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El nuevo régimen
L

a verdad es que el país bascula entre la expansión territorial del crimen organizado y la creciente ineptitud de los aparatos burocráticos. El aparato judicial está deteriorado. Los partidos están desfondados. Sin temor a equivocarme nos enfrentamos a la peor clase política de la historia reciente del país. Para contextualizar recurro a Wendy Brown y a Nadia Urbinati.

Democracia desfigurada. Urbinati señala que la democracia de partidos ha sido sustituida por una democracia de audiencias, es decir una democracia plebiscitaria: La política se ha escindido de la sociedad, ha descartado su función mediadora y ha decidido moverse como una esfera diferente y diferenciada de la ciudadanía. Es democracia porque en todos los casos se llega al poder a través de procesos electorales y, a menudo, en medio de grandes movilizaciones sociales. Pero, una vez en el poder se concibe a sí misma como una democracia de las mayorías en donde la minorías tienen si acaso un espacio político débil y vulnerable.

Tiempos nihilistas. Wendy Brown publica este texto referido al momento actual, pero pensando con Max Weber (2023) Lo hace a partir de dos famosas conferencias del pensador alemán: La política como vocación, donde Weber expuso su famosa teoría del monopolio de la violencia del Estado, y La ciencia como vocación, que crítica a las calamidades de la Academia en la Alemania del final de la Primera Guerra Mundial.

Democracia plebiscitaria. Wendy Brown toma para sus reflexiones sobre el nihilismo los planteos de Max Weber sobre que el desmoronamiento de la autoridad sólo puede ser superado por un líder carismático, como puente para reconstruir una nueva institucionalidad democráctica. Pero el líder de Weber es un sueño. Líder político que se siente atraído por el poder, pero no se deja embriagar por él. Gratificado por su capacidad de influir, pero superando las tentaciones de la vanidad o el narcisismo.

Pocos contra muchos. En su ensayo Pocos contra muchos (2023), Nadia Urbinati muestra por qué los nuevos estallidos sociales parecen estar condenados al fracaso y en qué forma una democracia minimalista –nacida de las ruinas de la democracia social que sostenía al Estado de Bienestar– ha producido una licuefacción de las estructuras partidarias clásicas. Urbinati muestra, además, el maridaje entre neoliberalismo y populismo (al que define como algo más que una retórica y una ideología).

Conflictos contemporáneos. En una entrevista con Mario Schuster en la revista Nueva Sociedad, afirma Urbinati que cuando hay conflicto, las organizaciones que desarrollan las protestas tienen representaciones capaces de operar no sólo por fuera, sino también por dentro de las instituciones. La razón por la que los estallidos de hoy no llegan a configurarse en la forma de un conflicto político es porque los muchos han perdido esas organizaciones clásicas con las que contaban para rebelarse frente a los pocos. Esas organizaciones –sindicatos, cooperativas, asociaciones– han cambiado tan fuertemente de forma y se han desligado de su función mediadora entre sociedad e instituciones, que la sociedad sólo puede manifestarse en forma explosiva, sin canales interconectados con la política institucional.

Continuidad en el cambio. Así que se desenvuelve el cambio de mandos, desde dentro de un mismo movimiento político. Este movimiento político ha obtenido una apabullante victoria que se prolonga al poder legislativo y a los gobiernos y congresos estatales. La fuerza simbólica de la presidenta electa crece; pero la presencia del presidente en funciones no mengua.

Las restricciones. Dos son los factores que definirán el tránsito, pero sobre todo al nuevo sexenio: la presencia del crimen organizado y las relaciones económicas, políticas y culturales de México con Estados Unidos.

Los factores limitantes exigen en consecuencia un Estado fuerte, articulado y legitimado. ¿Lo tenemos?

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