Jueves 22 de agosto de 2024, p. 4
En un mundo donde los estereotipos de género siguen marcando el ritmo de la vida cotidiana, la compañía Turning Point Arte Escénico propone una reflexión sobre las normas sociales que limitan las aspiraciones e identidad de las mujeres.
Dirigida por Alejandra Corona y Karla Pedraza, la obra El Rastro se presenta desde hoy y hasta el domingo en el teatro Raúl Flores Canelo del Centro Nacional de las Artes (Cenart).
Se trata de una pieza de danza contemporánea que explora cómo los estereotipos de género han moldeado la identidad de las mujeres a través de generaciones, ya que muchas veces sus aspiraciones se condicionan a partir de lo que la sociedad espera de ellas
, explicó Alejandra Corona en entrevista con La Jornada.
“El ‘deber ser’ impuesto por la sociedad no siempre se alinea con los sueños y la identidad personal. Los juicios de valor sobre las acciones de las personas pueden ser bastante agresivos y afectan la realización personal de un individuo.
Aunque vivimos en una época en la que podemos imaginar otras formas de vida, sin castigar a las mujeres por sus elecciones, ya sea como madres trabajadoras, amas de casa o profesionales dedicadas, ahora también sabemos que no sólo el rosa es para las niñas y que una mujer no necesita usar tacones para ir a la oficina.
Corona enfatizó que la motivación para crear este montaje surgió de la presión social hacia las mujeres.
“Poco a poco fuimos formando un equipo de trabajo integrado por puras colegas creativas porque, aunque la danza y las artes escénicas parecen espacios libres, hay una deficiencia notable de la voz femenina.
Este equipo, compuesto exclusivamente por mujeres, incluye desde la coreografía y dirección general hasta la iluminación, el vestuario y la escenografía. En ese sentido, nuestra compañía (Turning Point Arte Escénico) se dedica a la gestión, creación y producción de obras centradas en la danza contemporánea, un lenguaje del cuerpo que consideramos esencial para comunicarnos y comprender nuestro entorno.
En escena, Alejandra Corona y Karla Pedraza entran en conflicto con su deber ser
. La culminación de la historia es el encuentro de sus personajes, quienes tratan de aceptarse más allá de ciertos códigos, entre éstos el de vestimenta.
Pedraza calificó el proceso de creación de duro y doloroso, pero también muy revelador
, ya que les permitió ser honestas con su identidad y responder a una pregunta fundamental: ¿Soy la mujer que quiero ser o soy la mujer que quieren que sea?
La pieza presenta una comunicación no verbal a través de la rudeza de las mesas de metal, que representan un riesgo real para las intérpretes. Esta dureza resalta la dificultad de sostener ideales impuestos, por lo que mantendrá al público al borde de sus asientos mientras los personajes luchan por sostenerse. Queremos generar empatía y conmover al público a través de una experiencia escénica poderosa y transformadora.