades. Pienso en lo que vulgarmente se llama inspiración”.

En Hoffman, comenta el francés: Un hombre loco por la música sabe que la inspiración va a llegar por una señal: cree escuchar un sonido de intensidad y pureza extraordinarias... que le abre el universo infinito y particular del oído.